Frivolidad.

3905 Words
Es martes, como siempre salí del edificio a las siete con cinco, volví otra vez a atascarme en el tráfico matutino, no obstante, tengo muy buen humor. Debí haber llegado a las siete en punto a la escuela, pero voy a atrasada cuarenta y cinco minutos. Lo que es irónico por que vivo realmente cerca. Pero, qué se le puede hacer, no? Mientras voy caminando por el pasillo frente a las aulas, escucho a los maestros dar su clase; cada uno enseña de forma diferente. La mayoría usan tonos de voz potentes, tanto que resuenan en los pasillos. De no ser así los más subversivos, junto a los bisbiseos de los más locuaces, opacarían sus voces. A pocos metros de llegar a mi aula distingo de entre las demás voces, un tono que me es familiar. Es la voz de la maestra Suttner, podría reconocer su timbre entre un millón ( Es el sonido de mi campana mortuoria ). El nudo que siento en el estomago frente a la puerta me hace tragar grueso. Giro la perilla muy suave para no hacer ruido ( como si de alguna forma fuera a salvarme) y abro despacio. Las miradas de los demas advierten a la señora Suttner de la llegada tardía ( muy tardía ) de alguien, haciendo que interrumpa su discurso y voltee a mirarme lanzándome una mirada afilada, oscura, tétrica; todo sentimiento que no tenga que ver con la dulzura y calidez. La mirada me flaquea ante ella. — Haré una pausa chicos, mientras tanto lean el segundo párrafo de la pagina doscientos cincuenta y cinco. Me mira de pie a cabeza. — Petra deja tus cosas y ven conmigo. Intento contener mi ansiedad pero las manos me tiemblan. Menudo manojo de nervios. Hago lo que dice, al acabar salgo y ella está esperándome fuera del aula. Me toma del brazo delicadamente firme y en mortal silencio me arrastra por el pasillo hasta un salón vacío. — Quédate aquí. Me advierte señalado hacia el suelo con el índice. Me da la espalda y sale apresurada. Supongo que para encargar la clase a un supervisor. Luego de dos minutos regresa, cierra la puerta, se coloca una mano en la cadera y frunce el ceño. — Hasta cuando seguirás con esto Petra? Su voz átona y ojos fijos en mí, claramente reflejan decepción. — Tenía expectativas muy altas de ti, tienes el mundo entero en tus manos y aun asi, te atreves a soltarlo y tomar basura. Mantengo la cabeza agazapada, mientras ella camina de izquierda a derecha cruzada de brazos. Talvez pensando qué más decirme; desde que recuerdo la he visto hacerlo cuando tiene alguna inquietud rodando en su brillante cabeza. — Deberías volver a la clase Suttner, deben estar haciendo un horrible desorden sin ti. — El supervisor los sabe controlar, no trates de evadirme Petra. — Las dos sabemos que no llegaremos a ninguna parte, me conoces bien y yo sé lo que hago. Sigo agazapada, porque no puedo mirarla a los ojos. — No, no lo sabes, si lo supieras irías por el buen camino, donde empezaste, pero mírate... Apenas te reconozco con esa capa tan pesada de maquillaje. Petra tu no eres así, cariño mírame. Me levanta con delicadeza la barbilla y me hace mirarla a los ojos, sus bonitos ojos pardos. — Tus motivos son indefinidos y vacíos que esperas sacar de esto, qué diría tu padre, y peor aun lo que diría tu mmm... Se detiene al recordar, suelta un suspiro y me aboca para abrasarme. — Lo siento. Susurra. — Por eso siempre te he querido, te prefiero sobre muchas personas. Tú siempre piensas y te preocupas por mí. La calidez de su cuerpo y su perfume me llenan de morriña, y traen a memoria buenos tiempos, tiempos que me gustarían volver a vivir. — Sabes? a veces no tener el mundo a tus pies hace que tengas algo porqué esforzarte; ese algo que te aliente en el camino. Todos tienen sueños o anhelos y eso los impulsa a estudiar, trabajar, especializarse en algo y demas. Un