Tu amiga, la fea

2975 Words
“¿Por qué me mira así?” pensó Den mientras veía fijamente a Daysi. La joven se encogió de brazos y lentamente bajó la mirada. Ella lo aceptaba, era muy tímida cuando de hablar con una persona desconocida se trataba. Den no era la excepción, aunque lo detestara, debía aceptar que la mirada profunda del chico la ensimismaba. El momento fue tan incómodo que Den estuvo a punto de irse, aunque, al ver que Daysi se estaba volteando para irse, la idea se fue de su cabeza.   Alex tronaba los dedos de sus manos mientras veía el menú frente a él. Nada le provocaba, no tenía hambre. Lentamente rodó la mirada a su hermano Axel, se sorprendió al ver que también lo estaba observando. Se dieron cuenta que los dos se sentían incómodos al tener que cenar con su abuelo. Él era un hombre serio, de pocas palabras y eso tensionaba a los muchachos. Muchas veces les llegó a criticar su manera de ser, cuándo iban a madurar, más que todo a Alex, que, por lo general, lo veía como un niño caprichoso que daría problemas al cumplir su mayoría de edad. Para sus nietos, el que las únicas veces que se veían con aquel hombre y que sólo recibieran regaños de él, no era muy agradable. —¿Y cómo está Daysi? —preguntó el hombre mientras hojeaba el menú. Su voz sonó aguda, con un cierto matiz ronco que le daba más autoridad de la que ya mostraba su porte engalanado. Alex sabía perfectamente que esa pregunta iba para él. No deseaba hablar del tema y mucho menos con su abuelo. Comenzaba a entender que estuvo mucho tiempo al lado de esa chica y ahora que quería conocer nuevas personas, la sombra de Daysi lo acompañaba para incomodarlo cada vez que podía. —Está bien, como siempre —fue lo único que respondió Alex. Al fondo del restaurante se podía escuchar una relajante banda sonora tocando una melodía clásica. Ellos se encontraban en una mesa retirada de las demás, la zona VIP del restaurante, en un pequeño salón espacioso donde se podía apreciar desde un balcón estilo colonial la playa nocturna y parte del paisaje de la ciudad que daba la sensación de ser parte del cielo. A su abuelo le gustaba estar retirado de las personas, siempre tener los mejores lugares. Un mesero que estaba cerca de la mesa se acercó cuando el señor hizo un ligero movimiento con la mano derecha. El hombre pidió el mismo platillo de carne en salsa que solía comer cuando salía con sus nietos. Al momento de Alex ordenar, entornó un poco su mirada en la mesa y dejó salir un suspiro ligero. Estaba seguro que aquella cena le quedaría atragantada en su garganta. Decidió pedir lo mismo que su abuelo para no ser regañado en público por él.   —No lo sé —confesó Alex mientras tenía su mirada fija en el cielo raso de su cuarto—, no sé qué es lo que quiero. A veces pienso que mi vida es sumamente aburrida, por eso me gustaría hacer algo diferente. —¿Qué te gustaría hacer? —indagó Den sin dejar de observar el libro que recargaban sus piernas. —No lo sé —repitió el chico—, hacer algo loco, algo así. —¿Qué locura? —No lo sé —insistió—. ¿Alguna vez te has lanzado de un puente? ¿O has estado metido en una carrera de motos? —No, ninguna de ellas —respondió el muchacho mientras cambiaba de hojas. —¿Qué lees? —Un libro que me prestó papá. Dijo que es bueno. —¿Sueles leer? —No mucho, —respondió— sólo los que llegan a entretenerme. —El papá de Daysi cree que su hija en algún momento será escritora, pero la verdad es que ella tiene una ortografía que da miedo. Alex soltó una carcajada y llevó una mano hasta dejarla debajo de su cabeza para así tener más comodidad en la cama. —Ella es un caso completo —soltó el joven mientras recordaba los viejos tiempos—. Una vez le robó la tarjeta de crédito a la tía Eliana y pagó la suscripción a una página ahí, una toda rara y terminó estafada. La tía Eliana quería morirse, ¿puedes creerlo? En cambio, a Daysi ni le importó. —Daysi se nota que es muy rebelde —dijo Den—. ¿Por qué se comporta así? —No lo es… Es sólo que ella… Daysi siempre está metida en su mundo, no le importa nada. Además, es muy infantil y caprichosa, se ha criado haciendo lo que se le venga en gana —Alex volteó