Capítulo 3

692 Words
-¡Atención!- Estaba demasiada nerviosa. Mi corazón tamborileaba en el pecho y sentía las sienes a punto de estallar. Junté los labios y fijé mis ojos en las nubes cargadas que flotaban encima de nosotras. Sentía un friecito horrible subiendo por mi espalda y mis rodillas se doblaban. -Sub oficial Superior Benavides-, dijo el comandante. Di un paso adelante. Las imágenes de la intensa balacera aún bailoteaban frente a mis ojos. Yo estaba parapetada detrás del patrullero y las balas zumbaban arriba de mi cabeza como abejorros dando vuelta. Tres sujetos estaban escondidos en un callejón, disparando sobre nosotros con sus automáticas, tratando de abatirnos. Miré a Manolo agachado y embozado entre sus brazos. -Cúbreme-, le pedí. -¿Qué vas hacer?-, desorbitó sus ojos. -Acabar de una buena vez con todo esto-, subrayé convencida. En cuclillas me culebreé por entre unos basurales, y me lancé hacia un árbol que rodeaba la manzana. Las balas seguían rebotando en todas partes. Me agazapé y levanté la gorra. Conté hasta tres. Y abrí fuego. Duarte también hizo lo propio. -Felicitaciones por su labor en el campo del deber- Apreté los puños. Cerré los ojos y mi corazón se aceleró aún más. Mis piernas se doblaban como mantequilla. Hasta ayer era brigadier. Logramos abatir a los sujetos. A los tres. Jamás había matado a nadie. Ahora había masas informes, en medio de enormes charcos de sangre, junto a mis pies. Tragué saliva y cerré los ojos. Justo ululaban muchas sirenas y los patrulleros rodearon las esquinas. Los curiosos empezaron a asomarse tras las casas, en los ventanales, en los jardines, acercándose sigilosamente. -Gracias, señor-, dije fuerte, inflando mi pecho. -Siga así, Sub oficial Superior Benavides, puede retirarse- El capitán arrugó la boca. Me miró con la cara ajada. -¿Qué fue?-, preguntó tosco. -Robaron una agencia bancaria, mi capitán. Nosotros nos dirigíamos a migraciones, cuando advertidos por los vecinos de un asalto en progreso, nos acercamos y los sujetos emprendieron la huida. Iniciamos, de inmediato, la persecución y los sospechosos se escondieron en este callejón. Después que nos estacionamos fuimos recibidos por una lluvia de balas. Con el oficial Duarte logramos abatirlos, señor-, expliqué tratando de mostrarme serena, lo que era imposible. Saludé marcialmente a mi comandante, giré sobre mis talones y me puse en mi lugar. Bertha me pateó el tobillo. -Bien, loca-, me susurró. Luego premiaron a Manolo. No lo ascendieron sin embargo estaba feliz. Me miró con sus ojazos negros tan dulces. Yo dibujé un corazón con mis manos. La noticia salió en todos los diarios. -Chica policía abate a tres delincuentes-, con mi foto en el escenario del tiroteo. Yo estaba roja como una manzana. Mi madre me había preparado mazamorra morada y los amigos y parientes no dejaban de timbrar el teléfono fijo y también mi móvil. -Eres una heroína, Fernanda-, decía mi madre contenta, columpiándose en mi cuello. Trataba de estar serena. -Solo cumplí con mi deber-, sonreí. Mi hermana Claudia se tomó un selfie conmigo y se la mandó a todas sus amigas de la universidad. -Eres el personaje del día-, decía ella contenta, brincando emocionada. Terminé la mazamorra (estaba deliciosa) miré a mi madre y le dije, recién de mi ascenso. -Uyyyy, hija, honor al mérito entonces-, me dijo contenta, besando mi frente. -Tu padre estaría mu orgulloso de ti-, me subrayó. Era verdad. Mi papá siempre ansió que ingresara a la policía y siguiera sus pasos. Él era un héroe, también, en la fuerza, entregándose en cuerpo y alma por la institución. Murió en una refriega con unos delincuentes, cuando yo aún no terminaba el colegio. El dolor intenso, entonces, se convirtió en la fuerza que me hizo seguir adelante y culminar el sueño dorado de mi padre: ser policía. En la noche me llamo Manolo. -Fuiste muy valiente, Fernanda. No te lo dije, pero me dejaste admirado de tu valentía y arrojo-, exclamó conmovido. -Tú también estuviste muy bien, te merecías el ascenso-, le dije emocionada. -Bah, eso es lo de menos. Lo importante es que somos tal para cual-, volvió a la carga. -Idiota-, le dije y los dos estallamos en carcajadas.
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