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1426 Words
—¡De verdad, papá, no iré! ¡Ya no quiero ir de nuevo, sólo chocamos con la misma pared una y otra vez cada vez qué vamos a esperarlo!— Se cruza de brazos y mira de reojo a su hermano por algo de apoyo. El castaño sube los hombros y vuelve a concentrarse en su celular, sabe qué si da algún bocado puede empeorar las cosas, y puede qué ahora ella no lo comprenda, pero se lo agradecerá más adelante. Noah apriera sus puños y los mira a ambos, al no haber obtenido respuesta alguna. —¡Él no quiere vernos, ya lo dejo en claro la infinidad de veces qué nos rechazó, de la misma manera que te rechazó a vos cuatro veces!— Agrega cínica. Su padre chasquea su lengua, mientras deja a un lado sus guantes de boxeo, mostrándose fastidioso y con poca paciencia para los gritos qué su hija está dando en estos momentos. El gimnasio privado debajo de su penthouse está en completo silencio conveniendo que son las dos de la madrugada y pasadas, y por más que sea demasiado tarde eso no significa que su hijo y su padre acaben de terminar su entrenamiento hace menos de pocos segundos. —¡Tienen que seguir insistiendo, quiero a ese chico campeón y lo quiero de mi mano!— Exclama cómo si fuera lo más fácil del mundo de obtener. La arrogancia se hace presente en su tono de voz y no puede evitar lanzarle una mirada de advertencia a su hija, y luego otra a su hijo para que no salte a defenderla. Noah vuelve a inflar su pecho, mientras que mueve sus manos, en una gran desesperación interna por hacerle entender cómo son las cosas. —¡No quiere que lo reclutes... Ya lo dejo en claro!— Sube sus hombros y niega con la cabeza verdaderamente molesta. —¡Sos la encargada de los sponsors, estamos buscando una nueva estrella y vas a ir a esa cueva con tu hermano a traerme al futuro campeón! ¡Lo quiero solo a él, Noah!— Sisea alzando el tono de voz y mostrando su autoridad. Su hermano suspira, a punto de meterse en la conversación, pero es su padre quién vuelve a hablar. —¿No merezco un poco de sacrificio de tu parte con todo lo que tenes?!— Cuestiona con pesadez. La sola mención de esas palabras hacen que Noah se levante bufando del sillón y salga dando un portazo completamente furiosa con su padre. Su hermano rueda los ojos y lleva una mano a su frente despeinando su flequillo... —¡Genial, me encanta tenerla de mal humor!— Murmura cansado del entrenamiento físico. Su padre lo mira esperando que diga algo de su lado, ya qué no va a tolerar qué nadie se ponga en su lugar y lo apoyen. —¿No vas a hacer nada al respecto, más qué quejarte?— Exclama observando por dónde es que se fue. —Yo me encargo, sólo espero que la bestia esté de buen humor hoy, ya van dos veces está semana que rechaza el vernos después de una pelea.— Rueda los ojos levantándose también. Coloca su bolso sobre su hombro y palmea la espalda de su padre. —¡Quiero a esa bestia en mi nómina, Enzo!— Le recuerda exasperado porque no comprendan la importancia de la situación. Su hijo sonríe negando. —Te buscas a tus chicos con aires de grandeza... No me extraña viniendo de vos, pero estamos haciendo todo lo posible por reclutarlo y creo que deberías de ser un poco más condescendiente para con Noah...— Se burla y lo deja con la palabra en la boca. Sale en busca de su hermana, anticipando que debe estar con las lágrimas a punto de salir a borbotones de sus ojos, o con los puños apretados de la rabia por la impotencia que recorre su cuerpo en estos momentos, gracias a la charla que habían estado teniendo en la oficina. Misma charla que ya era recurrente entre los tres, y es por eso mismo que generaba frustración y malestar en la familia. El ascensor casi se cierra en su cara, Enzo es más rápido y coloca la mitad de su cuerpo entre las puertas con una mueca de diversión en su rostro hacia su hermana para evitar qué las puerta metálicas se cierren por completo. —¡¿No pensabas dejarme ahí, verdad?!