Nuestros pasos van con toda prisa hacia la salida que nos ha indicado Tiziano, y siento como ella se detiene en medio del pasillo —mi vida, ¿Qué haces? No nos podemos detener— le digo, pero al verla quitándose los zapatos, me agacho un poco para ayudarla y una vez que termina los agarro y seguimos yendo con prisa hacia la salida, hasta que finalmente cruzamos la puerta y allí esta Gian esperándonos dentro de una de las camionetas negras que ahora forman parte te nuestros vehículos. La adrenalina me hace abrir la puerta con prisa para que ella se suba, y una vez que está dentro, yo subo también y cierro —al pent-house— le ordeno y pienso que es simplemente un acto reflejo, ya que él sabe a dónde vamos. —Lo sé señor— me responde mirándome a través del espejo retrovisor y rápidamente pone el

