Las prácticas

1218 Words
Los años pasaron como en una eternidad sin fin. Yo era una flor en su c*****o que no quería madurar. Aún así, el tiempo pasó y ya era una adolescente. Después que cumpliera 14 años, mi vida se volvió aún mas desastrosa, había estado viviendo en una isla solitaria, considerando el lugar y la lejanía, diría que me encontraba en alguna parte de Asia, nos rodeaba mar y vegetación por donde fuera. Todos los días teníamos una rutina rigurosa de ejercicios extremos, a veces estas rutinas empezaban desde las tres de la madrugada, a veces era en medio de la noche. Ya en los últimos meses nuestros contrincantes eran mujeres y hombres rudos; expertos en artes marciales, yudo y taekwondo, personas de contextura robustas, que se veían muy temibles, nos enseñarían a sobrevivir. Nuestros cuerpos eran agotados hasta perder la conciencia, la última prueba a como lo llamaran, y nos dijeran que se trataba de vida o muerte. Fue la prueba de supervivencia más inhumana, nos llevaron en helicóptero, y nos abandonaron solas en la intemperie de la selva salvaje, nos dejaron en lo más recóndito de esta Isla selvática y nos dijo que si queríamos vivir, debíamos regresar al campamento a mas tardar con el alba, nos exigió volver por nuestra cuenta a la base. No había contemplación, no había comida, no había nada, bajo el frío abrazante, mi cuerpo se encorvó entre las ramas de un enorme árbol milenario. Estaba alli resguardándome de la lluvia y dejando que la noche siguiera su curso, en la mañana al alba seguiría buscando mi camino hacia la base, éramos treinta chicas oscilando entre los 15 y 17 años, y yo era la única que todavía no cumplía los 15 años, aunque me tenían aquí por la capacidad que había demostrado. No en todo se aplica la regla de ser el primero en la vida, a veces eso te trae desventajas. Toda la noche pasé con los ojos abiertos, si dormía, me temía perder la vida, podría ser presa de algún animal salvaje. Así que al ver apenas los primeros rayos solares, y ver el amanecer, traté de erguirme, quería estirar mi cuerpo que se había entumido en una sola posición. Justo allí miré a un enorme animal que me miraba, y por si fuera juegos de la vida, el animal se lamió la lengua varias veces al verme, creo que pensó, “ahí está mi suculenta comida” Obvio no sería tan fácil para esa pantera negra comerme sin ganarse su desayuno, no reaccioné despavorida, si no que observé al animal con suficiente cuidado, y me repetí recordándome que debía sobrevivir para vengar a mi familia. "La princesa está triste... ¿que tendrá la princesa? los suspiros se escapan de su boca de fresa" en este caso lo que se me escapaba era casi mi último aliento, mi seguridad de vivir. Papá me recitaba ese poema. Dí la vuelta en un movimiento rápido y desenvainé mi pequeña navaja filosa, cuando el animal me vio moverme se abalanzó sobre mi humanidad, di una carrera de tan solo 60 segundos, esos segundos a mí juicio eran los más eternos, corrí hacia un árbol, y prácticamente tuve que hacer malabares, subí corriendo su tronco y dí una voltereta encajándome a la espalda del animal que prácticamente estaba a medio paso detrás de mí, ensarté mi pequeña espada en la parte superior de su cabeza, dejándolo inmóvil de inmediato. Ya sé, o era el animal o era yo, y yo no estaba dispuesta a morir ese día. Dejé agonizando al animal y corrí ensangrentada, cada paso que daba hacia adelante, sentía que mi corazón también se desbocaba. Los instructores me vieron llegar y corrieron a mi encuentro , temblaba cuando se acercaron a mi, aún sentía la adrenalina recorrer mi espalda y cuerpo entero. Sentía rabia, desconsuelo, ¿Pero que puedes hacer cuando ya no puedes llorar ni siquiera? Me llevaron a una habitación, estando sola, me senté en la bañera, por que incluso hasta eso tenía la habitación a la que me habían llevado. Ahí dentro de la bañera solté mis lágrimas, lloré con desconsuelo, sabía que aquí no me verían llorar nadie.. Pensé en el resto de aquellas Chicas a las que también la dejaron abandonadas. Les oí decir cuando salí del baño, que 25 de ellas no lo lograron, que habían fallecido. No pudieron aguantar ni siquiera una noche, lo dijeron tan casual que me pudrieron el hígado de la rabia. Lloré con desconsuelo, salí de la habitación, ellos me vieron, era la única que había salido ilesa, dos de más chicas sobrevivientes tenían heridas enormes en el rostro una de ellas, la otra en la espalda, eran garras de animales salvajes, otras dos y yo éramos las que no salimos heridas. —Samantha, eres una graduada, no solo sobreviviste, si no que rompiste récord guines —la chica sonrió satisfecha, pues estaba siendo elogiada antes que a mí. Samantha era fría, calculadora, era voraz, una mujer fría a esa edad, tenía 17 años, supe por otras que ella sufría saber que siempre le llevaba yo la delantera. Teniendo en cuenta que yo tenía 14 años. Me volvió a ver a mi, justo como pensaba, estaba mostrando que ella fue mejor que yo. A quien le importaba eso, esta gente, cada día que pasaba, me debía más a mi, me quitaron la familia que tenía, a mis padres, el derecho de crecer como una niña normal, y encima, me manda a morir a la boca del lobo. Sonreí de medio lado al ver su reacción, después el hombre que entrara se acercó a mí y me dijo: —Mi hijita, casi te creo que te he criado, felicitaciones, me dijeron que partiste en dos al animal salvaje. —Samantha volvió incrédula para mirarme. —Era el tigre o yo, espero no estar nunca en esta posición, señor Graham —le dije mirándolo con ojos afilados. El se rió de mi, mientras la otra chica sobreviviente me miraba como apoyando mi proposición. Samantha de la nada dijo: —¿La pequeña doncella está alterada por matar a un tigre? Por si no te das cuenta, ante peores cosas nos veremos enfrentados —dijo en son de regaño. Salí de ahí sin terminar de oír sus palabras, quizás ella tenga la razón, quizás ella está delirando, lo cierto es que están haciendo esto con nosotros para convertirnos en algo de su uso exclusivo, algo que les genere satisfacción plena. Y así como vienen sabiendo de mi historia, a mi corta edad, a la edad que tengo, he tenido que madurar forzosamente, así como cuando ponen a madurar a una fruta a fuerza. Me escabullí hacia la habitación del pánico, ahí encontré partes restantes de las niñas que fueran atacadas, masacrados por los salvajes de la selva. Mientras mi voz interior gritaba, escuché la voz de un hombre. Desconocido hasta ahora. —No debe afectarte, después de todo debes ser la superviviente. Quedé helada al oír sus palabras... nos lanzaron a propósito como carnada ante esos animales salvajes, pero los salvajes eran ellos mismos. —Debes ser tú la sobreviviente de las cinco chicas. ¿Había oído bien? Al final solo querían a una chica, una chica siendo "el arma perfecta" para matar.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD