No puedo creer lo que escucho. —Sí, tuve algo con él, pero ya terminó —admite Marta con voz temblorosa cuando la confronto. Sus ojos suplican, pero sus palabras son firmes—. Por favor, no le digas nada a mamita, la matarías de vergüenza. La incredulidad se transforma en indignación. —¿Cómo pudiste? ¿Acaso no tienes dignidad? —mi voz es apenas un susurro, pero no puedo ocultar el reproche. Temo indagar más sobre lo que significa ese "algo" con él. Una mujer decente no debe estar sola con un hombre, y la seguridad con la que hablaba ese sujeto... cualquiera diría que lo tuyo era una relación pecaminosa. —Discúlpame, hermana. Créeme, estoy muy arrepentida —dice entre sollozos, con las manos temblando sobre su falda. —Mañana vamos a la iglesia y te confiesas —se mira tan afiligida que cre