anhelo al que se sujetan por que lo quieren alcanzar, y conforme a ese anhelo radican sus vidas. Nos separamos y me paso un mechón de pelo por detrás de la oreja, no puedo evitar sonreír. No pasa nada, con la Suttner no puedo fingir, siempre logra que me sienta tranquila. La miro con cariño y mi sonrisa la contagia. — A que no hay nadie tan malagradecido, como el que todo lo tiene. Dice con voz teatral, suspira y vuelve a sonreír. — Qué haré contigo? Me trata mejor de lo que merezco. — Sencillo, ámame. Estuve tentada a decir: Apóyame en todo. Pero claro no sale de mis pensamientos, sabe Zeus que me haría si le salgo con chorradas como esa. — Eso ya lo hago. Ahora vamos, debo seguir con la clase. — Okey... Bajo de la mesa que he tomado como asiento, ella abre la puerta y salimos, nos dirigimos a paso suave hasta el salón. Entramos y noto que todos cuchichean mirandome. Supongo que creen que me han fichado. No me importa. Me poso en mi silla y mi maestra vuelve a su discurso. Las primeras dos horas de clase son de historia impartida por la Suttner, me he perdido la primera hora pero no la segunda o más bien, cuarenta y cinco minutos de la segunda. En esta clase nunca tomo apuntes porque ella sabe que no los necesito, pero, siempre escucho y presto atención a lo que dice, me encanta escucharla y ver como se esfuerza para que todos aprendan. Aún la gran Suttner esta atada a un anhelo. — Svobodo, Ludvik ( 1895-1979 ) militar y politico checo. En 1968 ordeno la pasividad del ejército y acepto el tratado sobre la presencia de tropas soviéticas. Fue presidente de la republica en ( 1968-1975 ). mira su reloj de mano y cierra su libro. — Bien muchachos, eso es todo por hoy. No olviden que solo quedan siete días para entregar el ensayo sobre Svevo, Italo Ettore Schmitz. Por alguna razón todos lividecen y se petrifican al escuchar aquello. Mientras la siguiente maestra entra al aula, los murmullos sobre avances en dicho ensayo, disipan todo el silencio. Que si bien no es difícil, para algunos si que es largo, tedioso y extenuante. Las clases pasan en un santiamén y el timbre del receso suena al fin. Ordeno mis cosas, voy a la cafetería, pido un café bien cargado con dos cucharadas colmadas de azúcar, pago y voy hacia la misma mesa de siempre. Bebo mi cafe a pequeños sorbos oyendo vagamente la sarta de estupideces que hablan las chicas, que no me caen mal ( a excepción de Jazmín ) pero nada más compartimos acciones y no ideas, a manera de entender un algo, sin estar de acuerdo. Sobre el bullicio, dos asuntillos que debo solventar no salen de mi cabeza. El primero es mi querida Hange que se ha molestado conmigo, solo espero que el resquemor se le haya pasado y no este tirria. Cabe decir que su comportamiento, fue extraño y muy a la defensiva. sin embargo le debo una disculpa, con ella no puedo ser indiferente. Lo segundo en lo que no dejo de pensar es en ese chico. Acabo mi café, meditando en las palabras de Jazmín que se me clavan en las sienes y me divagan en la mente — Pero, te advierto, nadie a logrado convencerle. Nadie... nadie... nadie... Sacudo la cabeza. Tranquilízate Ral. Aunque las chicas, menos Jazmín, me reprochan, me retiro de cafetería hacia tercera planta, para buscar a Hange en su salón ( por que aún no esta en receso ), es más fácil encontrarla en horarios de clase que en receso. La busco donde normal mente está a estas horas: En el laboratorio o en el aula. Voy al laboratorio pero este se encuentra totalmente vacío, asi que me asomo a su salón, la busco con la mirada, entre la m******d y nada, tampoco esta. Qué fastidio. Dónde se esconde? es una experta en desvanecerse. Siempre que la busco pareciera que se hace de rogar. Encima de eso, me sobrecoge la ansiedad, por qué también debo buscar