Como la primera vez.

2032 Words
Napoleón. Su piel parece de porcelana y sus ojos asemejan un cielo despejado, la fortaleza de su personalidad me abruma, la destreza de su desenvoltura me agobia, pero su frescura, su pureza de corazón me atrapa en una nube suave y cómoda de donde no deseo salir jamás. Ella resurgió de las cenizas y llegó a mí, para hacerme rabiar y sentir que estoy vivo. Para poner a prueba mis instintos y esa conciencia enterrada en un abismo. Ella es fuego y hielo, frio y calor, felicidad y dolor... Ella es mi amor… — Me encanta este espacio de la sala para ti - la observé con el ceño fruncido mientras metía los dedos en el pastel de chocolate. — ¿Solo para mí, pensé que era nuestro? - pregunté y ella me quitó el menaje — ¡Hey, dame! - hice un puchero y ella sonrió — Yo necesito fuerzas porque tú tienes la juventud. Puso los ojos en blanco ante mi decadente declaración. Se paró de puntitas y depositó un beso en mis labios. De inmediato mi cuerpo se convirtió en un tizón, ese solo toque me prendió en fuego. — Quiero aquel espacio para mí, no me gustan los sitios cerrados – se separó de súbito y me quedé helado, ladeé la cabeza sin comprender y ella puso los brazos en jarra — ¿Pasaremos tiempo juntos aquí, cierto? - asentí con una mueca interrogante — Entonces quiero justo aquí - en el centro de la gran sala — Un sofá grande color n***o y dos puff color blanco ¡todo en terciopelo! acá una mesa en madera pulida con el tope de cristal y... - se giró ciento ochenta grados y disfruté de su bello trasero — Una televisión de ciento veinte pulgadas marca Samsung 39 A 48 - abrí los ojos como platos — Es 4K ¡están por todas partes! - no hice más que sonreír, ella volvió a rodar sus preciosos ojos — ¿Solo los has visto en la oficina? - negué — Entonces creo que debo remodelar tu oficina - no supe que decir, se veía tan hermosa haciendo planes que casi me siento en el sofá n***o. — ¡Cielo, tu puedes hacer lo que desees! - ya me resigné, ella me tiene en sus pequeñas manos y no quiero soltarme. — Eso es una declaración peligrosa Tigre ¿no crees? - se acercó de nuevo como la Tigrita que es y pasó los brazos arropando mi cuello. La tenía tan cerca que podía sentir su respiración en mis labios. — ¡No tengo escapatoria y no pretendo buscarla! - sabe que me tiene rendido a sus pies, o por lo menos eso espero, la amo y aunque no lo diga ella... lo sabe. Sus preciosos ojos se llenan de lágrimas, esta es la parte en que yo me comporto como un varón pero ante sus lágrimas soy un bebé de pecho. La aprieto contra mi cuerpo, es la mejor sensación, me deleito con su olor y lo calentito de su piel, escucho un sollozo y levanto su rostro alarmado por eso, me mira y sonríe aunque las lágrimas bañan la piel de sus mejillas rosadas porque a fin de cuentas es una niña... mi niña. Mía. — ¡Yo... te amo! - esa declaración hincha mi pecho y me humedece los ojos, sé que no es justo ya que ella no tiene problema en decirlo, pero a mí me cuesta aún un poco. — También yo mi cielo, también yo - la beso sellando un pacto en el que nos entregamos al hecho de que deseamos estar juntos y en el que nada podrá separarnos. La levanto por las piernas pasando el brazo detrás y acomodándolo en su espalda, ya ha llegado la hora de consumar este amor que ni siquiera sabíamos que era tan fuerte. Mi corazón quiere salirse de mi pecho, siento el cuerpo flácido y la tensión en cada músculo hace que me duela el cuerpo. Llego a la puerta de la habitación y quedo pasmado, aturdido a causa de lo hermoso que se ve, la cama doble estilo trineo en madera de cedro color caoba y las mesas de luz en perfecta armonía con el peinador y la madera