Lo único que Marcel supo es que en un momento estaba disfrutando de su mejor orgasmo y al siguiente no podía respirar por culpa de la angustia al notar a Nate completamente inconsciente debajo de él. Mierda, era una porquería no poder moverse ya que su pene hinchado no le permitía salir de la cama e ir por ayuda. Desesperado llamó una y otra vez a Nate, le pidió por favor regresar a la realidad, volver con él, asegurarle que no lo había lastimado, pero su precioso compañero no parecía dispuesto a reaccionar. —Cariño —murmuró al borde de las lágrimas, apoyando su frente en la de Nate—. Por favor cariño —suplicó sintiéndose a punto de morir. —¿Marcel? —susurró Nate volviendo apenas en sí, escuchando ese suspiro cargado de alivio golpear suavemente sus labios. —Ay, amor, estás bien —dijo