a ese chico. Zeus dame fuerza. Bajo a primera planta y la busco en biblioteca, tampoco la encuentro ahí, nada más falta que vaya gritando su nombre por toda la escuela, a ver si así saca la cabeza de alguno de sus libros. Es una chica grande cómo puede perderse así de fácil? El timbre suena anunciando el final de mi receso y el comienzo del receso de los bachilleres. Salgo de la biblioteca. Una hora, nada más tengo una hora. Subo a prisa a tercera planta, doy un traspié en el último escalón, pero ( por suerte ) no me voy de bruces. Qué vergüenza. Miro a los lados. Al parecer nadie me vio. Por gracia de alguna divinidad que habita en el cielo no hay testigos. El aula "A" es la más cercana. Tal vez, sea más fácil buscar a ese tal Levi. Me quedo cerca esperando pero no le veo salir. Casualmente, una chica castaña y una pelinegra salen juntas de la susodicha aula. — Disculpen... Se detienen y me acerco. — Saben dónde está Levi Ackerman? Llevo un rato esperando pero no le he visto salir. No tengo ni idea de por qué, pero al decir su nombre las chicas se miran entre sí, poniendo mala cara. — No sé muy bien, lo llamaron a no sé dónde en la cuarta hora. Espeta arisca la castaña. — Pero casi siempre está con Zoé en el laboratorio, tal vez este allí, o en la biblioteca. Si no lo encuentras en esos lugares, no sé donde se pudo meter ese tipo. Dicho esto, pasan de mi, siguiendo su camino. — Gracias? Mi confuso gracias queda en el aire. Vaya que a estas dos no les cae bien. Esto sólo me deja dos interrogantes: Qué tipo de persona será? Y por qué Hange se rehusó a decirme algo? Mi conciencia me ha martirizado toda la mañana en vano. Voy al laboratorio. En estos momentos me viene bien encontrar a cualquiera de los dos. Abro la puerta esperando otra cosa menos, a la rubia, alta del día anterior, a quien he asustado con mi brusquedad ( que incómodo ). — Disculpa, no quise asustarte... Pensé que encontraría a Hange por aquí. De casualidad sabes dónde está? La rubia se repone del susto y me observa atentamente. Espero no me digas que no sabes por qué estallaré. — Tú eres la chica de ayer, no? Asegura sonriéndo y extendiéndome su mano de finos dedos. Un gesto demasiado formal, demasiado para practicarlo en la escuela... Me gusta. — Soy Nanaba, Hange y yo somos compañeras de aula. Le doy la mano y nos saludamos. — Ella ha llamado temprano, y dijo que no vendría, creo que ha pillado un resfriado. Es enserio? Me siento ridícula, la he buscado como idiota por toda la escuela y ella ni siquiera ha puesto un pie acá. — Entiendo... tal vez le llame por la tarde. Sonríe y comienza a limpiar sus utensilios de laboratorio. —Me puedes ayudar en algo más? Pregunto, la voz me suena aguda. — Claro, dime, qué necesitas ? Responde sin mirarme, cierro los ojos cansina y suspiro. — Tienes idea dónde puedo encontrar a Levi Ackerman? Detiene sus movimientos y me mira. — Verás... cursamos algunas clases junto a él, pero Levi es de otra sección, así que... no sabría decirte... Aún que, si es muy común verle en la biblioteca o la terraza. Al fin, alguien amable. — Muchas gracias, Nanaba. Salgo del laboratorio, doy unos pasos, me detengo y regreso. — Por cierto. Levanta el rostro. — Soy Petra. Sonríe cálida y vuelvo a mi andar. El buen sabor de boca, que Nanaba me ha dejado, dura muy poco, pues he subido a la terraza pero, aquí no hay nadie. Tengo la impresión que él se parece mucho a Hange, en el sentido de que, es una cruz encontrarlos. A ver, piensa Ral, piensa. Laboratorio, biblioteca, terraza... Dónde? en el aula, en el salón de música, en el teatro, en la piscina, en la cancha, en el campo? Dónde demonios? Hay demasiados lugares donde buscarlo, maldita sea. De regreso, volteó en dirección del pasillo que dirige al aula "A" debería