del closet gigante, pero lo más impactante son las puertas corredizas de vidrio que dan paso al balcón inmenso, dejando ver una arboleda perfectamente cortada y detrás un bosque con caminos empedrados que son prácticamente de cuentos de Hadas - muy poético ¿no? - las persianas blancas hacen juego con las sábanas de la cama y la poltrona también en madera con cojines blancos, todo es blanco y pulcro, casi impoluto. — ¡Dios mío Napoleón esto es maravilloso! - la bajé, estoy impresionado con esa chica, espero haber gualdado su número de teléfono. — ¡Si, bueno... yo, quería que fuese especial! - se giró y volvió a besarme, robándose mi aliento, mi vida en un beso dulce e intenso, tímido y demandante, ávido y deseoso. Quitó mi chaqueta y pasó las palmas por mi pecho en una caricia que me sacó un gemido gutural muy bajo, estoy excitado, mi cuerpo responde con voracidad a sus caricias, normalmente la detengo pero hoy solo somos ella y yo en nuestro refugio, nuestro nido de amor, sus manos viajan a mi espalda, mantengo la compostura para no acelerar las cosas y ella me mira como si fuera lo único y verdadero en su vida, ella es una sobreviviente igual que yo, y como tal nos cuidaremos mutuamente, o al menos yo así lo haré. Jamás permitiré que le hagan daño, no de nuevo. Continúa su recorrido hasta llegar a la cinturilla de mi pantalón, introduce los dedos llevando a mi espina dorsal una descarga eléctrica que me deja sin aliento, aprieto su pequeña cintura en un acto de supervivencia, ella es mi tabla, mi refugio mi... hogar. Saca la camisa y separo mi cuerpo para darle espacio, mi corazón amenaza con ahogarme por la rapidez con la que corre y mi respiración entrecortada no hace más que empeorar las cosas. Mi niña traviesa lo nota y acaricia mi piel desnuda por debajo de la prenda, la cual se eriza haciendo que mi cuerpo sufra espasmos involuntarios y que el dolor se traslade no solo a mis articulaciones sino al escroto también. — ¡Nena! - la tomo del mentón para besarla, se deja hacer y me proporciona una satisfacción sin igual. Hago que camine hasta la cama en reversa, al tocar el colchón, rompo el beso y la observo detenidamente, sé que lo desea igual que yo pero necesito que me corrobore sus ganas sin ningún impedimento, sonríe con ojos oscuros por el deseo y asciende nuevamente buscando mis labios en un beso devorador y necesitado, busco el cierre del vestido para abrirlo, dejar escapar su cuerpo y que su desnudez excite mi ser - si se puede más – dándole paso a una entrega pura y virginal porque para mí ella… aún es virgen. La saco de su crisálida y al rozar la yema de mis dedos contra su piel arquea su espalda en un acto puramente instintivo, su respiración entrecortada y el temblor me avisan que no solo se encuentra excitada, sino que se siente vulnerable y tímida. Mi ego se dispara. No es un secreto que mi edad supone un impedimento para que seamos perfectos, es impulsiva y dominante, pero es joven e inexperta y eso es preocupante en el momento de tomar decisiones importantes. Trazo una línea de besos húmedos desde sus labios hasta el valle entre sus preciosos senos, se encuentran duros, llenos por lo rápido que corre su sangre a través de su torrente sanguíneo. Traspaso la barrera del sujetador hacia abajo por su abdomen y el vientre, gime y ríe encantada por la caricia, saboreo su perfecto ombligo y sus manos tiran de mi cabello mientras mueve la cadera en círculos tratando de dominar sus emociones. Es imposible. Yo no me siento mejor. Cada parte de mi cuerpo se encuentra en tensión y cada fibra de mi ser grita su nombre, ruega por ser suyo y tiembla ante, su presencia. — ¡Oh