Habíamos hecho un exitoso operativo de prostitución clandestina, interviniendo hostales de dudosa reputación, incluso hospedajes clandestinos, con decenas de personas detenidas. Ya era casi la medianoche, estaba cansada, había presentado mi informe del día, guardaba mi cartuchera en mi casillero y estaba cambiada, cuando me llamó Molinari.
-Oye, estoy libre aquí cerca, vamos a comer que me muero de hambre-, me dijo entusiasmado.
Yo también me moría de hambre. La redada duró muchas horas y me sonaban las tripas, je.
-¿Dónde estás?-, pregunté.
-En el parque, apúrate que me estoy comiendo mi mano con mucha mostaza-, echó a reír.
Fui de prisa, casi corriendo, y lo encontré sentado en una boca, con su amplia sonrisa contemplándome divertido.
-Cada vez estás más hermosa-, me subrayó conten
