Danzando bajo el nocturno cielo estrellado

2056 Words
Allí bajo las estrellas mientras el cielo era cobijado por un manto delgado de nubes y el sonido del rechinar de las patas de los grillos bajo la luz de la luna, una hermosa niña caminaba a la orilla de un lago , fantaseando con volar sobre un vendaval, cual ave en cielo abierto. —Anastasia— La llamo mientras caminaba hacia ella sujetando su amplio vestido. La niña giro rápidamente hacia ella y se alejó lentamente del lago mientras caminaba lentamente hacia la mujer que la llamaba. La reina Andreina esperaba pacientemente que su hija volviera a sus brazos, el reloj marcaba las ocho y era la hora de cenar, se habían alejado del castillo, justamente para que la reina pudiera descansar, pues un doctor que la visito después de su primera perdida le recomendó al rey que mientras la reina estuviese embarazada debía mantenerse alejada de las responsabilidades del castillo. La princesa Anastasia tenía cinco años y a esa edad aun no hablaba, el rey estaba preocupado, pues empezaba a creer que su hija era muda y por ende sería muy vulnerable a los riesgos que había en el mundo. —Su majestad, ya está lista la cena, debe entrar ya que el frio de la noche le hace daño— Aconsejo la doncella principal llamada Luca Stratos. Andreina sonrió dulcemente y se llevó una mano a la parte trasera de su cadera, puesto que ya tenía siete meses de embarazo, y el rey estaba ansioso por conocer el resultado. —Está bien Luca, ya vamos en camino— Respondió la reina al entrar en la pequeña cabaña. El sitio rupestre estaba cerca del castillo y rodeado por guardias, y la reina tenía a su servicio a la orden de caballeros del Fénix Dorado, Sir Ceretic Reghed, el mejor caballero a la disposición del rey, quien se encontraba frente a la mesa esperando que sirvieran el primer plato de comida, había colocado su casco con cara de agila y llamas alrededor de la frente, el casco había sido bañado en oro, igual que toda su armadura. Recibió a la reina con una reverencia y bajo el casco de la mesa mientras las doncellas colocaban los platos de la vajilla real para que tanto como la princesa, como Sir Ceretic y la reina cenaran. A pesar de que ella nació en una familia noble detestaba profundamente tratar a las personas por clases o por su estatus social, ya que a ella no le importaba si se involucraba con personas nobles o con plebeyos. Se sentó en la mesa, Anastasia se sentó al lado izquierdo de la reina y Sir Ceretic al lado derecho, las doncellas debían comer en la cocina al igual que los caballeros de bajo rango que formaban parte de la orden del Fénix Dorado, pero a la reina no le gustaba cenar sola, e independientemente de si era la reina o no, se le permitía a todos los caballeros de bajo rango y a las doncellas cenar junto a ella como iguales, todo ello mientras el rey no lo supiera. Anastasia se había acostumbrado a ver ese tipo de escena, cada noche desde que se mudaron a la cabaña, y con el pasar del año se sentía más a gusto en ese ambiente que en el mismo castillo, puesto a que en el castillo no podía salir al patio como lo hacía en la cabaña. —¡Muy buenas noches su majestad, usted es la mejor reina de todos los reinos que hayan existido jamás!— Exclamo un caballero que portaba en su mano un enorme tarro de cerveza. La reina sonrió amablemente disfrutando la calidez del momento, pues nunca había disfrutado tanto el estar con personas desde que había llegado al castillo. Sir Ceretic le dio un leve golpecito en la cabeza al soldado que armo el alboroto y se dispuso a hablar. —Disculpe el atrevimiento de mi caballero su majestad, hablo por todos y cada uno de nosotros y prometo que siempre estaremos a su servicio y tiene toda nuestra lealtad— Ameno se sentó frente a la mesa nuevamente a la mesa y se sentó a comer como lo estaban haciendo todos los demás. Anastasia observo con admiración a su hermosa madre, pues ella había logrado obtener la confianza, lealtad y cariño de una orden completa de caballeros, además del enorme cariño que le tenían las doncellas del reino. Luca estaba sentada al lado de la princesa, siempre se alarmaba cuando la reina armaba las cenas de esa manera, pues temía que el rey llegara una noche de visita por sorpresa y encontrara a los caballeros de rango inferior y a las doncellas comiendo en la misma mesa que la reina, por ello siempre estaba al tanto de todo lo que pasaba en el castillo gracias a la bruja Daphne Krasnodar, la abuela de Andreina, la última bruja del reino, o eso creían. Luego de la cena y al final de la misma todos los caballeros se retiraban incluido Sir Ceretic, se despidió amablemente de la reina besando su mano. La reina había subido a su habitación junto a la princesa, se sentó en la cama mientras las doncellas le ayudaban a quitarse el vestido y prepararse para el baño de esponja. —Su majestad, Sir Ceretic es tan educado— Anuncia una doncella suspirando. —Sí, todos le tienen lealtad y respeto, es tan magnifico… ¡Quisiera darle un hijo!