ir? Estoy harta de buscar pero... si voy nada pierdo... no ? Suspiro y me aventuró hacia la ya dicha aula. Por favor aparece, por favor aparece, rezo mentalmente. Llego y frente a la puerta, suspiro muy hondo. La paciencia es una virtud Petra, es una virtud. Abro despacio y sin ruido. Mis ojos Centellean al verlo ahí, oh, gracias universo. Entro y cierro la puerta a mis espaldas, con seguro, para evitar interrupciones indeseadas. Esta repantigado en la silla, con la cabeza echada hacia atrás y las manos juntas en el regazo. Me acerco y lo observo, está dormido, no hay duda. — Oye, despierta. Murmuro. Al no ver su reacción, me inclino levemente sobre su rostro, dudando si está dormido o desmayado. Nadie puede dormir tan profundamente. Pensando en esto... recorro su rostro con mis ojos. Tiene un cutis muy limpio... y su piel blanca contrasta con el n***o profundo de su pelo que esta un poco regado sobre sus espesas y delgadas cejas, las ojeras bastante pronunciadas no le restan belleza a su rostro, algo curioso, por ultimo observo un instante sus finos labios de un tenue rosa. Posee una apariencia que engancha mi atención. Una media sonrisa se me escapa y me repongo al instante. Compostura, Ral. No había considerado que lo estoy observando muy significativamente. — Levi. Murmuró nuevamente, pero al parecer tiene el sueño pesado, seguro despierta si le toco, sólo ruego por qué no tenga mal humor al despertar. Me sostengo el cabello tras la oreja, tocó su brazo y lo muevo suavemente. No sé como, pero a una velocidad que me deja perpleja me coge fuerte por la muñeca, tampoco sé por qué el momento en que abre los ojos lo percibo en cámara lenta... Esos ojos, las ventanas de su alma, de un discreto azul metálico que me miran fijamente, mientras se endereza en la silla. - Qué m****a estas tratando de hacer? Lo escucho decir con voz perezosa, sin darme tiempo siquiera de procesar lo que acaba de pasar y con reacción apenas suficiente para dar un brinco por la sorpresa cuando me cogió por la mano. Intercambiamos miradas, la suya con más enojo que confusión y la mía sorprendida. Pocos segundos de un silencio incómodo se extienden hasta que decido cortarlo cuando percibo que su presión en mi muñeca es excesiva. — Podrías soltarme? Eso duele. Miro su mano en mi muñeca y él tambien dirige su mirada al agarre pero no me suelta sino que afloja considerablemente su fuerza ejercida, examinándome atentamente; lo miro a los ojos, que a decir verdad, son muy bonitos pero fríos. Su molesta mirada amenaza a partirme en pequeños pedacitos y luego volverme polvo. Tomo valor y sigo. — He venido porque me han hablado sobre ti, escuché... Carraspeo. — ... Que eres muy inteligente, un prodigio y eso es de interes para mí. Casi me es palpable el desdén que desbordan sus ojos, aunque su expresión es totalmente estoica. Es en éste punto donde él debería hacer algo más que mirarme y también debería soltarme. Frunzo el ceño y abro mi boca para decir algo pero me interrumpe. — No creo que vengas a elogiarme... Asegura, mirándome serio a los ojos. — Si, tienes razón, realmente vengo a proponerte algo. Frunce el ceño momentáneamente. — La persona que me recomendó debe odiarte como para enviarte a mí sin advertirte... Entendió bastante rápido, pero esa respuesta no es la que esperaba. — Algo pude escuchar. Me dijeron que nadie puede contigo. Ante mis palabras alza sutilmente una ceja, mientras yo miro nuevamente su agarre, pero él no aparta sus ojos de mi cara. — Bueno, gracias a que eres tan receptivo me ahorras las explicaciones y paso a decirte la parte que a ti te beneficia. Intuyo que las ofertas anteriores eran muy pequeñas, casi un robo; en cambio te ofrezco dos... No, cuatro veces más; y si no quieres dinero puedo darte