Una semana después Ainara se ajusta a la casa, a la cama que se dispuso para ella, la preciosa habitación y a la ducha matutina que ofrece Berta y en ocasiones Lorena, nunca Julián, ya que alega que las niñas no deben ser vistas desnudas, aunque para Sara es más bien una excusa para no enfrentarse a pañales sucios. Toda la perfección sucede en el día, sin embargo, en las noches la casa toma otro ambiente, la pequeña no duerme cómoda en su habitación y quiere compartir cama con sus padres, se despierta constantemente y Sara a fuerza duerme una o dos horas completas, mientras que su esposo entre el trabajo y la escasa responsabilidad que asume de su hija alega estar todo el tiempo cansado. -Lo se Berta, lo sé. Es solo que no quiero tener que discutir el tema con él, ¿no se supone que por s