Capítulo 2

1369 Words
Tardaron varias horas en llegar desde Nueva York hasta Montana. Isole durmió casi todo el trayecto, sumida en un sueño profundo y medicado. Sarah, en cambio, no cerró los ojos ni un instante. Pasó el viaje con la frente apoyada contra la ventanilla, mirando sin ver el paisaje que corría al otro lado del cristal, reviviendo cada mala decisión que la había llevado hasta ese punto. Durante varios años creyó que podía tenerlo todo: dinero, poder... incluso al magnate Greg Waldorf. Ya casi lo tenía en sus manos, y ahora estaba huyendo. No solo de la ciudad, sino de su vida entera. El hospital psiquiátrico le entregó varias recetas para Isole. Sarah la observó dormir con el rostro sereno, y por un momento se preguntó si realmente necesitaba esa medicación... o si alguien intentaba silenciarla, hacerla pasar por loca. Después de todo, ni siquiera ella parecía saber quién era realmente su hermano. Eso era lo que tenían en común: ambas habían sido utilizadas por Isaac White. Isole se despertó sobresaltada, respirando con dificultad. Balbuceó una disculpa, pero Sarah prefirió no decir nada. Había aprendido a desconfiar de lo inexplicable. Al llegar al aeropuerto, tomaron un taxi en silencio, rumbo a la granja de la tía Mary… un destino que a Sarah le sabía a castigo. –Llevenos aquí, por favor –le dio la dirección. –No me has dicho a dónde vamos –comentó Isole. –Mi tía Mary tiene algo así como una granja, es mejor de lo que piensas –mencionó Sarah –. Al menos eso espero –murmuró –. Pero solo será unos días hasta que podamos volver a Nueva York. –Nueva York tiene mucho ruido –suspiró Isole –. Supongo que una granja debe ser más tranquila, eso está bien. –Si, estaremos bien aquí, ya lo verás. Sarah intentaba ser positiva para ella misma, nunca había visto una granja en toda su vida, pero si se mantenía en casa seguro todo iba a estar bien, aunque su primera impresión al bajar casi la hace subirse al taxi de nuevo. Había llovido el día anterior y el lodo estaba en algunas partes, el taxi las dejo a varios metros de la entrada, no se atrevió a ir más allá, así que tuvieron que bajar sus maletas, Sarah también estaba escandalizada, pero al ver lo asustada que estaba Isole, quiso animarla. –Ahora está un poco sucio, pero solo es por fuera –sonrió. Sin embargo, en ese momento las dos dieron un brinco por el susto al escuchar un sonido a lo lejos, no puede ser, todo esto se veía realmente aterrador, ¿acaso era una granja embrujada? –¿Qué fue eso? –dudó Isole. –No… no lo sé – A Sarah le tembló la voz –. Será mejor que vayamos a la casa. Tomó su maleta y se apresuró a ir en dirección a la casa. –Sarah, espera –le pidió Isole. –Vamos, apúrate. Sarah se dio la vuelta y en ese momento no se dio cuenta que su pie fue directo al lodo, estaba espeso y resbaloso, intentó mantener el equilibrio, pero fue inútil cuando el pie se le enredó, estaba por caer cuando sintió unas manos grandes en su cintura que la sostuvieron. –Hey, hey, hey, cuidado señorita, este lugar no es para correr. Sarah sintió un escalofrío cuando escuchó la voz cerca de su oído. –Suélteme, Suélteme. –La suelto –el hombre levantó las manos, Sarah se tambaleo, pero está vez no cayó. Lo primero que vio Sarah fueron sus botas, luego sus vaqueros y su camisa a cuadros, por último lo vio por completo, un hombre alto y grande, llevaba un sombrero, era como un vaquero de esos que aparecen en las películas, aunque a este no le hizo mucha gracia verlo. –¿Quién eres tú? –le preguntó molesta. –Yo deberia hacer esa pregunta considerando que eres tú la visitante –le señaló