joyas, ropa de edición limitada o algún objeto del mismo valor. Le sostengo la mirada y por un instante creo ver un imperceptible ademán de sonrisa o una mueca parecida, pero debido a su expresión impasible no estoy segura. — Mi primera impresión sobre ti... es que dices puras mierdas, aún más que la mocosa con complejo de zorra que me topé hace unos días. Habla anodino, sin dejo de emoción en su voz, pero vaya palabrotas que no transmiten la pasividad de su voz. Mocosa? Puras mierdas? Complejo de zorra? Muchos insultos en una sola oración. Y tengo la corazonada de que conozco a esa zorra. — Has hecho un intento bastante inútil, niña... Bien, cambio de táctica. — No entiendo, acaso no te gusta lo que te he ofrecido? Su mirada escrutadora da un sentimiento de que me mandará muy lejos. Me daría menos impresión su mirada sino me mantuviera sujeta. — No entiendes? Tienes esa cabeza tan hueca que a pesar de saber sobre mí seguiste pensando que contigo sería diferente? Ignoro su ironía y respondo: — Por qué no podría ser diferente? Solo debo mejorar la oferta. Dudo mucho que alguien te haya ofrecido tanto como yo, sería un insulto comparar mi oferta con la de otros. Solo debes decirme cual de las opciones que te di quieres. Espero no sea un fetichista. — Tus opciones no me interesan, lo que quiero es que te vayas y desaparezcas de mi maldita vista. Termina de hablar y me suelta, no reprimo la intención de sobar mi muñeca. Me da alivio estar libre de su agarre, pero no me gusta el rumbo que lleva esto. No pienso perder ante él. Tengo que hacer algo. — Enserio no quieres nada? Si pides cualquier cosa, no importa lo que sea, puedes estar seguro que lo tendrás. La molestia comienza a adornar su rostro, pero, en un efímero instante parece que una idea le surca por la cabeza y muda el gesto, mientras me mira de pie a cabeza. El sonido que hace con la silla al ponerse de pie me toma por sorpresa y me saca otro saltito; se acerca mirándome inquisitivo y camina lentamente a mi alrededor, rodeándome como si fuese un buitre. Se detiene frente a mí mirando hacia el suelo y se toca la barbilla, como si sopesara algo de importancia, luego de unos segundos en esta postura vuelve a mirarme a los ojos y habla: — Entiendes que cada quien debería saber limpiarse el c**o por su cuenta? Omitiendo su lenguaje tosco captó lo que dice. — Algunas personas tenemos razones para no querer hacerlo. — Me importan un reverendo carajo tus razones. Tú me ofreces más, pero de todas formas al igual que las miserables ofertas anteriores las tuyas me caen en las pelotas. Oh, vaya que es difícil. — Por qué? Pregunto ya un poco trémula y él alza una ceja. — Porque no tengo inclinación a cosas que tampoco me hacen falta. Entonces solo debo ofrecerte algo que te haga falta? — Entonces, Hablemos. Me coloco un mechón de pelo tras la oreja, mientras él me observa estoico y vuelve a sentarse colocando una mano en su pierna y la otra apoyada en la mesa. — Que Hablemos?... Sigue sosteniendo su mirada en mi cara. — Si... Me llevo las manos a la cadera. — Para qué hablaríamos tú y yo? Pregunta aburrido pero socarrón. Ignoro que percibo esa pizca de socarronería. — Para llegar a un acuerdo, obviamente. Respondo ya con un poco de impaciencia. — Si hablas de acuerdos, debes saber que conmigo perderás más de lo que ganarás... Advierte serio, pero esa advertencia a futuro solo me asegura que aceptará y que por el momento nada más necesita un pequeño impulso. — Lo sé... Pauso. — Pero siempre debo arriesgar algo para obtener lo que quiero. Me muerdo los labios. — Dime una cosa... Dice y lo miro expectante. —De qué me sirve a mí convertirme en tu lacayo? Esa es una buena pregunta. — Te sirve el hecho que puedes obtener lo que quieras de mí? Un raro destello surge