Capítulo 2

793 Words
P.O.V de Jessica. Durante el viaje casi nadie habló e intenté hacer notar cuán enfadada estaba, pero a mis padres se ve que mi felicidad no les importa mucho. De hecho, ni siquiera yo sabía porque nos estábamos yendo de la ciudad, pero bueno, Michael quiere hacerse el misterioso de vez en cuando e intenta hacernos pensar que tiene una vida interesante, lo cual no funciona, rotundamente. Después de tanto pensar y darle vueltas al asunto, caí en un profundo sueño. • • • Mientras me sacudían levemente sacándome de mi ensueño, la voz de mi mamá resonó en mi cabeza. —Chicos, ya llegamos.— anunció ¿Emocionada? No lo sabía, estaba demasiado cansada como para saberlo. Cuando abrí los ojos y miré por la ventana del auto mi enojo se desvaneció. No lo podía creer. L a casa que se encontraba frente a mí hacía que la palabra hermosa y bellísima parecieran diminutas. «Quizás y sólo quizás, valió la pena alejarse de ese pueblo mugroso ¿No crees?» habló Allison desde un rincón de mi mente. Y no puede evitar pensar que lo que decía era verdad, tal vez tenga un poco de razón con respecto a mi darnos, pero sólo un poco. Entré y la construcción era aún más linda que el frente, pero me recordé a mi misma que no debía mostrarme alegre frente a mi padrastro aunque por dentro saltaba de la alegría. Subí las escaleras y me dirigí a mi habitación, la cual me habían indicado que estaría, llegué y pensé en que aquél el día no podría ser mejor. Mi cuarto era simplemente perfecto, ya estaba decorado y amueblado con un estilo moderno pero con un toque femenino. Creo que el enojo ya había desaparecido, pero aún no pensaba admitirlo. Fuí corriendo y me lancé de un salto hacia la cama cayendo boca abajo, estaba tan cómoda que tuve intenciones de volver a echarme a dormir, pero me di cuenta que tras 5 horas de viaje mi estómago reclamaba por algo de comida. Bajé las escaleras dirigiéndome hacia el comedor pero al llegar no vi a nadie, recorrí la planta baja de la casa en busca de mi familia y descubrí que también había un patio, el cual tenía una enorme pileta, alrededor habían reposeras y sillas en las que se encontraban Tom, Michael y Melissa. Detrás de ellos se encontraba una sombrilla incrustada en el pasto. También había una pequeña galería.  Una cosa era que Michael tuviera plata para cambiar el coche nuevo por uno más nuevo aún, pero aquello era imposible. Me acerqué corriendo a ellos y les pregunté: —¿De donde han logrado sacar tanto dinero? —Pregunté, acusándolo con el dedo. Nadie parecía contento de que interrumpiera la atmósfera de paz que se había creado recientemente. Él respondió con una carcajada y negó con la cabeza mientras sonreía, como si yo fuera una tonta y no viera algo obvio, pero yo insistí con mi cuestionario. —¿Asaltaste un banco?¿Vendes droga en callejones?¿Matas gente por dinero? Melissa frunció el seño, dando a entender que no estaba a favor de mi actitud. —Digamos que como jefe de la empresa me va bastante bien. Demasiado, quizás. —Ajá...— entrecerré los ojos, algo estaba tramando. Pareció herido ante mi sospecha, lo cual, llenó de un agradable calor mi corazoncito. Si él sufría, yo disfrutaba. —¿Acaso no me crees?— dijo, posando una mano en su pecho. —Ni una sola palabra. Rodó los ojos y alzó las manos al cielo, dando a entender que yo era imposible. A mamá de le escapó una pequeña risita de sus labios y la fulminé con la mirada. Esto era serio, él era diabólico. —Cambiando de tema....¿Quién quiere ir a comer? —no me había tomado muy en serio, al parecer. —¡Yo! —gritaron todos al unísono. —De acuerdo, los invitaré a comer— me echó una rápida ojeada como si fuera a agregar algo sumamente importante— ¿Eso les parece bien? Y esa es la historia de cómo me subí al auto por milésima vez en el día, ahora en busca de comida. Bromeé con Allison. Nos decidimos por un restaurante que lucía como nuevo y tenía un estilo de aire hogareño y nos sentamos en una mesa del fondo, la pasamos bien, ya no estaba enojada y todos parecían pasárselo bien, dentro de todo. Minutos después, vino la mesera, nos pidió la orden y entre charla y charla la comida ya estaba lista.  De pronto, casi contra mi voluntad, mi atención se desvió a la ventana, por la que justo ví pasar a un chico de alrededor 22 años que caminaba por la vereda, me miró y sonrió levemente para luego seguir su rumbo. Una pequeña descarga me recorrió entera ¿Pero que demonios...? Juraría no haber visto a ese chico jamás en mi vida. Volvimos a casa y me dispuse a prepararme para el primer día de entrenamiento en el Instituto. Procuré dormir, pero sabía que los nervios me dejarían despierta hasta tarde.
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