—¿Qué estás haciendo aquí? — Miro a Trace con incredulidad. No solo porque la vista de su traje de diseñador en mi sucio pasillo esta fuera de lugar, sino porque hace solo tres minutos, estaba atrapada en serias fantasías sexuales con esa misma boca.
—¿No me vas a invitar a pasar? — La fría mirada gris de Trace roza sobre mí, y sus labios se curvan en una sonrisa peligrosa. Entonces cuando me doy cuenta de que estoy empapada, desnuda debajo de la delgada bata corta.
Mi cara arde aún más. —No—
Parece divertido. —¿No? —
Me cierro más la bata. —No te esperaba—
—No tardaré—
Una vecina abre la puerta y me frunce el ceño. —¿Qué está pasando? —
Suspiro. —Está bien señora Kaminsky—
—¿Es otro de tus chicos? — pregunta. —Porque te he contado sobre las idas y venidas—
Tiro de Trace adentro y cierro la puerta de golpe, antes de que pueda sacar conclusiones precipitadas.
Demasiado tarde. Arquea una ceja. —¿Recibes muchos chicos de visita? —
—No es asunto tuyo— Retrocedo, poniendo una distancia segura entre nosotros para no tener la tentación de saltarle encima de nuevo. Mira a su alrededor y me siento dolorosamente cohibida por el pequeño y destartalado apartamento, abarrotado de maquillaje, zapatos y libros.
—Ahora, ¿qué haces aquí? Y no me digas que estabas pasando por el vecindario, porque no lo creeré ni por un segundo—
Trace me mira fijamente con una mirada indescifrable. —No me devolviste las llamadas—
—He estado ocupada— miento.
—La regla es que siempre contestas cuando llamo. Sin excepciones. Sin excusas— Trace tiene acero en su voz, pero por alguna extraña razón, tiemblo de lujuria. El hombre me excita incluso cundo me regaña.
Niego con la cabeza, tratando de salir de mi aturdimiento. —¿Desde cuándo sigo tus reglas?— pregunto.
Me mira fijamente. —Desde que trabajas para mi—
—¿Lo hago? Tenía entendido que soy la asistente de Vivían y…— Hago una pausa. Parece seriamente enojado, pero ese es un “trabajo” en presente, y si hay una mínima posibilidad de que pueda mantener este trabajo…
—Te debo una disculpa— digo rápidamente.
—¿Otra más? — Trace todavía parece molesto.
Entrecierro los ojos. Me pasé de la raya en la oficina. No volverá a suceder—
Me detengo cuando me doy cuenta de que no está prestando atención. Está mirando alrededor del apartamento de nuevo, evaluándolo con esa mirada fría y calculadora.
—¿Con quién vives aquí? —
La pregunta me pilla con la guardia baja.
—¿Qué? —
—¿Compañera de piso? ¿Novio?—
—Compañera de piso—
Se acerca a la estantería, recorriendo los lomos de los libros con los dedos. —Entonces, no estás saliendo con nadie—
—No he dicho eso— Ahora estoy en guardia. Porque si no ha aparecido aquí para despedirme… ¿para que está aquí?
—Ciertamente no actúas como si tuvieras una relación— continúa, lanzándome una mirada acalorada. —Besar a desconocidos en el baño…Besar a tu jefe en su oficina. A menos que no seas exclusiva—
Niego con la cabeza, molesta por cómo me hace parecer. Libertina. Imprudente. —Estoy soltera admito—
—Lo sé —
—¿Disculpa? —
—Verificación de antecedentes estándar— responde Trace casualmente. —Lo hago con todos mis empleados—
—Oh— Mi corazón tartamudea en mi pecho. ¿Encontró algo sobre mi acuerdo con Christina? Pero no, eso sería imposible, me recuerdo. La conocí la semana pasada y no hay nada en papel que nos vinculé a las dos.
Respiro hondo. —Mira, es tarde. Estoy cansada. Y como claramente no hiciste el viaje hasta aquí solo para ver mi colección de libros, y todo lo demás podría haber esperado hasta mañana en el trabajo, ¿Por qué no me dices lo que quieres? —
Trace se queda quieto.
—A ti—
Parpadeo. —¿Qué? —
—Me oíste. Y no puedes sorprenderte— añade, dando un paso más cerca. —Creí que me había dejado perfectamente claro en la oficina—
Trago saliva.
—Eres mi jefe— le recuerdo.
—Y tú eres mi empleada— coincide. —Pero eso no te importó al besarme hoy, ¿verdad? —
Se acerca aún más, sosteniendo mi mirada. —No impidió que te gustara—
Niego con la cabeza, nerviosa, los recuerdos regresando de nuevo, para mi pesar. —No—
Trace sonríe con suficiencia. —¿No me deseas? —
Abro la boca para responder, pero me detengo. Ambos sabemos que sería una mentira negar la atracción que arde entre nosotros, así que ni siquiera lo intento.
—Lo que quiero no es el punto— digo en su lugar. —No puede volver a suceder. No volverá a suceder—
—Creo que me gustaría saber más de lo que si quieres…— La voz de Trace baja, sexy como el infierno.
—Dime, Jessa— dice, extendiendo la mano muy lentamente y apartando un mechón de cabello húmedo de mi mejilla. —¿Estás desnuda debajo de esa bata? —
El calor me recorre, acumulándose entre mis muslos. Trace Rosberg, el hombre legendario en la cama me desea. La invitación es emocionante y aterradora a la vez. Ningún hombre ha sido tan directo conmigo; por otra parte, ¿eran siquiera hombres? Comparados con Trace, todos los hombres a los que me he acercado han sido solo niños.
