Allora guardó silencio durante un largo rato y entonces él vio algo que no había visto en semanas. Sonrió. Era una sonrisa auténtica que transformó su rostro. Era como si le hubieran quitado una máscara y él la viera en su verdadero yo, deslumbrado. —Yo… —empezó, pero lo interrumpieron. Allora dio un paso adelante y lo abrazó con fuerza. Sintió que se le cortaba el aire y que la columna le crujía en más de un sitio. —Allora —jadeó—. ¡No puedo... respirar! Ella se rió y lo soltó, y él respiró hondo y se tambaleó hacia atrás, sintiéndose ligeramente mareado. Mitchell, que no era precisamente un debilucho, era considerado muy en forma en casa, pero la fuerza que desplegaba en su cuerpo atlético era impactante. "Gracias, Mitchell", dijo ella, y sollozó. Él vio que tenía los ojos húmedos,

