JESSA
Después de un día agotador en la oficina, hago el viaje fuera de la ciudad, para ver a mi madre. Una parte de mi espera que me distraiga, pero incluso cuando estoy lejos del edificio Rosberg Cross, caminando por los relajantes pasillos de colores pastel de la residencia de ancianos, no puedo dejar de pensar en Trace Rosberg. Solo lo vi una vez hoy, gracias a mis rápidos reflejos. Pero esta vez fue más que suficiente para recordarme: Estoy sobrepasando mi limite.
¿Y qué hay de mañana? ¿Y al día siguiente? No puedo seguir corriendo por el pasillo o entrando en una sala de conferencias cada vez que el aparece. Eso no está exactamente en la descripción de mi trabajo, y Vivian ya me odia. Parecía que quería matarme cuando Trace salió y me pidió que tomara notas para su reunión.
Suspiro.
Tarde o temprano, tendré que enfrentarlo. Y no arrojarme a sus brazos.
Cuando llego a la habitación de mi madre, ella está sentada junto a la ventana, mirando hacia la pared de ladrillos. Ojalá pudiera tener una mejor vista para ella, siempre le encanto pasar tiempo en el jardín, pero esta pequeña y básica habitación es todo lo que puedo permitirme. E incluso ahora, voy retrasada con el pago.
Aún así, la hice lo más alegre que pude, con una colcha de colores brillantes, sus libros favoritos y una silla cómoda. Le beso la parte superior de la cabeza y me siento a su lado. —¡Hola, mamá! —
Solo me mira por un momento. La mirada en sus ojos, tristemente, es una a la que he empezado a acostumbrarme. Es vacía. Soy tan interesante para ella como la pared de ladrillos. Y me reconoce aún menos. Es una triste realidad de esta enfermedad que la madre que conocí y amé se está alejando, cada día más rápido. La veo fugazmente, de vez en cuando, en sus días buenos, pero aparentemente, este no es uno de ellos.
Reprimo mi decepción. —Mira lo que compré— digo, metiendo la mano en mi bolso. Saco un par de garras de oso que compré en la panadería de la esquina. Son sus favoritas. Le ofrezco una, pero cuando mamá levanta la vista de nuevo, me frunce el ceño.
—¿Qué quieres? — su voz se alza confundida.
—Está bien— intento calmarla. —Solo te traje un bocadillo—
Parpadea. —¿Trabajas aquí? —
—No— respondo con tristeza. —Solo estoy de visita—
Aparta la mirada, despidiéndome. —No necesito nada—
Su voz es tan distante que me duele el corazón. Esta es la mujer que pasó cada día de mi infancia diciéndome cuanto me quería…Y ahora, algunos días, ni siquiera sabe quién soy. A veces, me deja leerle o hablar un rato como si fuera parte del personal, pero supongo que hoy no es uno de esos días.
—Dejaré esto aquí— le digo en voz baja, colocando los
pasteles en la mesa. —Por si tienes hambre más tarde—
Salgo de nuevo por el pasillo. Mi teléfono vibra; es un mensaje de Christina.
Christina: nos vemos esta noche a las 7.
Es una dirección en mi vecindario. Claramente, si viene a verme, está ansiosa por saber que tal está. ¿Pero qué voy a decir? “¿Lo siento empecé a husmear…y luego me sorprendió un beso épico?”
—Tal vez te recuerde la última vez—
Levanto la vista y veo que la enfermera, Johana, se acerca. Asiento y guardo mi teléfono. —Eso espero—
Llama a la puerta de mamá y se asoma al interior. —Hola, Melania, ¿Por qué no te llevamos un rato al jardín? Es una tarde agradable. Hace más calor ahí afuera, y se cuánto te encantan esas flores—
Los ojos de mi mama se iluminan. —Si. gracias, Johana, me gustaría—
Johana la ayuda a ponerse de pie y la guía hacia afuera, y yo trato de no sentirme herida de que mamá la recuerde a ella, y no a mí. Tengo suerte de que haya enfermeras como Johana aquí, personas que la cuiden de una manera que yo ya no puedo. Ojalá y me hubiera sonreído así.
****
De vuelta en la ciudad, llego a la tienda de té a tiempo para encontrarme con Christina. Pienso en su instrucción de esforzarme más y se me hace un nudo en el estómago. Lo único que me he esforzado por hacer con Trace Rosberg es ignorarlo, pero mi visita a mamá demostró lo que me juego.
