—¿Con quién estabas? —preguntó Aisha en voz baja, conteniendo la tormenta que se agitaba dentro de ella. No fue un reproche, sino una pregunta cargada de vulnerabilidad, como si temiera que la respuesta quebrara algo dentro de ella. Dio un paso más, acortando la distancia entre ambos, y aspiró suavemente el aroma de su cuello. Buscaba una señal, un indicio de traición, pero lo único que encontró fue el olor cálido del whisky y el frío de la lluvia aún impregnado en su piel. Edrick no se movió. Sus manos, firmes pero contenidas, se posaron en la espalda de Aisha, acercándola a él con una naturalidad que desarmaba. Una de sus manos subió hasta su cabello húmedo y suelto, obligándola a levantar el rostro. Sus miradas se encontraron, y por un instante, el tiempo pareció detenerse. Había algo