Dios, Napoleón! – grita cuando arrastro los dientes por su piel y dice otras cosas que no entiendo y mi risa cae con mi propio aliento sobre su pubis aún cubierto por el encaje de su exquisita braguita de seda ¡Dios, está matándome! Soplo, rozo con la nariz su entrepierna y tiembla incontrolablemente balbuceando palabras incoherentes, su pelvis sube tratando de hacer fricción y se lo concedo. Pego mis labios a su zona íntima que se encuentra empapada, tira de mi camisa y la saca por completo, ya sus gemidos son gritos y la desesperación la arropa, pero no me detengo hasta que estalla en un delicioso orgasmo que la rompe en mil pedazos. Sus uñas rasgan mi piel y me siento eufórico, saco el cinturón y ella disfruta del espectáculo entre jadeos y tratando de respirar, abro el pantalón porque decido que hay mucha ropa entre nosotros y estoy a punto de correrme al ver su rostro lleno de deseo y su roja lengua relamer sus labios. Me. Va. A. Dar. Algo. Cuando se acerca a mi hombría dispuesta a… no, no, no, no señorita, eso aún no se va a dar. Tomo sus manos y la detengo, trata de liberarse y no la dejo, me aparto, termino de desnudarme. Escucho su jadeo al ver mi m*****o grande y muy motivado. De rodillas en la cama solo vestida con esas braguitas que parecen un cielo por lo azules que son, estira los brazos para llamarme abriendo y cerrando las manos como mi Sol de Verano. Pero en ella se ve erótico. ¡Dios Santo estoy babeando! No me hago mucho de rogar, levanto un preservativo y ella niega arrugando la nariz. Sonrío y sus ojos me observan expectantes, me acerco para quedar con la nariz pegada a la de ella. Sonríe. Beso sus labios gorditos y un poco hinchados por nuestros besos anteriores, pasa los brazos acercándome a ella por el cuello ¡wow, me siento en casa! Arrastro mi cuerpo sobre el suyo haciendo que se tumbe de espaldas en la cama de nuevo, mi hombría queda justo en su entrada, aunque la panty se encuentre entre nosotros logro sentir la humedad de su sexo y el cuerpo me hormiguea. No estoy seguro si soy yo quien duda en hacerlo, no deseo lastimarla y ahora que las cosas van más calmadas creo que… titubeo. — ¡Quiero, quiero! – suspira cuando presiono un poco. — Todo tuyo Tigrita, todo tuyo – inserto los pulgares en el elástico de la prenda y estiro haciéndola pedazos al mejor estilo Christian Grey. Jadea excitada por la acción, me atrae hacia ella y mi cuerpo tiembla por el roce de su suave piel contra la mía, busca mis labios y al encontrarlos me da el beso que considero más deseoso y necesitado de la historia. Amo a esta chica desesperadamente, no es algo conocido para mí a pesar de mis experiencias amorosas. Repto sobre ella hasta lograr posicionarme entre sus piernas, me reflejo en sus hermosos ojos desenfocados a causa del deseo, bajo el rostro atrapando sus labios mientras empujo un poco para abrirme paso entre su deliciosa entrada, pequeña, húmeda y estrecha. Me fijo en su expresión de dolor y detengo la presión, envuelve mi cadera con sus largas y bellas piernas lo que hace automáticamente que ingrese por completo, arquea su cuerpo hacia el mío, pero cuando creo que le duele mucho y actúo con intención de retirarme encaja las uñas en mi piel, grita mi nombre desesperada y aprieta mi m*****o en un movimiento en el cual quedo sin aliento y casi me corro con ella. Con la mandíbula apretada y un abrazo de oso logro controlarme, ella entre temblores, espasmos post orgásmicos pronuncia un “te amo” que me desarma. Al cabo de dos embestidas más alcanzo el clímax quedando casi desarmado. Giro y la coloco sobre mí para que descanse y evitar aplastarla.
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