Igor. A pesar de que me quedé dormido, cuando el reloj pasaba ya de la medianoche, por la mañana, por costumbre, me desperté a las seis. No tenía sentido seguir tumbado en la cama, porque no sería posible conciliar el sueño, así que con un gruñido me levanté, me vestí y salí silenciosamente de la habitación. Esta vez Lisa no se olvidara de cerrar la puerta de sus aposentos y el pobre Peck durmió en la cocina. Se estiró en toda su estatura y roncaba silenciosamente, ocasionalmente moviendo sus patas. Para abrir el paso hacia la salida tenía que mover este monstruo. Él gruño disgustado, pero siguió dormido. Este perro corpulento se negaba categóricamente a pasar la noche en la calle. Cuando lo empujé fuera de la casa en mi primera noche salvaje, se sentó debajo de la puerta y aulló hasta q