a ver a su amigo—. Yo sé que no tengo el mejor comportamiento, que sí, soy infantil y todo lo demás… pero Daysi se pasa. No estudia, casi reprueba los años, a veces llega tarde a clases, le contesta a los profesores y cuando se le da la gana, se escapa. —¿A dónde se escapa? —Y eso es lo peor, lo más tonto —Alex soltó una carcajada—. Se va a su casa, se encierra en su cuarto a hacer nada. Yo intenté varias veces hablar con ella, explicarle que no podía seguir así. Se supone que cuando nos graduáramos los dos íbamos a ir a estudiar fuera del país, estudiar la misma carrera, pero no… a ella no se le ve ánimo de nada. A veces me convencía para que dejara las clases tiradas y me fuera con ella. Cuando mis padres vieron mi último boletín querían matarme, sabes que el Liceo es un colegio muy estricto y mis padres tuvieron que pagar una multa carísima porque el director se enteró que yo me había escapado con Daysi. Casi me expulsan, ¿te imaginas? —¿Por eso te alejaste de ella? —Sí, uy no, qué amistad tan tóxica. —¿Por qué tóxica? —Daysi me celaba, se enfadaba cuando me veía hablando con alguna chica. Y les tiene un odio a mis primas, pero qué odio tan horrible. Entonces, cuando yo intentaba conversar con ellas en las reuniones, se enfadaba conmigo, me jalaba el cabello y me hacía pataletas de lo más infantiles. Yo me cansé de todo eso y decidí alejarme de ella. —Fue lo mejor. Esa amistad era una mierda.   Daysi sentía que estaba perdiendo la cordura en aquel cuarto, por más que intentaba acceder a la red de internet, no podía. Se frotaba el rostro con sus manos y sus ojos se llenaban de lágrimas. Por más que les suplicó a sus padres que le compraran un nuevo celular, fue en vano. Hasta que no subiera sus notas en el colegio, no podría tener un celular y mucho menos acceso a internet ilimitado. Sólo podría tener internet si era vigilada por el tutor o sus padres. Simplemente, un infierno. Bastante desesperada por su situación, decidió tomar su único recurso; escaparse de su casa. Ya que era vigilada por todos los empleados de la vivienda para no dejarla salir, tuvo que escalar la paredilla del patio y saltar al de la casa vecina, que era justamente donde vivía Alex. Sus padres nunca habrían imaginado que su hija tenía ese tipo de astucia. La joven al saltar la paredilla se raspó una rodilla y se ensució la ropa al caer en un pozo de barro que tenía una palmera de coco. Pero en ese momento a ella no le importaba, sólo deseaba un computador o celular con acceso a internet. Salió del pequeño pozo mientras limpiaba su ropa de las salpicaduras de barro. Por un momento contempló sus pies descalzos negros por la mugre. Llegó a dudar si presentarse en la casa en aquellas fachas, pero… ya estaba ahí, además, conocía esa casa desde que tenía memoria, era como su segundo hogar. Comenzó a caminar por el patio, limpiando sus pies con la baldosa rústica de color n***o oscuro. Se acercó a la piscina y sacó un poco de agua con sus manos para lavar sus pantorrillas. Se acercó a la puerta corrediza de vidrio y la abrió lentamente. Sus ojos se paseaban como dos cámaras de vigilancia, mirando a lo lejos si los padres de los gemelos estaban merodeando la planta baja. Al ser los señores tan cercanos a sus padres, de seguro estaban informados que ella estaba castigada.  A quien más le tenía miedo que habitaba en aquella casa era a señor Cristian (el padre de los gemelos), su comportamiento era muy severo y de seguro le daría un gran regaño si la veía. El sólo recordar las reprensiones que ese hombre le daba cuando era sólo una niña, le erizaba la piel. Ni sus padres llegaban a hablarle de esa manera cuando estaban enojados. Así que, sabía que corría un gran riesgo si era atrapada por el señor Cristian. Caminó sigilosamente por la antesala y la sala, unos lugares bastante iluminados por sus impecables paredes blancas y con techos altos, con cuadros de paisajes urbanos grandes, sillones forrados en cuero oscuro y pequeñas rinconeras con floreros costosísimos que eran el tesoro preciado de la señora de la casa. La idea de Daysi era dirigirse al cuarto de estudio, allí podría acceder al