Christina me mira y sonríe mientras me deslizo en el banco frente a ella. —Jessa. Fantástico. Me encanta ese color que tienes—
Toco la manga de mi suéter, preguntándome si sabe que es cortesía de Trace. —Gracias—
—¿Cómo van las cosas en el trabajo? — pregunta con una sonrisa expectante.
—Bien— Respondo con cuidado. —Todavía estoy aprendiendo—
—¿Has logrado pasar mucho tiempo con Trace? —
Hago una pausa. Bueno, está la vez que lo besé en su oficina, o la vez que vino a mi apartamento y casi me sedujo.
—Solo por la oficina— miento. —Ya sabes, negocios—
—¿Y tú que piensas? —
Christina parece que realmente le importa, así que pienso antes de responder.
—Él es…como dijiste. Un director ejecutivo, de pies a cabeza. Seguro de sí mismo. capaz. Definitivamente tiene una forma de dominar la habitación— añado. Especialmente mi sala.
—Si, pero no dejes que su exterior encantador e ingenioso te engañe— Christina me mira con ironía. —Siempre hay un motivo oculto con él. secretos. Malos— suspira. —Odio decirlo. Ha sido como de la familia para mí. Pero él fue quién cerró la puerta a eso, intentando excluirme de mis propios asuntos. Robando. Mintiendo. No lo olvides: así es Trace Rosberg en realidad—
Asiento lentamente, conmocionada. Lo había olvidado.
Christina niega con la cabeza, recomponiéndose. —¿Has visto algo sospechoso, algo en absoluto? —
Me muerdo el labio. —No…Pero si oí algo. Una llamada telefónica. Mencionó que necesitaba tiempo para reunir dinero—
Christina se anima. —¡Podría ser! ¿Quién era? ¿Conseguiste un nombre? —
Niego con la cabeza.
—¿Qué dijo exactamente? — Se inclina hacia adelante. —Piensa con cuidado, Jessa. Esto es muy importante—
Intento recordarlo todo. —Dijo: “Te lo dije, necesito más tiempo” Y que entendía sus compromisos. Pero que requeriría trabajo mantenerlo bajo el radar—
Frunce el ceño. —Necesitamos saber con quién estaba hablando…— Entonces se anima. —¡El teléfono! Estaba hablando por celular, ¿verdad? —
Asiento
—Entonces tendrá un registro de la llamada. Tal vez incluso mensajes de texto o reuniones…— Me mira fijamente con determinación. —Tienes que echarle un vistazo a ese teléfono—
—Pero incluso si pudiera ponerle las manos encima, estaría bloqueado. ¿Cómo se supone que voy a echarle un vistazo? —
—Eres una mujer ingeniosa, Jessa. Estoy segura de que se te ocurrirá algo—
Esto es imposible.
*****
Al día siguiente, veo a Vivian entrando y saliendo de la oficina de Trace, sin apenas perderlo de vista. supongo que se está esforzando al máximo para hacerlo todo por él, así que no piensa en pedirme ayuda con nada. No ha salido de su oficina en toda la mañana. No lo ha necesitado, con la Super Asistente trabajando.
¿Cómo poder acercarme al teléfono del hombre si ni siquiera puedo acercarme a él?
Finalmente, ella sale de su oficina alrededor de la 1 p.m., y le devuelve la llamada. —Voy a almorzar. Si necesitas algo, vuelvo en una hora—
No oigo su respuesta, pero ella me mira antes de dirigirse al ascensor. ¿son esas miradas de dagas las que me está dando?
—¡Que tengas un buen almuerzo! — le grito de todos modos.
Se da la vuelta, sorprendida. —Oh. Gracias—
Cuando se va, finalmente me relajo. La pila de trabajo que ha dejado en mi escritorio es enorme. Me mantiene ocupada, demasiado ocupada para pedirle más trabajo al jefe. No es que planee hacerlo. Aún así, si quiero echarle un vistazo a su teléfono…
Mientras lo pienso. Trace aparece en la puerta. No dice una palabra, solo me señala con el dedo y me hace señas. Me levanto como una marioneta en un hilo.
Para el trabajo, me digo. No porque me atraiga como una polilla a la llama.
Lo sigo a la oficina, donde hay papeles esparcidos sobre su escritorio normalmente ordenado. Además, su teléfono celular, justo ahí. Aparto la vista. Trace está ocupado firmando algunos documentos legales oficiales. Los apila juntos y dice: —Haz llegar esto al departamento legal por mi—
—Por supuesto—
Los tomo. —¿Algo más? — pregunto con calma.
