—Pero papá… —Sophia se puso de pie de inmediato —¿Por qué las cosas tienen que ser así? ¡Mamá nunca lo hubiera permitido! —chilló la pobre desesperada.
Las últimas palabras de su hija se clavaron en lo más profundo del corazón de Lucius quien respiro unas bocanadas de aire para calmarse, una de las cosas que más odiaba es que contradijeran sus decisiones, lo cuál no pensaba hacerlo, Isabella estaba comprometida con Alexander, no había vuelta atrás, Sophia tenía que entender sus razones por ello fue que le pidió que tomará asiento de nuevo, a su hija no le quedo de otra que obedecer a su padre.
Lucius tomó asiento en la silla principal junto a la mesa de reuniones a lado de su hija quien la miraba con plena expectativa y un toque de súplica.
—Sophia, tengo que admitir que ya no eres más esa niña pequeña que solía venir a mi para que le contara cuentos por la noche o para rogarme que la llevará a comprar un helado o ir al parque, es hora que te vea como la mujer en la que te estas convirtiendo, es por ello que hoy tendremos una conversación como los adultos que somos —Lucios hizo una pausa frotando con el costado de su dedo índice sus labios, mientras la mirada de su hija Sophia estaba clavada en la suya, Lucius no pudo evitar esbozar una sonrisa, admiraba esa valentía de Sophia al estar frente a él enfrentándolo —No hay un solo momento en el que cientos de personas sepan donde estoy y que estoy haciendo, por que como uno de los empresarios más poderosos del país me encuentro en la mira de otras personas que son igual de poderosas, algunos de ellos buscan alianzas pero otros en el camino buscan verme derrotado, y ese gusto hija mía, jamás se los daré, tengo a mi cargo una cadena de bancos, inversiones, tiendas departamentales, universidades y todos los negocios que puedas imaginarte, cuando yo hablo, mis empleados callan, así de simple. Cuando yo guardo silencio ellos tiemblan, estoy rodeado de conjeturas y mentiras, pero hay algo en lo que nadie puede adentrarse y ese lugar es mi mente… —Lucius suspiró haciendo una pausa larga —y esta es la lección, nunca vuelvas a expresar tus miedos o temores si no es frente alguien de tu entera confianza, por que lo que digas hoy estará en boca de todo un país que se regodeará al saber que la hija de Lucius Bianchi es una jovencita blanda e impulsiva, ¿te das cuenta de lo que hubiera pasado si alguien te hubiera escuchado Sophia?
Sophia tragó saliva al darse cuenta del peso de las palabras de su padre.
—Isabella es tu hija mayor papá, entiendo que ella es quien debe heredar el mando del imperio de la familia pero, ¿Por qué casarla con Alex? ¿Para que sea el quien dirija todos los negocios?
Lucius la paralizó con su oscura y penetrante mirada.
—Yo aún no he nombrado a un sucesor —dijo —Sophia tu no eres como tu madre, siempre dulce y cariñosa, tampoco eres como tu hermana, tímida y siempre correcta, ni comodona como Alexander, en ti veo toda la energía de tu abuelo, él tuvo el coraje de dejar Italia para fundar en México el imperio inversionista que hasta ahora he mantenido de pie, algún día cuando ya no esté tu serás como él, no habrá ningún hombre que pueda contradecir tu palabra, arrasaras con todo aquel que se atraviese en tu camino, pero aún te queda mucho por aprender.
Sophia abrió los ojos taciturna, no podía creer lo que estaba escuchando.
—¡Pero papá! —sus palabras salieron disparadas de su boca —yo no…
—No te preocupes por eso ahora Sophia, tu ocupate de crecer, de aprender todo lo que puedas en la universidad, que de lo demás yo me encargaré en su momento, tu hermana y Alexander harán mi voluntad, al igual que todos los demás.
…
A Sophia no le quedó más remedio que regresar a su casa, hasta ella sabía lo difícil que era hacer cambiar de parecer a su padre, en realidad no dejaba de pensar en lo que él le había insinuado. Muchas preguntas emanaban de sus pensamientos. ¿Entonces Alexander no será el heredero de mi padre? ¿Qué pasará cuando Vivian se entere? Ella estaba casi segura que Vivian estaba detrás del compromiso, pero no entendía por que su padre accedió tan fácil.
—¿De donde vienes Sophia? —ella escuchó la voz de su madrastra al pie de las escaleras mientras se dirigía a su habitación.
