Lynda Skarosky Los días pasaron y llegó el día de la boda, mientras me vestía no podía dejar de recordar ese otro momento cuando me casé con Christian, las lágrimas amenazaban con cubrir mi rostro, apreté mi semblante, no me dejaría vencer, tenía que ser lo suficientemente fuerte. Me miré al espejo una vez más, estaba hermosa, le hacía honor a mi título, era toda una princesa, y aunque no me desagradaba Steven, no sentía todas esas emociones indescriptibles que sentía por Christian. —¿Por qué no fuiste el hombre de mis sueños? Te convertiste en mi peor verdugo. Suspiré y unos golpes en la puerta me sacaron de mis pensamientos, minutos antes eché a todos porque necesitaba un poco de soledad, quería estar conmigo misma, aunque suene ilógico, pero a veces necesitas encontrarte, mirar en l

