Abril de 1981 - Val conoce a Joe
Valerie, aburrida un viernes por la noche, rompió con la tradición que se había impuesto y se aventuró a ir a la fiesta de baile para conocerse con los estudiantes de primer año de la Universidad de Carolina del Norte. Ese era el propósito original de la fiesta, pero el tiempo lo había alterado, de modo que asistieron estudiantes de los cuatro años. Val estaba allí para echar un polvo, simple y llanamente. Por eso había dejado a Bernie en la residencia, diciéndole que iba a ver una película por cuarta vez, sabiendo que así podría ir a la fiesta sin que Bernie la siguiera ni la vigilara.
Val vio a un chico guapo apoyado en la barra bebiendo una cerveza, pero no sabía cómo acercarse sin arriesgarse a ser rechazada. Finalmente, aceptó la oferta de un estudiante de segundo año que conocía vagamente de una librería donde había trabajado durante el verano y salió a la pista de baile con él. Tras el primer baile, la música bajó el ritmo y Val se dejó llevar por el cuerpo. Al terminar, estaba casi frente al chico guapo. Hizo un sonido para llamar su atención y se llevó una mano a la boca mientras señalaba la erección que sobresalía de los pantalones de su compañero. Esto tenía como objetivo demostrarle al chico de la barra que ella había provocado la erección y prometerle eso, y posiblemente más, al siguiente que la seleccionara para bailar.
Joe Marcolina, el joven del bar, reacccionó en consecuencia y la invitó a bailar. Ella le sonrió al tomar la mano que le ofrecía, mostrando una dentadura blanca y perfecta, y él le devolvió la sonrisa.
Bailaron y hablaron durante cinco números consecutivos. Aprendió su nombre, que era estudiante de penúltimo año, sus gustos y disgustos, sus aficiones y su especialidad; luego le contó cosas similares sobre ella. Y cuando supo que él también era de Wilmington, la decisión fue definitiva para Val.
Durante su quinto baile, una balada lenta, ella notó que Joe miraba alternativamente su boca y luego sus pechos, y cuando un pequeño trino recorrió sus entrañas, Valerie susurró: —Adelante.
Sus palabras rompieron la concentración de Joe, quien soltó: —¿Qué dijiste?
Ella se inclinó hacia él y le dijo: —Adelante, bésame. Has estado mirando mis labios durante dos bailes. Por el amor de Dios, bésame.
No dijo ni una palabra, pero la besó, primero con cautela y luego con más firmeza. Val pensó que tenía los labios más suaves y dulces que jamás había sentido. Bernie tenía una boca suave, pero palidecía comparada con la de este hombre... este Joe, quienquiera que fuese.
Seguían besándose cuando la música paró. Se separaron y Joe preguntó: —¿Te gustó tanto como a mí?
—Estuvo muy bueno —respondió ella, y ambos rieron mientras se dirigían al bar.
Tomaron una copa juntos, y pronto su mano se posó en su trasero. Val la dejó allí, disfrutando del calor que le transmitía. Nunca supo con certeza qué pasó después, pero ciertamente parecía que las luces se atenuaron y que se abrazaban al cuello, besándose con más intensidad que antes. Ella recibió con agrado su lengua, chupándola desde el momento en que la introdujo en su boca. Joe solo podía pensar: —Si me chupa la polla como me chupa la lengua, tengo una ganadora entre manos.
Tenía una erección enorme y la apretó contra ella. Val le devolvió la presión, pero fue el beso lo que captó su atención. Cuando se separaron, ambos jadeaban. Ella apoyó la cabeza en su hombro al terminar el baile, y cuando terminó, él le susurró al oído: —Ese fue un beso fabuloso. O sea, tus besos son...
Val lo abrazó en silencioso agradecimiento, luego lo miró y dijo: —A mí también, me encanta besar... y me encantó lo que hiciste con tu lengua.
Joe sabía que ella sentía su erección presionando contra ella y preguntó: —¿Te gustaría ir...?
—Sí —dijo ella—, vamos.
Se subieron al viejo pero confiable auto de Joe, y Val se sentó a su lado al salir del estacionamiento. El lugar para besarse cerca del campus se llamaba The Hollow. Era seguro, privado y cercano. Joe le preguntó si quería ir allí y Val sonrió y dijo: —Claro. ¿Dónde más?
Cuando apagó el motor y se giró hacia ella, ella se acurrucó en sus brazos y sus labios se encontraron de nuevo. Fue aún mejor. Mientras ella le chupaba la lengua, Joe solo podía pensar en poner su boca sobre su pene palpitante. Cuando ella gimió, su mano encontró sus pechos firmes y sus pezónes endurecidos, y se dio cuenta de que no llevaba sostén.
Le pellizcó el pezón y ella gimió en su boca, besándolo aún más fuerte. Joe solo pensaba en que se la chupara. No le gustaba mucho, y siguió un dicho de su fraternidad: —En caso de duda, sácalo. Y, exponiéndose, le tomó la mano y la colocó sobre su m*****o erecto.
Val interrumpió el beso y lo miró fijamente, pero su mano permaneció en su polla.
—La forma en que me chupaste la lengua... me muero porque me chupes la polla.
—¿Qué clase de chica crees que soy?
—Eres una chica encantadora y me harás muy feliz haciéndome sexo oral.
—Entonces, ¿qué gano con esto?
—Oh, yo también estaría feliz de hacerte sexo oral.
Val emitió un gemido, cerró los ojos y se movió hasta que su cabeza estuvo en su regazo. Lo siguiente que Joe supo fue que ella estaba tragándose la punta de su pene, chupándolo vorazmente.
Los instintos de Joe habían sido acertados. A Val le encantaban las pollas. Se balanceaba, lo chupaba y lo lamía. Y, tras cubrirle todo el pene con saliva, negó triunfalmente con la cabeza y, tras haber estudiado la técnica de Linda Lovelace innumerables veces en su dormitorio, se la metió hasta el fondo.
Al principio, Joe se mostró incrédulo. Él también había visto la película, pero nunca había tenido una mujer con la habilidad especializada de Linda. Además, Joe, a pesar de su atractivo, no había tenido tantas parejas sexuales. Si las contara, serían cuatro, dos de las cuales fueron encuentros casuales o relaciones sexuales grupales en el instituto.
Joe se adaptó a la técnica de Val bastante rápido, y le folló la cara mientras ella lo hacía una y otra vez, hasta que ella salió a tomar aire, riendo a carcajadas.
—¿Soy la mejor o qué? —se regodeó.
—Oh, sí... Definitivamente el mejor —logró decir débilmente.
Ella lo masturbó un minuto antes de volver a llevárselo a la boca y casi de inmediato sintió que se preparaba para correrse. Val aumentó la succión hasta que él sopló en su paladar. Empezó a gemir de satisfacción, chupó cada gota que le ofrecía y tragó, impresionando muchísimo a Joe, que nunca antes había tenido una chica que hiciera eso.
Cuando él se ablandó, ella lo soltó y se incorporó, mirándolo como si no supiera qué hacer. Joe la atrajo hacia sí y la besó. Val se alegró de que lo hiciera, después de habérsela hecho sexo oral a varios hombres que no la querían cerca después de tragarse su semen. Ese beso dio paso a otro y luego a otro, el más apasionado hasta la fecha.
Pasaron unos minutos y, saliendo a tomar aire, Joe graznó: —Tengo muchísimas ganas de comerte.
Val asintió varias veces, se subió al asiento trasero y se subió el vestido. Dejó que Joe le quitara las medias y se recostó con las piernas abiertas.
A Joe le encantaba comer coño, y durante la siguiente media hora demostró su habilidad c*********s, chupando y lamiendo su coño, llevándole a Val a varios orgasmos maravillosos.
Entonces, sabiendo que se estaba cansando, le mordió el clítoris. Val gritó, llegó su mayor orgasmo de la noche, y se desplomó con las piernas colgando libremente alrededor de su cuello. Por alguna razón desconocida, Joe permaneció allí con la nariz incrustada en su raja, respirando por la boca babeante.
Val permaneció inmóvil, estremeciéndose con una réplica cada vez que Joe tenía la energía para lamerla en cualquier parte de su zona íntima. Lo hacía cada pocos segundos y, cuando finalmente se apartó, Val estaba a punto de alcanzar otro orgasmo.
Finalmente Val recuperó el sentido y murmuró: —Ven aquí, hermoso bastardo —lo que él interpretó correctamente como: —Ven y bésame la boca, tonto —y lo hizo.
Después de un minuto más o menos, Val se rió suavemente y dijo: —Cuando me besaste con lengua en la pista de baile, lo único que podía pensar era en lo bien que se sentiría tu lengua en mi coño.
A Joe se le ocurrió que le había dicho esencialmente lo mismo sobre que ella le chupara la polla y se rió y admitió: —Me encanta el sexo oral, y supongo que a ti también.
—Sabes que sí —dijo ella, uniéndose a él en la risa.