computador de mesa, aunque, al recorrer el pasillo que la llevaba hasta aquel sitio se detuvo, reflexionando sobre la situación. Ya iban a ser las cinco de la tarde, los padres de los gemelos por lo regular llegaban a esa hora a cenar, era miércoles, para la temporada que se encontraban… los señores no tenían mucho trabajo y más el señor Cristian, quien a veces los sorprendía llegando más temprano de lo normal. No, no era muy buena idea entrar al cuarto de estudio, era mejor dirigirse al segundo piso de la casa y hablar con Axel, ya que no deseaba ver ni en pintura a Alex. Le pediría la clave del wifi y listo, lo pondría en su portátil y se quitaría ese gran problema de encima. Subió las escaleras con rapidez y se introdujo por el largo pasillo de las habitaciones, había cinco en total, sabía que la que se encontraba a la izquierda en el fondo era la de Axel. Caminó a grandes zancadas sintiendo el piso tibio. Al estar frente a la puerta oscura de madera lamió sus labios, sintiendo su corazón palpitar con rapidez y sus mejillas acalorarse. Pudo escuchar risitas al fondo de la habitación, era un gran problema, Axel no estaba solo. También se escuchaba un poco de música, ¿con quién estaba? ¿Sería alguna de sus muchas novias? No podía demorar mucho, ya estaba ahí, debía dejar de dudar y tocar la puerta. Así lo hizo, volvió a repetir el monótono golpe varias veces para que Axel abriera la puerta. La perilla de la puerta se giró y rápidamente el pasillo fue iluminado por la luz blanca de cuarto, al igual como Daysi pudo sentir su cuerpo ser golpeado por el frío del aire acondicionado. La respiración de la chica se contuvo cuando vio a una joven rubia parada frente a ella, barriéndola con una mirada sorprendida que después pasó a ser burlona. Era Yiret. —¿Qué quieres? —inquirió la joven con voz seca y para nada agradable. Se recostó al marco de la puerta mientras se cruzaba de brazos. Daysi no quería hablar con ella, así que comenzó a buscar con la mirada al fondo de la habitación para encontrar a Axel. Pero, para su desgracia, no se encontraba allí, en cambio, sí pudo ver a Estefanía conversando con Den, Peter (un tipo que le caía como una patada en el hígado) y a Alex, quien ya la estaba viendo con una mirada congelada. —¿Dónde está Axel? —preguntó Daysi a Yiret, ya que no tuvo más remedio. —No está —respondió Yiret—, ¿no te has dado cuenta? —Sí, no soy ciega y mucho menos estúpida —bramó Daysi—, por eso te pregunto que dónde está. —Yo que sé, deja de molestar. Yiret se alejó de la puerta, dejando sola a Daysi allí. El resto de chicos pudieron darse cuenta en las fachas que estaba la joven cuando se quedó sola plantada a pocos centímetros del marco de la puerta. Descalza, con los pelos de punta, el rostro sudado, sólo vistiendo una bata rosada pálida sucia de barro y con sus piernas un tanto sucias con un raspón en una de sus rodillas que comenzaba a sangrar. Estefanía dejó salir una pequeña risita burlona mientras rodaba la mirada de la joven. Mientras, Alex se notaba que estaba avergonzado de que ella estuviera allí. —¿Qué buscas? —preguntó Den. Pero Daysi no tuvo fuerzas para responder. Sus labios comenzaban a temblar mientras inclinaba la mirada. Se sentía avergonzada, odiaba aquellas miradas burlonas que ellos le lanzaban. —Está buscando a Axel —respondió Yiret mientras se sentaba en un bordillo de la cama. —No está, salió —respondió Den. Al momento de Daysi escuchar aquella respuesta, dio media vuelta para marcharse a grandes pasos fuera de allí, casi estaba corriendo, no quería seguir en aquella casa, no deseaba volver allí. Cuando Daysi se marchó, Peter, Yiret y Estefanía soltaron una gran carcajada. Mientras, Den negaba con una ligera sonrisa en su rostro. —¿La viste? —inquirió Estefanía a su prima. —Una mismísima loca —respondió Yiret. —Esa chica no es normal, ¿vieron cómo se comportó? —opinó Peter—, ella no está en sus cincos sentidos. —Es una inadaptada social —dijo Den—, dejen de burlarse de ella. Den miró a Alex. —Habla con ella, necesitaba algo —le sugirió. —Ay, dejen que se vaya —replicó Yiret con desagrado—. Ella es tan fastidiosa, si le dan un