Lo que me niego a callar. Caleb. Me acerqué a su puerta con el corazón retumbando. Había pasado semanas esquivando la verdad, disfrazando mi deseo con silencio y mis emociones con cuidado. Pero ya no más. Camila estaba sentada en el borde de la cama. Vestida con una camiseta suelta, su rostro bañado por la tenue luz del atardecer que se colaba por la ventana. Me miró al verme entrar, y no hubo sorpresa en sus ojos. Solo una calma que me hizo dudar si sabía lo que venía a decir. Me senté frente a ella. No necesitaba rodeos. —Te amo, Camila. Desde el primer momento en que te vi, sin saber por qué. Desde que te vi abrazar a esos niños como si el mundo dependiera de ellos. Desde que vi tu fortaleza envuelta en miedo y ternura. Ella bajó la mirada. Acarició sus brazos, como si busca