— Sisea burlón. Ella rueda los ojos y bufa ante su chiste de mal gusto, se da media vuelta y se mira al espejo viendo si el maquillaje no se le corrió ante sus ojos aguados por la bronca que su padre le había generado con sus palabras. Siendo un punto para Enzo al adivinar que ella se encontraba de ese modo. —¡Me estoy cansando de que siempre nos utilice cómo conejillos de indias para conseguir y reclutar a sus boxeadores!— Moja sus labios y niega. Enzo la observa con sus labios apretados, no queriendo darle la razón, pero estando en absoluto de acuerdo para con ella. Y no le quiere dar la razón tan sólo porque no quiere que el tema se haga cada vez más largo, prefiere dejar las cosas así y que todo se resuelva de la manera más práctica posible para que su padre los deje de incomodar con aquellas peticiones. —Sera rápido.— Le guiña un ojo dándole confianza. Ella niega con la cabeza y se cruza de brazos con algo de cansancio. La pelea dara comienzo dentro de dos horas, así es en el mundo ilegal, cuándo la ciudad está más callada, más ruido hay en los sótanos de la hermosa Manchester. —¡Siempre es rápido cuándo esa bestia nos rechaza!— Se mofa arqueando sus cejas. —Prometo que después nos tomamos una cerveza...— La empuja animadamente. Noah esboza una sonrisa y niega con la cabeza, agradecida de tenerlo a su lado para distraerla. —¡Estoy cansada Enzo, hoy calmo mi paciencia, te lo juro.— Admite suspirando. —Tenemos que hacer todo lo qué nos dice, y estoy furiosa de que me miré y me recuerde lo mucho que me detesta!— Niega con la cabeza cuándo el piso se abre ante ellos. Su padre, Alaric Melle, es un icónico campeón mundial de su época del boxeo, tanto clandestino, cómo MMA y boxeo convencional, se retiró justo a tiempo para disfrutar de su fortuna junto a la pequeña familia que comenzaba a formar con su prometida Ellie, luego dió lugar a su propia cadena de gimnasios y se dió el gusto de entrenar a boxeadores estrellas, sacarlos del pozo y hacerlos brillar, ejemplos claros cómo Maidana, McGregor, entre otros que mantiene en su nómina con orgullo... Noah y Enzo pasan sus días en el ante último piso del penthouse, conviviendo en un exclusivo pido. Su padre vive en el de abajo a ellos, mientas que el ático está sin habitar, pero en buenas condiciones, ya que allí suelen hacer firmas de contratos cómo así, también, que los hermanos hacen su parte del trabajo de escritorio disfrutando de la hermosa vista que les regala el edificio. —No es tan así, Noah...— Le acaricia la mejilla con ternura. Ella lo observa y niega, sus ojos se vuelven cristalinos. —Lamento ponerme asi.— Susurra no queriéndo ser el centro de atención. Enzo maldice y chasquea la lengua, queriéndo encontrar las palabras adecuadas para qué todo lo malo que está pensando se le vaya de su cabeza y no se deje embriagar por esos pensamientos negativos. —El te ama, pero es muy profesional en lo que su trabajo requiere, ya lo conocemos, y se qué es difícil, pero no tenés qué interpretar todo lo que él dice o pide para mal, eso sólo te hace daño.— Sube sus hombros mientras deja su bolso sobre la isla de la cocina. La castaña lo mira arqueando una ceja, mientras se pierde por el pasillo que da a su habitación en búsqueda de una chaqueta de cuero. Enzo toma el bolso y lo lleva a la lavandería vaciandolo en el canasto, suspira y mira el reloj calculando cuanto tiempo tiene para darse una ducha rápida. Necesitaba quitarse el sudor del entrenamiento para con su padre, y lo hubiera hecho mucho más temprano si Noah no hubiera llegado al gimnasio exigiéndole a su padre qué no tenían porqué ir detrás de aquel boxeador qué tanto anhelaba.
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