Sophia se detuvo mirando a Vivian, siempre trataba de no encontrársela en casa.
—¿Para que quieres saber? Deberías ocuparte mejor de averiguar a donde va tu hijo.
Vvian sonrió desafiante. Ella siempre supo que Lucius le tenía un cariño especial a Sophia, por ello es que ante sus ojos ella era la madrastra más cariñosa del mundo, pero cuando no estaba los papeles cambiaban, tuvo que trabajar demasiado para poder convencer a su marido de que lo mejor para la familia era casar a Alexander con Isabella pues no había un hijo biológico que se encargara del imperio Bianchi, en quien quedaría las empresas una vez que él ya no estuviera, tantos años de sacrificio y trabajo terminarían una vez que él ya no estuviera. Fue así que se regodeo de triunfo cuando pactaron en familia el compromiso, así se aseguraba que por la cabeza de Lucius nunca pasará dejarle toda su fortuna a Sophia, esa niña a la cuál muy en el fondo envidiaba, era hermosa, enérgica y notaba como siempre llamaba la atención de todos a los eventos a los que asistían, opacándola a ella, haciéndola sentir como una extraña en la familia.
—Deberías cuidar tus palabras Sophia, hasta ahora he sido muy tolerante contigo por que se todo el amor que te tiene tu padre, podrías tratar de ser más como Isabella, ella y yo hemos logrado estrechar nuestra relación, tanto que ahora la veo como si fuera mi propia hija.
Sophia apretó los dientes aniquilándola con la mirada, “Vivian nunca podría sustituir a su madre, menos una persona como ella”, pensó.
—Cuando te casaste con papá Isabella y yo estábamos felices de que al fin, él había encontrado a la mujer ideal para rehacer su vida, solo queríamos que fuera feliz, pero cuando viniste a vivir a nuestra casa, poco a poco fuiste mostrando tu verdadera cara, eres una mujer ambiciosa, no dudo que te le hayas metido a mi padre entre las sábanas…
—¡Calla! —Vivian dejo caer todo el peso de su mano en la mejilla de Sophia, por instinto cerró los ojos, pero no sintió el golpe.
Al abrirlos se quedo pasmada al ver que Alex le sujetaba de la muñeca con fuerza, en su rostro podía ver la furia hacía su madre.
—¿Qué haces madre? —gruñó interponiéndose entre Sophia y Vivian.
Vivian se arrepentía de haber sido tan impulsiva, estaba temblando del miedo por que Sophia pondría a Lucius en su contra y ahora tenía pruebas, todos sus planes se irían al fracaso, Lucius la echaría de su casa junto a su hijo.
Antes de que Vivian pudiera decir algo, Sophia corrió hacía su casita de juguete en el jardín de la habitación, en el único lugar que la hacía sentir como una niña de nuevo, aunque sea por un momento. Corrió lo más rápido que pudo mientras las lágrimas corrían por sus ojos, su padre se había casado con una mala mujer.
Mientras tanto Vivian se movía de un lado al otro en el recibidor de la mansión, estaba nerviosa y desesperada.
—¡Lucius nos echará de esta casa! No permitiré que esa maldita mocosa me quite lo que con gran trabajo he conseguido —decía frente a su hijo.
A Alexander no le sorprendían las palabras de su madre, él más que nadie conocía a su madre. Al ver que su madre estaba entrando en un colapso nervioso, tuvo que tomarla de los brazos.
—¡Le ibas a pegar! Por supuesto que le dirá a Lucius, ¿Qué esperabas? —Alex le recriminó con sus pupilas dilatadas, no entendía por que sentía toda esa furia hacía su madre.
Vivian sintió aún más odio hacía Sophia, en los ojos de su hijo podía ver que ella ya lo había hechizado. Esa maldita bruja, a todos los hombres los embrujaba, ahora su hijo estaba de su lado.
—¡Ve y haz que ella cierre la boca!
—¡Cómo! ¡Sophia jamás va a escucharme!
Vivian apretó los dientes con coraje, sentía como todo su mundo se venía abajo.
—¡No se como le hagas, manipúlala, miéntele, amenázala, lo que sea para que se calle!
El rostro de Alexander se volvió gélido, sabía que tenía que hacer lo que su madre decía, él tampoco estaba dispuesto a perder la vida de lujos que su madre había obtenido al casarse con Bianchi. En silencio asintió, saliendo de casa.