Capítulo veinte. Roc se sentó con las piernas cruzadas en la arena mientras las tres mujeres se volvían hacia él. —Me gustaría hablar con la señorita Valencia a solas. Le frunció el ceño a Betty, luego a Mónica. —Si no te importa. —Se trata del poema, ¿no? Mónica dijo. —Tal vez. —¿Hasta dónde llegaste? Betty preguntó. —¿Qué línea? —No creo que quiera oír esto, —dijo Adora. —Bueno... Roc hizo círculos en la arena. —Digamos que redondeé la segunda base y me dirigía a la tercera. —Criatura voraz por un tiempo, —dijo Mónica. —Casi, —dijo Roc. Adora enterró su cara en sus manos. —Gracias a Dios. Casi. —¿Qué ha pasado? Mónica preguntó. —Ibitsan me susurró algo. No entendí sus palabras, pero no decía que no. Roc cogió un puñado de arena y dejó que se le escapara de las manos. —¿Y? Be