—Ahora no— Trace me mira a los ojos. —¿A menos que quieras cenar conmigo esta noche? —
Mi pulso se acelera. —No, gracias—
—¿Estás segura de eso? —
La voz de Trace se vuelve sedosa. —Puedo hacer reservaciones. Champán, caviar…A la luz de las velas…—
—No me gusta el caviar— respondo, manteniendo la voz ligera. —Y el champan me da dolor de cabeza—
—Tendré que recordarlo—
—No es necesario— sonrió. —No tendrás la oportunidad de usarlo—
Trace sonríe con suficiencia, como si el estuviera impresionado por mi boca inteligente. Me siento aliviada de que no pueda ver cómo se me acelera el corazón y como me hierve la sangre al pensar en una noche a solas con él.
—Si eso es todo…— Me doy la vuelta para irme, pero al hacerlo, mis ojos se posan en una fotografía en el aparador. Hago una pausa, sorprendida de ver un toque personal en esta oficina tan impersonal.
—Mis padres y los de Christina—
La voz de Trace llega, con una nueva nota. Algo pesado. Miro más cerca. Hay cuatro personas en la foto, de pie fuera del local de Rosberg Cross en la Quinta Avenida. Es vieja y un poco borrosa, pero puedo ver las sonrisas orgullosas en sus rostros. Dos personas altas y rubias, supongo que son los padres de Christina y luego los Rosberg: una glamurosa mujer de cabello oscuro, y un hombre que solo podía ser el padre de Trace: alto, formidable e impecablemente vestido, con una mata de pelo oscuro.
—Mi abuelo fundo la empresa— continúa Trace, —pero fue mi padre, Jacob, quién tomo la batuta y la dirigió. El legado Rosberg— añade, con la voz tensa por la emoción.
Me vuelvo hacia él. Trace tiene una sombra en su expresión, mirando la fotografía.
—Eso suena a mucha presión— digo en voz baja.
Se encoge de hombros bruscamente. —Soy afortunado. Ellos la construyeron. Solo tengo que conservarla. Ellos son los que convirtieron a Rosberg Cross en el símbolo de estatus definitivo…La cima del deseo. Ahora solo tengo que vivir de sus nombres. Hacer que se sientan orgullosos.
Lo miro con una nueva comprensión. Un nuevo respeto. ¿Por qué de repente necesitas llenar los zapatos de tus padres? Se lo difícil que puede ser.
—No es fácil— coincido. —Especialmente cuando deseas que estuvieran aquí para guiarte, como siempre pensaste que lo harían—
Trace me mira y frunce el ceño. Está a punto de preguntarme algo cuando…
—¿Señor Rosberg? —
Es Vivian, en la puerta. —Encontré a tu chofer esperando abajo. Tienes la cita para almorzar. Me preguntaba si te habían retrasado—
Me mira fijamente.
Trace asiente. —Gracias— Se queda allí un momento, antes de retirarse.
—Llevaré esto al departamento legal— digo, recordando los papeles que tengo en la mano. Pero Trace me mira un momento y luego niega con la cabeza.
—Esos pueden esperar—
—Pero…—
—Vienes conmigo—
Lo sigo escaleras abajo, preguntándome a donde vamos. Si esta es su forma disimulada de llevarme a esa cena a la luz de las velas… Bueno, no me disgustaría.
En la acera, su limusina esta al ralentí. El conductor incluso me abre la puerta, esperando mientras me deslizo en el fresco interior de cuero. Es espacioso. Lujoso. ¿Y eso es…? Si, un minibar.
—Seguro que es mejor que el metro— espeto, tratando de ocultar mis nervios. Trace esta recostado en el asiento a mi lado. El coche arranca. Estamos solos.
Pero si me preocupaba que intentara algún truco seductor, estaba equivocada. Trace saca su teléfono y empieza a desplazarse, y no se detiene hasta que el coche se detiene frente a un edificio de mármol y cristal en algún lugar de la ciudad. ¿El centro? No tengo ni idea: he estado tan concentrada en el que he perdido en sentido de la orientación.
Salimos y lo sigo a un vestíbulo elegante y discreto. Es todo de mármol y caoba pesada, como un banco, pero no hay clientes. Mientras Trace entra, la gente parece inclinar la cabeza. —Bienvenido, señor Rosberg—
—No tardare—
Tomamos un ascensor hasta el sótano, donde hay guardias de seguridad esperando. —¿Qué es este lugar? — pregunto, mirando con curiosidad a todo el personal de seguridad.