la maleta. –Sarah, ¿estás bien? –le preguntó Isole al llegar a su lado. Fue cuando Sarah vio sus zapatos llenos de lodo y empezó a sacudirlos. –No puede ser, son mis Salvatore Ferragamo –chilló Sarah. –Supongo que el caballero entenderá –mencionó el vaquero –. ¿Quiénes son ustedes? –Mucho gusto –Isole extendió su mano –. Soy Isole y ella es Sarah, venimos a ver a su tía Mary. Sarah le dio un jalón en la manga. –¿Cómo le dices eso? ¿Y si nos quiere secues.trar? –Ah… bueno… pensé que podría ser de por aquí –señaló Isole. –Insinúas que por mi aspecto soy de aquí –cuestionó el vaquero. –Lo siento –intervino Isole –. No quise decir eso, es solo que como pasó y no hay nadie más… –Si se ve que eres de aquí –rodó los ojos Sarah. –Sarah… –¿Qué tiene? –ella encogió los hombros. –Mary está en la casa –señaló el vaquero hacía la puerta –. Vamos yo las llevó. Les quitó las maletas y aunque al principio Sarah se resistió un poco, finalmente se la dejó, lo que a ellas les costó llevar con ambas manos, al vaquero parecía llevar las maletas con tanta facilidad, Sarah se distrajo, la camisa le quedaba bastante ajustada, podía ver los músculos de su espalda moverse, nunca había visto a alguien así en la ciudad, cuando sintió que lo veía demasiado, bajó la mirada a sus zapatos, ojalá pudiera repararlos, apenas había traído tres pares y estos aunque no eran sus favoritos se le veían bastante bien. –No nos has dicho tu nombre –Isole se animó a hablar. –No le hables –la regañó Sarah. –¿Por qué? Ni siquiera Sarah sabía por qué exactamente, pero no quería hablarle a ese hombre, subieron las pequeñas escaleras y cuando iba a abrir se dio la vuelta hacía ellas. –Soy Mark Mathews y… En ese momento la puerta se abrió y una mujer rubia salió con una gran sonrisa. –¡Sarah! ¡Mi niña! –corrió a abrazarla. –Tía Mary. Ahora que las veía juntas, Mark se dio cuenta de lo mucho que se parecían, aunque Sarah llevaba el cabello liso y bastante maquillaje mientras que Mary era más de cabello ondulado, de ropa sencilla y sin maquillaje, seguramente sin tanta pintura serían iguales. –Cariño, te extrañe tanto. –Tía, ya no volviste a la ciudad. –Oh… no puedo, ya sabes desde que Teddy mu.rió me he tenido que hacer cargo de todo esto, sino fuera por Mark… –fue cuando lo señaló y él reaccionó, ella se dio cuenta que lo tenía al frente –. Mark, cielo, ya llegaste y con esas maletas. –Son de ellas –señaló a las dos chicas. –Ah… hola señorita –saludó Mary. –Tía, ella es mi amiga Isole y me acompañó, espero que no te moleste. –Por supuesto que no –sonrió –. Aquí hay mucho espacio y entre más mejor, cierto. Mark negó con la cabeza, la única que se dio cuenta fue Sarah y le dieron ganas de tirarle el zapato lleno de lodo, tal vez así se limpiaría un poco. –En fin, vamos adentro, les mostraré todo y comeremos algo, seguro vienen hambrientas, Mark puedes ir a dejar esas maletas arriba, gracias cielo, te espero en la cocina. Mark siguió su camino hacía las escaleras mientras que las chicas se quedaron con Mary, Sarah se sentía bastante aliviada al verla, tenía buenos recuerdos con su tía Mary, le había mostrado las mejores tiendas en Nueva York y le había dado su primer set de maquillaje, por supuesto eso fue antes de que se casará y se fuera a vivir lejos, apenas la vio un par de veces en reuniones familiares, aunque no era tan gratas en su familia, pero su tía era lo único que la animaba a ir, podía hacerlo, quedarse solo unos días en esa granja y luego regresar cuando todo estuviera arreglado, esto era sencillo, podía hacerlo.
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