Monteza no trabajaba más cuidando carros. Cuando lo fui a buscar ese fin de semana, el chico que lo había reemplazado, me dijo que él ya no quería saber nada del callejón de los malditos. -Se ha mudado a otra zona-, fue lo que me dijo, sonriendo, fumando un cigarrillo. Estaba, otra vez, como al comienzo, sin saber dónde encontrarlo y poder entablar una amistad con él. Desilusionada, decidí irme a mi casa, cuando me encontré, de casualidad, con una amiga del colegio que estaba haciendo una diligencias por la zona. -¡Fernanda!-, se entusiasmó ella cuando me vio cabizbaja, deambulando por las esquinas, rumbo a mi casa. Andrea trabajaba como promotora para una editorial y le iba muy bien, aunque su trajín era muy intenso, visitando muchos distritos en un día, llevando textos, libros, enca

