Capítulo 6

1728 Words
Me miró con el ceño ligeramente fruncido, sus ojos oscurecidos por algo que parecía desprecio. Sentí que dependía de mí para poner un límite, esperando que lo estableciera en algún punto. Quería ser lo suficientemente fuerte como para hacerlo por él, ya fuera por alguna pizca de convicción moral o, al menos, por humillación y miedo. En cambio, asentí levemente. Jesse se inclinó hacia mis auriculares. —Uno cincuenta. -De acuerdo, siempre y cuando tu madre use un consolador para follarse mientras se masturba . —Suena divertido—, dije, y mi voz demasiado alegre delataba mi nerviosismo. —Habrá una bonificación para ti, Cody, si logras correrte otra vez sobre tu madre. —Como sea. —Se giró hacia mí—. Terminemos con esto de una vez. Preparé una habitación privada. BeaverMan llegó y me transfirió las 150 fichas. Dejé la toalla a un lado. Aún tenía un poco de semen de Jesse en mis tetas. Rebuscando entre mi colección de juguetes, elegí Old Faithful. Era el único consolador que tenía antes de empezar a hacer shows de webcam. Después de muchos años de práctica con él, sabía que era el único dispositivo en el que podía confiar para correrme, pasara lo que pasara. Respiré hondo, giré la silla y me quedé frente a Jesse. Estaba a solo unos metros de distancia, desnudo y agarrándose la polla con paciencia. Sentía el estómago como si fuera una colegiala que se acaba de desnudar delante de su novio por primera vez. No había experimentado esa timidez desde que empecé a salir con el padre de Jesse. Me pasé la punta del consolador por los pezones. —Me siento raro haciendo esto delante de ti—, admití cuando me di cuenta de que no podía abrir las piernas. —Lo has estado haciendo delante de ellos durante el último mes— argumentó, señalando con la mano la cámara montada sobre el monitor. Había un sutil dejo de burla en su tono. —Pero nunca estuvieron aquí, frente a mí.— No pude evitar fijarme de nuevo en el bonito cuerpo que tenía mi hijo: esos músculos en los brazos y esos hombros anchos. —Y nunca les cambié los pañales. —Estoy seguro de que la mitad estaría encantada de pagarte por eso.— Siempre tenía una forma de hacerme reír, incluso cuando intentaba ser malo conmigo. Abrí las piernas. —¿Me los dejo puestos?— pregunté, refiriéndome a la fina tira de tela que se hacía pasar por ropa interior. —Mejor me los quito.— Mi chico quería verme completamente desnuda. Me pasé los lazos de cuerda por las piernas y me recosté. Nos miramos a los ojos un instante antes de que su mirada se posara en mi entrepierna. Volví a abrir las piernas para él y deslicé la mano izquierda entre el vello de mi v****a. Con vacilación, introduje un dedo a través de mi oscuro vello hasta mi raja. Di un respingo cuando mi tacto rozó mi sensible clítoris. Mi clítoris estaba erecto desde que Jesse me pilló semidesnuda en la cocina, y estaba listo para la acción. Mi mano y mi vello púbico impedían que Jesse viera mucho ahí abajo, pero me observaba fijamente entre las piernas mientras se masturbaba lentamente su erección goteante. —No te rías de mí—, le dije mientras recogía un poco de mi jugo resbaladizo del interior de mi coño y lo extendía a lo largo de mi raja hasta mi clítoris. Por la mirada que Jesse me dirigió, era evidente que no tenía intención de reírse. Creo que él quería verlo casi tanto como yo. Empecé a juguetear con mi clítoris, frotando el dedo por un lado; el contacto directo habría sido demasiado para mí. Pasé el dedo por encima de mi capa protectora de carne, sintiendo la rígida raíz de mi placer debajo. Froté la punta del dedo por el lado opuesto y se me puso la piel de gallina en los brazos. —Esto es muy raro—, dije para romper el incómodo silencio de la habitación. —No puedo creer que estemos haciendo esto. —No es más extraño que lo que acabamos de hacer—, argumentó distraídamente mientras miraba fijamente. —Quizás. —Bajé el dedo y lo moví dentro y fuera de mi agujero varias veces—. Por alguna razón, esto parece más íntimo, ¿sabes a qué me refiero? —Si tú lo dices.