—¿Me trajiste a Fort Knox? —
Trace esboza una sonrisa. —Casi—
Nos dirigimos a un pasillo hasta una puerta que parece segura. Trace asiente al guardia y luego se coloca para escáner de retina. La puerta se abre con un clic, revelando una enorme bóveda circular, del tipo que solo creía que existía en las películas de atracos. Dentro, las paredes están llenas de estantes y estantes de cajas de color azul oscuro. Nunca he tenido nada de Rosberg Cross, pero conozco sus cajas distintivas.
—Esto es nuestro archivo— explica Trace. —Esta bóveda contiene las joyas más antiguas y preciosas de Rosberg Cross, así como nuestros diseños más nuevos— Los estantes continúan… para siempre.
Trace murmura instrucciones a una mujer delgada con un traje azul oscuro, quién asiente y se marcha corriendo. Regresa unos momentos des pues con algunas cajas y las coloca sobre una mesa de cristal en el centro de la habitación. Comienza a abrirlas, una por una, revelando una colección de exquisitas joyas.
Me quedo boquiabierta. Cada pieza es más hermosa que la anterior. Collares…Pulseras… Hermosos anillos brillantes. Es como la fábrica de chocolates Wonka aquí, pero en lugar de dulces, estoy rodeada de joyas invaluables.
Trace deja su teléfono y se acerca a las joyas. Miro el aparato, preguntándome si este es el momento de investigar. Definitivamente esta distraído, caminando por un trecho pasillo, hablando con la mujer, que supongo que es la archivista oficial.
Imagínate, tu trabajo de tiempo completo, solo cuidando estas riquezas. Me acerco a su teléfono.
—Tráeme el setenta y seis y las esposas del ocho y dos— dice Trace, hojeando una especie de catalogo en una tableta.
Extiendo la mano para agarrarlo… Y luego retiro mi mano de golpe, porque Trace se dirige en mi dirección.
—Hay tanto que ver— digo, cubriendo mis huellas.
—Para el septuagésimo quinto aniversario, lazamos una colección de archivo— dice Trace, mirando las cajas. —Diseños basados en nuestras colecciones clásicas—
Lo veo detenerse junto al collar de margaritas de diamantes que diseñó Fernanda. —Me encanta ese—
—¿En serio? — Trace hace una pausa.
—Es bastante bonito, supongo. Pero nada comparado con la pieza en la que se basó—
Señala otra caja y saca el collar más hermoso que he visto en mi vida. es una gargantilla de diamantes, con un único diamante amarillo grande colgando del centro.
—Oh, Dios mío— respiro, disfrutando del brillo y en centelleo. Se ríe de mi reacción y lo saca del estuche.
Me acerco, recorriendo las piedras. Entonces noto unas letras inscritas en la parte posterior del engaste de platino. “pétalo” leo en voz alta. —¿Qué significa eso? —
—No estoy seguro— Trace se encoge de hombros. —¿El nombre del diseñador, tal vez? O un nombre para el diseño— hace una pausa. —Date la vuelta—
—¿Qué? —
Trace se mueve detrás de mí, levantando el collar hasta mi garganta. Jadeo.
—No. No puedes…—
Pero lo hace. Trace lo abrocha alrededor de mi cuello. Sus dedos rozan mi clavícula y me estremezco con su toque. —Perfecto—
Trago saliva, sintiendo el peso, todos esos diamantes pesando en mi clavícula. El fresco roce del platino contra mi piel. Se siente significativo. Sensual.
Trace me aparta el pelo de la nuca y me gira para que me mire frente a un espejo en la mesa.
Mi corazón se detiene cuando veo el reflejo. El collar es precioso. Fácilmente la cosa más hermosa que he usado. Pero lo que me conmueve aún más es el hombre que veo a mi lado. Ahora es impresionante. Puro, fuerte, poderoso.
Y no está mirando las joyas. Me está mirando a mí. Con un hambre en sus ojos que me debilita las rodillas. El calor invade mi cuerpo, solo viendo la forma en que me mira.
—Te ves hermosa— dice. Me sonrojo. —Tan hermosa…Un día te voy a follar con solo ese collar—
¿Qué?
Se me cae la mandíbula. Mi cuerpo se aprieta. Dios mío, este hombre es bueno hablando sucio.
—Cena conmigo— Trace se acerca tomando mi mano. —Deja de jugar a estos juegos conmigo y haz lo que realmente quieres. Lo que necesitas—
Es como si pudiera leer mi mente. No hay forma de ocultarlo. No puedo negar que lo deseo. Mi mente da vueltas y toda la razón se ha ido. Así que solo digo la palabra que sé que ya está escrita en cada parte de mi: —Si—