Sólo quería compañía

2141 Words
Rozaba con sus labios la piel descubierta en sus hombros, ella podía sentir la respiración sobre la misma, era tersa y suave al tacto, una piel digna de la alta alcurnia del reino, el simple hecho de tocarla era un privilegio que ningún hombre había experimentado. Solo él rey era digno. —Ceretic—Murmuró con dulzura al juntar sus manos con las de él. —Si mi reina—Respondió afable, buscando su calidez. —Si seguimos así...pueden descubrirnos—Reveló preocupada. Ceretic la miró a los ojos, estaba perdido en ellos, tal y como si estuviera perdido en un desierto y ella fuera el paraíso. —Entonces, debemos vernos menos—Murmuró cauteloso al quitarse lentamente las hombreras que formaban parte de su gallarda, elegante y dorada armadura. Andreina suspiró. —No quiero verte menos...—Alego preocupada. —Pero el rey se encuentra en camino y lo menos que deseo es poner tu vida en riesgo—Aseguro nerviosa al levantarse y mirar disimuladamente por la ventana. Ceretic frunció el ceño pensativo. —Yo pondría en riesgo mi vida por usted sin importar nada—Aclaro al tocar sus mejillas. Un caballero indigno de su tacto, de su amor, que se había ganado su confianza, termino por convertirse en su amante. Solo la madre de Andreina sabía esa extraña atracción de la mujer hacia el caballero Ceretic, ella se había esforzado para mantenerla en secreto. Solo para proteger a su amada hija. Era una buena madre o por lo menos eso creía ella. Andreina lo miró con dulzura, le dio un beso en los labios rosados, esperaba que después de esa tarde juntos volvieran nuevamente al castillo. Siempre se veían en la cabaña alejada del castillo, la que se encontraba cerca de la orilla de un lago y el bosque de pinos. Era pequeña y acogedora, un poco ostentosa y con adornos muy llamativos en su interior, el rey había comenzado el proyecto de construcción cuando Andreina empezó a necesitar reposo pues las responsabilidades en el castillo la agobiaban un poco, luego de tener a Anastasia en su vientre por nueve largos meses, la única niña que sobrevivió y se encontraba imbuida con magia, dejaron en el abandono la cómoda cabaña. La hermosa mujer camino lentamente por la habitación, no deseaba que sus zapatos de tacón resonarán contra el suelo de madera, mientras se quitaba lentamente su vestido. Jadeó. Pues Ceretic se acercó por su espalda y empezó a ayudarla en esa ardua tarea, lentamente con el lento tacto de sus grandes manos se decidió a despojarla de sus prendas. Andreina se levantó un poco la parte de atrás de su cabello para dejar al descubierto su cuello, Ceretic lo beso poco a poco hasta llegar a sus oreja derecha donde un pendiente de oro colgaba, mordisqueo un poco la misma y luego apretó sus caderas por sobre la tela del vestido de seda. Él hombre continuo desatando el lazo rosado que había sido amarrado alrededor de su cintura y finalmente dejo la ostentosa prenda caer al suelo, frente a ellos resplandecía un larguirucho espejo que revelaba la parte delantera del cuerpo de Andreina, tenía los pezones rosado y endurecidos, eran mediados y colgaban ligeramente en su pecho, un abdomen plano y unas caderas prominentes. Su parte íntima se encontraba cubierta por vellos. Ella jadeaba mientras Ceretic tomaba en su mano uno de sus pecho y bajaba por su abdomen hasta su parte íntima, masajeo su pecho mientras introducía sus dedos por su hendidura. «Si alguien nos viera» Pensó Andreina al observar de un lado a otro disimuladamente, la cabaña estaba vacía, nadie solía visitarla al menos que fuera para la limpieza una vez a la semana. —Calma—Murmuro seductor Ceretic al frotar contra su espalda baja su m*****o endurecido. Andreina sonrió levemente y gimió, sus piernas temblaban conforme el hombre continuaba manoseando su intimidad, había bañado sus dedos con sus fluidos vaginales. La cama se encontraba a una distancia prudente entre ellos, así que Ceretic la pego contra él con atrevimiento y empezó poco a poco a caminar hacia atrás, hasta sentarse sobre la cama, se había quedado sin su armadura y