La angustia me devora el alma como un mar agitado que no encuentra calma. ¡Dios, dame fortaleza para guiar a mis hijas! Nunca imaginé enfrentar una situación tan desgarradora. Mi hija Rebeca, siempre tan dulce y sensata, parece ahora una extraña. Que haya roto su compromiso con Iván Felipe para ingresar a un convento me resulta incomprensible. Si al menos me dijera que habló con él y descubrió que no congenian, que imaginó un hombre diferente o que siente que la menosprecia, lo entendería. Pero no, su única explicación es que ha sentido el llamado del Señor. Que el Señor me perdone, pero nunca imaginé a mi niña como monja. Siempre soñó con formar una familia, con hijos y un esposo cariñoso. Una lágrima furtiva se desliza por mi mejilla al pensar en sus sueños truncados, pero también en M