— Exclamo otra doncella llena de entusiasmo mientras sujetaba el vestido de la reina. La reina comenzó a reírse, pero Luca mostro una expresión seria. —Como todas saben, somos simples plebeyas, por lo tanto aspirar a estar con un Sir de la nobleza es un sueño lejano y quizás hasta imposible, solo podríamos ser una amante— Hablo severa al ayudar a recostarse a la reina entre las almohadas de plumas. Las doncellas se quedaron en silencio, pues Luca tenía la razón, Anastasia se movía en una esquina de la cama con un oso de peluche en la mano, su largo cabello blanco y sus ojos de color violeta la hacían ver tan anómala en el mundo, una criatura tan extraordinaria en un mundo lleno de caras y rasgos tan ordinarios y comunes. —Mis queridas doncellas, si este mundo no estuviera lleno de prejuicios sociales, ustedes podrían tener al hombre que ustedes desearan y la vida que todas quisieran— Suspiro la reina algo entristecida. Las doncellas la miraron con ilusión, mientras Luca la miraba con nostalgia, pues ella mejor que nadie sabía que la reina había deseado tener una vida o poder elegir qué vida desearía tener, aun así estaba muy feliz porque la pequeña Anastasia había resultado ser el mejor regalo que había recibido en su vida. —Su majestad, tiene que descansar. Anastasia, ven por favor— Ordeno Luca al estirar su mano hacia la princesa. La niña abrazo a su madre gentilmente y la miro con ternura, luego hizo pucheros, pues por algún motivo no deseaba que su madre durmiera sola esa noche, la niña se bajó de la cama luego de que la reina acariciara su cabeza gentilmente, tomo la mano de Luca y mostrándose bajo el marco de la puerta, la reina se despidió. —Descansa mi bella princesa— Musito después de que Luca cerrara la puerta. Luca y la princesa caminaron por todo el pasillo con una vela encendida sobre una pequeña tacita la cual alumbraba su camino, Luca dormía con la princesa todas las noches para que no sintiera miedo de la oscuridad, pues desde muy pequeña la princesa Anastasia era víctima de pesadillas nocturnas. —Anastasia, no tengas miedo, ya vas a tener compañía, tendrás un pequeño hermanito, o una pequeña hermanita— Anuncio la doncella principal llena de entusiasmo al abrir la puerta de la habitación y mirar como la niña se subía rápidamente a la cama. Anastasia no emitió ni un solo sonido y se acostó sobre el acolchonado sitio y luego abrazo a Luca, quien después de apagar la vela se acostó a su lado. Ambas cayeron rendidas en un profundo sueño, que solo fue interrumpido por los ensordecedores gritos de la reina. —¡LUCA! ¡LUCA¡ ¡AYUDENME! ¡RAPIDO!— Grito alarmada desde su habitación. Luca se despertó de ipso facto, salto de la cama, abrió la puerta de golpe y corrió hasta la habitación de la reina donde se encontraban tres doncellas ayudándola a calmarse y limpiando las sabanas ensangrentadas. Luca se quedó helada, llena de impresión, pues entre las sabanas justo donde la reina reposaba llena de dolor, se encontraba nuevamente una perdida espontanea, la reina tenía el rostro enrojecido y lloraba llena de tristeza, pues el bebé que aún estaba conectado a ella, había nacido muerto. Todo eso paso antes de tiempo debido y aun cuando el doctor le dio las recomendaciones necesarias para llevar a cabo su embarazo con tranquilidad. —Luca…— Dijo la reina con la voz temblorosa. Luca se acercó a la reina llena de nostalgia, sus ojos se habían cristalizado y el leve dolor en el pecho que sentía se debía a la mirada de su reina, la misma mirada perdida y llena de dolor que había mostrado cuando tuvo su primera perdida. —¡El rey va a matarme si no le doy un barón!— Soltó llena de miedo. Luca sujeto con fuerza su cuerpo frio, mientras temblaba, sabía que el rey podía ser capaz de muchas cosas, pero él no sería capaz de herir a su reinar u eso creía Luca. Anastasia se asomó a la puerta y observo llena de curiosidad por un costado de la misma, las doncellas limpiaban la sangre de la reina con rapidez, mientras Luca intentaba calmarla. Anastasia se retiró a su habitación, sabía que no debía ver tal escena y que después de cada pesadilla que tenía algo como eso pasaba. Solía ver cosas horribles en sus sueños, levanto la mirada y luego se volvió a ver al pasillo, estaba justo en frente de su habitación cuando observo a su abuela aparecer con el rey a su lado. —¡Su majestad!—Soltó Luca al salir de la habitación. Él había sido guiado en la noche por la bruja Daphne hasta la cabaña, pues en sus visiones había predicho que Andreina perdería nuevamente a su hijo y esta vez necesitaría la compresión del rey. La abuela Daphne miro a Anastasia y mientras el rey entraba a la habitación, la señora encorvada se giraba hasta la princesa y sonreía entristecida. —Pueden retirarse—Ordeno al mirar a Andreina desmayada sobre la cama. Las doncellas se miraron llenas de preocupación y hasta que Luca les indico salir de la habitación, el rey no se encontraba furioso y mucho menos actuó de forma insensible, entro tranquilamente y se sentó a un lado de su reina, tomo su mano y luego beso su frente. —Disculpa la tardanza, la bruja me advirtió de esto y yo no le hice caso, ahora estas aquí llena de dolor—Musito al bajar su mirada. —Mi rey le he fallado nuevamente…—Suelta entre sollozos. Los ojos del rey se cristalizaron y luego lleno de inquietud se dirigió a abrazar a la hermosa mujer, beso su frente y acaricio su cabello, por primera vez en todos sus años juntos, Andreina sintió un tacto dulce y agradable de parte de él. —No es tu culpa, ya no lo seguiremos intentando, conozco todos los resultados—Susurro a su oído— No deseo seguir viéndote sufrir—Benevolente. Andreina sabía que esa negación en la que el rey había entrado significaría una separación temporal, a partir de ese día luego de que él mostrada dulzura, sabía que jamás volvería a querer verla o tocarla, porque el simple hecho de estar cerca de él, le causaría decepción y le recordaría todos los días, que nunca pudo engendrar un barón. La reina se quedó dormida al lado de su cálido cuerpo, mientras el rey frio, por primera vez le mostraba dulzura, nunca había sentido una liberación más grande que la que él, le otorgo ese día, en la madrugada de un mes de febrero, cuando había calor y el ambiente se revelaba mágico y tranquilo.
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