—Su mano se movió deliberadamente arriba y abajo de su eje. Me di cuenta de que se controlaba el ritmo. Me fascinaba cómo se manipulaba la polla. Cada movimiento estaba calculado para maximizar su placer; nada se desperdiciaba. Obviamente, había pasado mucho tiempo experimentando y encontrando la técnica perfecta. Luego, había dedicado más tiempo a perfeccionarla. Supongo que podría haber hecho la misma observación sobre cómo me masturbaba el coño. —Aquí vamos—, dije y moví mi consolador a su posición. Separé los labios para exponer mi agujero empapado. El ritmo de Jesse flaqueó un momento, pero se recuperó enseguida. Presioné la punta redondeada de mi juguete contra mi entrada y entró con apenas una ligera presión. A medida que el consolador me llenaba, la atmósfera adquirió una atmósfera completamente nueva. Era agradable tener algo duro dentro de mí, pero lo que quería era una polla de carne y hueso, no un trozo de plástico. Claro, últimamente se la había chupado a varios tíos, pero hacía casi un año que no me follaban bien. Con la polla de mi hijo casi al alcance de la mano, pensé, como era de esperar, en lo mucho mejor que sería si fuera él quien se deslizara dentro de mí en ese momento en lugar de un juguete de goma. Una parte de mí se rebelaba ante la idea de siquiera albergar una fantasía tan horrible, pero esa parte no tenía el control en ese momento. Moví el suave eje hacia adentro y hacia afuera, sintiendo que la inquietud de realizar un acto tan privado frente a mi hijo disminuía bajo el calor de mi creciente excitación. —¿Qué bien se siente?—, preguntó Jesse, sorprendiéndome. Era la primera vez que hablaba durante uno de nuestros programas sin que yo le diera la palabra. —Sí—, ronroneé. —Se siente de maravilla follarme mientras miras—. Lo dije de una forma que podría parecer que estaba jugando con nuestro mirón en lugar de decir la verdad. —¿Te diviertes viendo a mami jugar con su coño así? Tragó saliva antes de responder. —Sí. Diversión de todo tipo—, respondió rotundamente. Se notaba que intentaba disimular lo mucho que disfrutaba del espectáculo. Claro, podía ser su madre, pero seguía siendo una mujer. Podía insultar mi vello todo lo que quisiera, pero debajo de todo ese vello había un coño caliente y húmedo. Jesse no podía obviar que era mi hijo, pero eso no le impedía ser un hombre. Normalmente me era pan comido correrme, sobre todo con un consolador, pero no sabía si podría concentrarme con Jesse mirándome. Su papá me pedía que me masturbara para él todo el tiempo; le encantaba verme correrme. Tuve que fingir las primeras veces hasta que me acostumbré a hacerlo delante de él. Eché la cabeza hacia atrás, cerré los ojos y recordé aquellos días locos. Me había acostado con varios antes de conocer a Austin, pero con él enseguida fue diferente. Aquella primera noche, cuando me llevó al lago y me tumbó en la hierba, fue la primera vez que un hombre me hizo correrme solo con su polla. Con todos los demás, si quería llegar al orgasmo, tenía que tocarme el clítoris mientras me follaban. Austin era diferente. Ese chico sabía cómo follar con una mujer. —Dice que abras los ojos —la voz de Jesse interrumpió mi ensoñación justo cuando empezaba a sentirlo—. Dice que quiere que me veas observándote. Asentí y miré a Jesse. Todo parecía un sueño, y me sonrojaba al recordar la polla de su papi deslizándose dentro de mí aquella cálida noche de hacía tantos años. No sabía si el parecido de Jesse con su papi de entonces me lo hacía más fácil o más difícil. Jesse hizo lo que nuestro mirón me indicó y me observó mientras me metía y sacaba el consolador del coño. Había sido un sabelotodo insolente conmigo durante los últimos dos años, pero la expresión de su rostro en ese momento era una que no había visto en mucho tiempo. Era la misma cara que veía cuando era pequeño y me decía que era la mejor madre del mundo o que me quería "así de" tanto. ¿Me seguiría queriendo ahora que sabía que probablemente era la madre más guarrilla del mundo? No pude seguir mirándolo a la cara y dejé que mis ojos se deslizaran hacia su polla. Qué cosa tan hermosa era. Muchas mujeres dicen que las pollas les parecen raras o incluso feas. Siempre me fascinaron. El pene de mi hijo no era la excepción. Y verlo erecto y acariciándolo solo lo hacía más atractivo. Bajó la mano izquierda y empezó a juguetear con sus testículos mientras se masturbaba. ¡Qué bueno! —Ya está, mamá, que le den a esa cosa—. Lo dijo casi en voz baja. No me lo decía a mí, ni para nuestro cliente, sino para sí mismo. Estaba muy emocionado viéndome masturbarme. Todo empezó a volverse de ensueño otra vez. —Mierda, Jesse, creo que me voy a correr. —No dejé que la sorpresa me distrajera del camino que estaba recorriendo. Me follé más rápido—. Definitivamente me voy a correr. —Adelante, mamá. ¡Hazlo, carajo! —Se sacudía más rápido también. —Ya casi estoy... oh... oh.— Empecé a tocarme el clítoris como un loco mientras me follaba y, de repente, todo se vino abajo. —¡Mierda, nena, mami se corre! ¡Joder, síííí! Reboté en la silla mientras la excitación me recorría el coño y me llenaba el cuerpo. Gruñí, gemí y jadeé en medio de una serie de espasmos de felicidad. Mi hijo me observaba llegar al orgasmo. Nunca se me había ocurrido, en todos los años que lo crié, que me vería así
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