solo portaba con un pantalón desgastado. Y bajo del mismo su m*****o endurecido. Andreina gimió al sentir su tacto más brusco de lo normal y abrió las piernas sobre la cama, él se despojó de su pantalón y se aproximó hacia ella voraz, estímulo un poco más su pequeña hendidura para que su m*****o entrará con más facilidad, sonrió levemente al besar sus labios y luego aproximarse a chupar el pezón endurecido de la misma. Sonrió picaron al introducirse lentamente en su interior, ella viro los ojos hacia tras, jalo un poco las sábanas de seda de color blanco con las cuales estaba envuelta la cama amplia y elegante, con un armazón de madera del cual colgaban mosquiteros. Ella suspiró. «Yo no debería hacer estas cosas» Renegó en sus adentros la mujer que había empezado a sentir las embestidas del robusto y formado hombre. Cada movimiento de su cadera le provocaba un escalofrío gratificante en su abdomen. Ella empezaba a sentir remordimiento, mientras jadeaba, gemía y chillaba en silencio por el éxtasis de su ameno tacto. Su piel contra la de él se sentía cálida, el sudor había empezado a formarse entre sus cuerpos conforme la fricción era más evidente. —Mi reina—Murmuro Ceretic al apretar sus pechos. Andreina sonrió contenta, él si la glorificaba, la hacía sentir mujer y no la dejaba sola por nada del mundo. Deseaba que el hombre con la que fue obligada a casarse hubiera sentido lo mismo que Ceretic por ella, la devoción y el amor. Sin embargo, ella mejor que nadie estaba consciente de que eso jamás pasaría, pues ella había sido seleccionada cuidadosamente por el rey para engendrar hijos y conseguir más poder. «Ya no me importas Shariock» Pensó al abrazar el cuerpo marcado de Ceretic. Su vientre se frotaba contra el abdomen de él, su espalda se contorsionaba hacia atrás, mientras ese fuerte hombre revolvía sus entrañas con desesperación. La deseaba, amaba lo prohibido y no le importaba morir por ella, solo Andreina tenía poder sobre él, solo esa mujer noble y de alta alcurnia podía ordenarle morir y él sin dudarlo lo haría. —Ceretic—Murmuro su nombre la envolver su cintura con sus piernas. El resolló al tomar sus caderas, y continuar sacando y metiendo su m*****o en su interior. Solo en ese lugar solitario y abandonado, podían ser felices ambos. === Anastasia observó a su abuela realizar un extraño bordado. —Abuela... ¿qué haces?—Pregunto la niña sin fundamento alguno. Daphne la miró de reojo y continuo jalando levemente la aguja. —Practico un bordado princesa mía—Respondió con su voz ronca. Anastasia continuo asomándose varias veces hasta finalmente ir a buscar un pequeño banco y arrastrarlo hasta donde su abuela se encontraba. — ¿Y qué es eso?—Preguntó curiosa nuevamente. Solo podía distinguir una desordenada figura en el telar que había sido adherido a un aro. Su abuela se detuvo un momento y luego tocó el bordado, el mismo empezó agarrar forma, los hilos se desprendieron y luego se organizaron hasta formar la figura de un dragón verde sin alas. Daphne la miró con dulzura y luego le enseño el resultado de su magia. —Es un Floraste, un dragón del bosque—Conto entusiasmada. —Según dicen las leyendas los Floraste sirven a la primera bruja que existió en el mundo, una ninfa del bosque, nadie sabe su nombre y quién lo conoce tiene permitido verla, los dragones verdes pertenecen a la naturaleza, son muy difíciles de ver, e incluso nadie llega a verlos jamás, se camuflan con el entorno—Explico con una leve sonrisa. Anastasia miró el bordado asombrada. —A mí no me ven si no respiro, entonces a ellos no los ven por eso—Comparo al parpadear varias veces. Daphne se rió con sus ocurrencias y luego asintió lentamente. —Puede ser—Musito. La niña bostezo un poco, había pasado todo el día corriendo por el castillo, solo conocía esas amplias paredes de piedras bien decoradas, nunca había visto el pueblo principal de Dumnonia, solo los jardines, la cabaña cerca del lago y el castillo. La cómoda habitación en la que se encontraban era la misma en donde Daphne le enseñaba más de las artes mágicas a