poco de atención, se vuelve sumamente intensa —miró a Den—, mejor ni te acerques a ella. Dejen que se vaya, es una loca de primera. —Me impresiona lo fea que es —se burló Estefanía—, ¿viste su rostro? Esos ojos, los abrió de una manera que me asustó —soltó una carcajada—. Dios mío, creía que nos iba a atacar. Den comenzó a negar mientras observaba a las chicas, moría de la impotencia al escuchar aquellas burlas. Detestaba a las personas que sólo se fijaban en lo superficial. Sabía bien que, lo que mostraba Daysi si a lo mucho rayaba en el margen de lo normal, tampoco le agradaba, no era una persona que desearía tener a su lado, pero, no por eso él se burlaría de ella o la haría sentir mal. Aquellas chicas le parecieron odiosas en ese instante, al igual como Peter y Alex, repudió su manera de ver a la chica que se atrevió a llamarla mejor amiga hace días atrás. ¿Por qué no la ayudó? El joven se levantó del sillón donde se encontraba sentado y salió del cuarto, cerrando la puerta tras sus espaldas. Las chicas dejaron de reírse, todos se miraron las caras. —¿Se enojó? —inquirió Yiret con una sonrisa colgada en su rostro. —Para lo que me importa —bufó Peter.   Den terminó de bajar los últimos escalones que llevaban al segundo piso cuando un fuerte regaño lo hizo detenerse en seco. —¿Qué estás pensando de la vida? —escuchó una voz de mujer enfadada que provenía de la sala—, ¡por Dios, mírate! Pareces una mismísima loca, ¿qué pensarán las personas de ti si te ven vestida de esta manera y descalza?, ¡una loca, una persona que no está bien de la cabeza! Hubo un momento de silencio. —¿Cómo se te ocurrió saltar por la paredilla? —siguió la mujer regañando—, casi me da un infarto cuando te vi saltando, creí que te había sucedido algo, ¡mira tu rodilla!, ¡¿sabes en el problema que estarás metida cuando tus padres se enteren? —Tía, por favor, no les cuente a mis padres —suplicó Daysi. —¡Claro que no! —regañó la mujer con mucha más severidad—, ¡saltaste de la paredilla, pudo sucederte algo!, ¡Daysi, deja de comportarte de esta manera, ya no eres una niña! —Lo siento. —¿Crees que un lo siento solucionará las cosas?, conmigo no es con quien tienes el problema, es con tus padres. Tu madre no sabe qué hacer contigo, me ha tocado verla llorar por la desesperación de no saber qué hacer para que cambies esa manera de ser que tienes. Den sabía que no debía estar escuchando esa conversación, de hecho, se sentía incómodo, pero no sabía cómo seguir caminando y que ellas se dieran cuenta de su presencia. —Daysi, —soltó la mujer con la voz un poco más apaciguada— no te digo todo esto para que lo tomes a mal. Me preocupas. No me gusta verte caminando por ahí vestida de esta manera, y mucho menos que vivas metiéndote en problemas. Sé que mi hijo dejó de hablarte porque le avergüenzas, no te imaginas lo triste que me puse al saber eso, no quiero que la gente se avergüence por estar a tu lado. Tú eres una grandiosa chica y sé que eres mucho más que… —hubo un momento de silencio— esto, una chica que va por la vida sin importarle su apariencia y tiene una pésima reputación. —Gracias tía, no se preocupe, yo sabré arreglar mis problemas. —Daysi… —No se preocupe. Debo irme. Daysi se alejó de la sala, pero se detuvo en seco cuando se topó con Den. Se miraron fijamente por unos segundos. Ella tenía sus ojos verdes llenos de lágrimas y su nariz enrojecida por soportar sus ganas de llorar. Después, la joven siguió su camino, casi corriendo. Abrió la gran puerta principal de la casa y corrió con rapidez por todo el jardín. Den salió de la vivienda y la vio irse a gran velocidad. En ese momento se dio cuenta que ella no le desagradaba, le tenía lástima.   Daysi entró a su casa dejando salir sus lágrimas. Para su mala suerte, su madre estaba ahí, acabando de llegar, la estaba viendo con un rostro de pocos amigos. —¡¿Saliste en esas fachas a la calle?! —exclamó la mujer—, ¡¿acaso te has vuelto loca?! —¡Sí, me volví loca, mamá! —gritó con fuerza Daysi—, ¡y disculpa por avergonzarte de esta manera!, ¡es mejor que te consigas otra hija!          
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