Me pone un dedo en la barbilla, empujando mi cara hacia arriba. Estudia mis labios, lamiendo los suyos, y por un segundo, creo que podría besarme de nuevo. En cambio, hace algo aún mas devastador. Se inclina y me susurra al oído.
—¿Qué harías si abriera esa bata, justo aquí, y chupara tus hermosos pezones rosados? —
Tiemblo. El calor en lo bajo de mi vientre sube en espiral, mis muslos tiemblan y casi no puedo confiar en mí misma para mantenerme de pie.
—¿Y si bajo más? — reflexiona Trace con voz casual, como si se preguntara que pedir para cenar. —Apuesto a que sabes delicioso. Apuesto a qué harías los sonidos más dulces al correrte en mi lengua—
Oh, Dios. Se que debería apartarme, pero nadie me ha hablado así nunca. Tan sucio. Tan impactante. Tan absolutamente sexy.
Esto no es justo. Mi cuerpo y mi mente racional están en guerra. Mi cerebro me grita incluso mientras Trace recorre mi mejilla con su dedo, hasta mi clavícula desnuda, un camino ardiente que promete mucho más.
—Me dije a mi mismo que me mantendría alejado después de ese primer beso— reflexiona.
—Estaba decidido a ser profesional. Pero entonces hoy…—
—Fue un error— susurro, temblando. Anhelándolo.
—¿Lo fue? — replica, con los ojos fijos en los míos. —¿O fue el destino? —
Sus dedos se deslizan más abajo, jugando con el cinturón de mi bata. Es lo único que la mantiene cerrada. Un tirón, y se acabaría. Estaría desnuda. ¿Y Trace? Me mostraría exactamente porque tiene su reputación de estrella. ¿y luego qué?
La voz de mi razón resuena en el fondo de mi mente. >
Hago una pausa, pensando finalmente con claridad. Si me entrego a él ahora, sería una conquista, una entre cien. El no confiaría en mí. definitivamente no me mantendría cerca en la oficina.
Y mi oportunidad de seguridad, del futuro de mi madre, se esfumaría.
—No—
Me separo, mi voz emerge más fuerte esta vez. —No, esto no puede pasar. Lo siento si te di una impresión equivocada, pero este trabajo me importa. No lo pondré en peligro cruzando la línea contigo—
Trace me estudia con curiosidad. —¿Hablas en serio? —
—Mortalmente— respiro hondo otra vez, encontrando una reserva de determinación que no sabía que existía. —Puede que no estes acostumbrado a que las mujeres te rechacen, pero espero que respetes mi decisión—
La ira brilla en sus ojos ante la situación.
—¿Crees que no lo haría? —
—No te conozco— respondo simplemente.
—Bueno, déjeme asegurarle, señorita Winters— dice, exageradamente educado. —No tengo ningún interés en perseguir a alguien contra su voluntad. Prefiero que mis mujeres me rueguen. De rodillas—
Esta vez, sus crudas palabras estan diseñadas para sorprenderme, pero no morderé el anzuelo.
—Entonces, adiós— le abro la puerta. —Te veré en la oficina, mañana—
—Mañana— acepta, con aspecto furioso y frustrado.
No es el único. Cuando cierro la puerta de golpe tras él, mis piernas ceden y tengo que apoyarme en la encimera y recuperar el aliento.
No puedo creer que acabo de rechazarlo. Y mi cuerpo tampoco puede creerlo. Todavía está resbaladizo y lo anhela, excitado como el infierno.
¿Por qué el único hombre que me ha hecho sentir así tiene que ser el único hombre que jamás podré tener?
Dejo escapar un gemido y me giro para arrojarme al sofá. Es entonces cuando noto algo brillante en el suelo junto a la estantería. Me inclino y encuentro un gemelo de aspecto muy caro con diamantes. Debió de haberse caído cuando estaba hojeando mis libros.
Maldita sea.
Ahora tendré que devolvérselo. Y no tengo intención de volver a estar sola con él en esa oficina.
Suspiro y me pongo zapatos y salgo al pasillo. Ya tiene buena distancia, así que bajo rápidamente las escaleras, descendiendo los cuatro tramos rápido para intentar alcanzarlo.
Pero todavía estoy un piso más arriba, cuando oigo su voz en el hueco de la escalera, hablando con alguien por teléfono.
—Te lo dije, necesito más tiempo— Su voz es tensa. Enojada. Nada que ver con los tonos tranquilos y autoritarios habituales.
—Entiendo mis compromisos. Pero este es un pago grande, y se necesitará planificación para mantenerlo bajo el radar—
Me congelo. ¿pago?
Miro por encima de la barandilla, solo para comprobar que no estoy cometiendo un error, pero es Trace el que está ahí, colgando su teléfono celular enojado. Se queda allí un momento, totalmente quieto, y de repente se da la vuelta y entierra el puño en la pared de concreto.
—¡Maldita sea! —
Su maldición resuena y jadeo en estado de shock.
Levanta la vista al oír el sonido, peor me agacho justo a tiempo. Lo oigo salir del edificio y lo observo desde la ventana de la escalera mientras se sube al coche que espera afuera y se aleja suavemente.
—Se necesitará planificación para mantenerlo bajo el radar—
Siento un escalofrió. ¿podría ser este el desfalco que Christina busca? Estaba tan absorta en mi lujuria hoy que no lo pensé bien, pero ahora veo que esta misión se ha vuelto mucho más complicada.
Por qué no hay forma de mantenerme alejada de Trace. No sé si necesito atraparlo en el acto.