en sus metálicos, discretamente azules y fijos ojos que me dan un extraño escalofrío. — Podrás descubrir que si te servirá lo que te ofrezco, Levi. Apoya los codos en la rodillas y une las manos cruzando los dedos. — Eso dependerá de quien seas. Háblame de ti, que haces además de ser... lo que sea que eres. Pregunta, pero sin verdadera curiosidad, es más bien nada más como para estar "al tanto" — Soy la hija de un mega empresario que aporta mensualmente una fuerte suma de dinero a esta institución. Digo lo más dulce que me dan los ánimos al hablar sobre este tema. Queda expectante, como a la espera que diga más pero, no tengo nada más que decir. — Eres una de esas mocosas caprichosas, consentidas y mal educadas. Afirma. Por favor, mal educada? A quien le encanta despotricar, a ti o a mí? — Esos son términos nominales, yo nada más soy atípica y veleidosa. Explicó de la manera más amable que puedo. El voltea hacia la puerta. — A si? Murmura devolviendo su mirada hacia mí. — Dónde radica la diferencia entre capricho y veleidad? Alega entrecerrando los ojos. — Primero, nunca, jamás, obligó a nadie y segundo, no siempre consigo lo que quiero, cuando quiero. Protesto. — Entonces, no logras ni con trampas. Afirma meneando la cabeza en negación. — Debo suponer que llevas tiempo haciendo esto y, a juzgar por tu actitud lo conseguías fácilmente. Hace una pausa. — De modo que todavía no logras algo difícil, por lo tanto tu capacidad queda en duda. Estas aquí Por que aún lo fácil se te ha escapado. El mal manejo de tu mente se refleja en el panorama que te rodea. Quedo mentalmente con la boca abierta. — Acaso tiene importancia? Niega con la cabeza. — Simplemente pienso que es estúpido que tu familia desperdicie su fortuna en tu educación. Se encoge de hombros como dándome largas. — Tú crees? Pregunto actuando inocente. — Es una opinion sin fundamentos, no prestes atención. Una opinion sin fundamentos que se acerca mínimamente a la realidad. — Lo importante ahora es que he encontrado algo que me atrae y me interesa recibir de ti; como tú dijiste, pediré lo que yo quiera. Se levanta y se acerca a mí sin invadir mi espacio personal, pero aún así dejándome sentir el olor de su perfume de aroma tan masculino. Me mira otra vez de forma inquisitiva, pero hay otro sentimiento de su parte que no sé definir. — Tengo en mente mi precio, pero que tan dispuesta estas? Eh? Eso sonó perverso. Antes de poder contestar alguna cosa el timbre suena, sacándome del extraño hipnotismo de su mirada. — Te espero en la terraza, cinco minutos después del primer toque de timbre. Le impongo concisa, mientras me masajeo la nuca. — Después del primero? Dice sentándose. — Si, a esa hora la escuela prácticamente está desolada. arruga el ceño y me mira Incrédulo — Por qué coño en el primero, acaso no puedes esperar al último, como m****a quieres que haga eso? Supura mal humor hasta por los poros. — Busca una forma, sé que puedes... Ser aplicado tiene sus ventajas, no? Le sonrió radiante pero él no cambia su expresión. Okay Mr. Estoico. — Se puntual, detesto que me hagan esperar, si no estás ahí cuando llegue, me iré. Y tambien es mandón — Si, como digas, allí estaré. Me doy la vuelta. —Ah! Una cosa más. Vuelvo a verlo. — Soy Petra, Petra Ral, por favor no olvides mi nombre. Camino apresurada a la salida y siento su mirada pegada a mi espalda, pero lo ignoró. He tenido suerte porque no me topé con nadie al salir del aula. Pero la suerte dura como los segundos en que se puede ver una estrella fugas, pues al llegar a mi aula, la maestra me señala la hora y para guardar apariencias me reprende. En mi mente, por el momento sólo cabe la incógnita por esa pregunta. — Qué tan dispuesta estás?
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