Anastasia, pues el Rey creía que si su hija no solo sería la próxima heredera al trono sino que también sería una bruja debía conocer, entonces todo lo que su abuela estaba dispuesta a enseñarle. —Nunca he visto un dragón abuela—Murmuro la niña conforme dormitaba. La abuela suspiro. —Puede que nunca veas uno mi querida princesa—Nostálgica—Los caballeros de títulos Dorados se dedicaron matar a los débiles para demostrar su fuerza...son muy difíciles de encontrar ahora—Afirmo al levantarse con dificultad de la silla cómoda en la cual se encontraba tejiendo el bordado. La niña se quedó dormida sobre el banquillo, Daphne llamo a una doncella que se encontraba fuera de la habitación para que cargará a Anastasia hasta su cuarto. Para cuándo se encontró en el pasillo, miro de un lado a otro buscando algún indicio de dónde podía encontrarse la reina. «Mmm. No sé porque la busco si ya sé donde está…» Pensó al empezar andar con su bastón en mano por el pasillo amplio. Varios guardias con prendas ligeras se encontraban haciendo guardia con la espalda contra la pared y una posición firme en el lugar designado. La anciana los observó con desdén, hasta gira hacia una salida al jardín, desde donde podía contemplarse vagamente la cabaña cerca del lago, había empezado a atardecer y como de costumbre Andreina fingía tener una importante reunión que Ceretic en la sala del trono. Pero lo que nadie sabía es que no se encontraban en la sala del trono sino en la cabaña, Daphne había diseñado un pasadizo especial para ambos, para que pudieran verse juntos. Sabía lo difícil que era para Andreina acostumbrarse al palacio y todo ello por culpa de su padre. Pero nadie puede negarse al rey y eso fue lo que Daphne entendió al volverse una bruja imperial. «Han tardado en volver» Pensó. —Duquesa, un mensajero trajo esto—Anuncio una doncella de vestido rosado, portaba en sus manos una carta con el sello real. Daphne frunció los labios intrigados, tomo la carta y empezó a caminar hasta el salón del trono. Mientras abría poco a poco la noticia en papel, empezaba sentir un extraño mareo, considero que era posible que esa carta no fuera a dar buenas noticias e incluso su intuición le decía que algo no iba bien. —¿Qué noticias envío además de esta carta?—Le pregunto a la doncella que la seguía de muy cerca. —El mensajero contrajo una extraña enfermedad en el camino Duquesa y fue llevado al doctor, lo menos que de desea es que alguien se contagie—Hablo nerviosa—Disculpe mi atrevimiento Duquesa, el rey se dirige en camino tardará dos o tres días en llegar—Aclaro al detenerse y bajar la cabeza. Daphne estaba horrorizada con el contenido que había leído en la carta. —Puedes retirarte—Insto al entrar en el salón del trono. Dos guardias de dedicaron complacientes a abrir la puerta antes de que ella siquiera fuera capaz de pronunciar alguna palabra, en el lugar se encontraba la Reina Andreina sentada en su trono pequeño a un lado de el gran trono del rey y frente a ella bajo la escaleras se encontraba Sir Ceretic el caballero más sobresaliente del reino. — ¡Madre!—Exclamo la reina al observar a la anciana caminar decidida hasta ella. Las puertas se cerraron a su espalda. —Su majestad... —Saludo cordial al dar una reverencia y notar la tensión entre ambos—sir Ceretic retírese—Impero al mirar severa a Andreina. El caballero de levantó dio una reverencia y se dirigió a la salida. Daphne levantó la mirada y mostró la carta a Andreina. —El rey ha decidido dar en matrimonio a Anastasia al príncipe Kiliam—Informo disgustada. Andreina empezó a leer la carta lentamente. Se tocó el pecho abrumada y luego se llevó una mano a la boca. —Es mujer...le esperaba ser casada, pero este arreglo me parece poco conveniente—Aseguro la hermosa mujer. Daphne bufo. —No te has hecho cargo de tu hija en un largo tiempo, dudo que te parezca conveniente, el rey ya empezó los trámites, será cuestión de tiempo que empecemos a recibir visitas de Elmet aquí—Suspiro—Puede que no sea prudente. —Pensativa.
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