El bullicio de la gente, la música y hasta los sonidos que emitían al caminar le aturdían. Viro los ojos y termino saliendo hasta desaparecer en la entrada del pueblo, se sentó sobre el tronco de un árbol y desde allí donde podía observar sin que el ruido de la gente el incomodara, se quedó a esperar que sus hijos quedaran satisfechos y pudieran irse. Jani pasó un largo buscándolo, en los callejones, las calles ciegas, hasta que por fin se le ocurrió terminar lleno donde el sonido no era tan abrumador, o lo que ella pensaba que no sería tan abrumador para él. Entonces lo encontró, con las piernas estiradas y su hermoso rostro observado perdidamente la nada u eso ella creía, cuando en realidad ella era la causa de esa mirada. —Aquí me siento mejor—Menciono más tranquilo al palpar un lado