BIENVENIDO A LA LOCURA

1729 Words
IAN —No puedo creer que fueras capaz de hacer ese tipo de cosas, Ian. Entiendo que estés enfermo, pero creo que en tus momentos de lucidez pudiste darte cuenta de que tu manera de actuar no era la correcta. Me duele no haber podido ver las señales o creer que era normal cambiar de lugar con tu hermano. Debí prestarles atención, poner más importancia a esas cosas. Lo siento mucho, por no estar para ti. —dijo mi madre mientras lloraba y me abrazaba. Yo estaba sobre la cama, me habían aplicado un tranquilizante del cual el efecto ya estaba pasando. Había recuperado la conciencia al escucharla abrir la puerta. Mi madre normalmente era una mujer muy buena, pero poco efusiva. —Todos somos culpables, cariño. Yo estaba un poco más con ellos, debí preguntar a Cecilia si su comportamiento era normal. —dijo mi padre. —Ustedes hicieron lo correcto. No es su culpa, ellos omitieron esta información por muchos años y tuvo que pasar esto para que uno de ellos lograra hablar. Ambos hermanos son culpables, muchas veces la bipolaridad no se puede diagnosticar a simple vista y en su caso al ser gemelos idénticos lo hizo más difícil al tener a su otro hermano cubriendo su espalda y las apariencias. Por lo general es la persona que padece la enfermedad quien pide ayuda, ahora lo haremos a su tiempo, si él acepta iremos poco a poco con su tratamiento. La bipolaridad no es algo que se cura, pero sí se puede aprender a vivir con ello si es controlada correctamente. —esa era la voz del hombre que vino con la tía Cecilia. —Vamos a hablar afuera, para no perturbar su sueño. —dijo mi padre. Al no sentir a nadie en la habitación pude abrir mis ojos. Me senté y estaba en mi habitación. El espejo estaba justo enfrente de mi cama y ahí estaba él con esa mirada que me llenaba de miedo. «Esta es la habitación de Ian, tú eres Liam. No lo olvides.» —No, no podemos seguir así. —dije viendo mis nudillos inflamados y lastimados. «Ese traidor se merecía eso y mucho más. Debimos haberlo sacado de la jugada desde hace mucho tiempo. Ahora para todos eres un loco, te mandaran a un hospital psiquiátrico, te llenaran de agujas y medicamentos. Ya no podrás salir solo y hacer las cosas que solemos hacer.» —Si eso es lo que se necesita para redimirse, lo haré. Tú y yo sabemos que hemos causado mucho daño y debemos estar en prisión. «Habla por ti, yo solo estoy en tu mente, pero el que hace todo eres tú. No me responsabilices por tomar el control en algunos momentos.» —¿Algunos momentos? ¡¿Algunos momentos?! ¡Te has aparecido en cada maldito momento de mi vida! ¡me has hecho hacer cosas repugnantes, lastimé a mi hermano, a mi familia y a todo lo que nos rodea! —Me miraba con esa sonrisa que desapareció cuando la puerta de mi habitación se abrió rápidamente. —¿Qué pasa hijo? ¿estás bien? —preguntó mi madre corriendo y sentándose a mi lado. La abracé con fuerza. Mi padre se acercó a nosotros. Mi madre levantó su mano para que no se acercara. —¿Crees que voy a lastimarla? —pregunté y él se alejó. —No solo… —pero las palabras parecen haberse atorado en su garganta. Solté a mi madre y miré al hombre que estaba justo detrás de él. —Salgan. Déjenme solo con él. —dijo el hombre. Mis padres hicieron caso a sus palabras. Salieron dejándome con el hombre—. Soy el doctor Sandro Almada. Nadie va a encerrarte en ningún psiquiátrico, no necesariamente estarás lleno de medicamento y no estarás solo. —fue lo primero que dijo y me sorprendió. Es como si hubiera escuchado todo lo que dijo él. » ¿Cómo lo sé? Porque no eres el primer paciente que tengo con una, dos o hasta más voces en su cabeza. Si deseas recibir apoyo o ayuda a desaparecer o al menos aprender a controlar un poco su dominio en ti, deberás aceptar la ayuda que te estamos ofreciendo. Nadie te obligará, porque es algo que tú tienes que querer hacer. —Sacó un pedazo de papel de su bolsillo y me lo ofreció. » Cuando estés listo, solo llámame, dile a tu madre o a tu tía. La ayuda está disponible solo es que quieras recibirla. —Sin decir una sola palabra más se dio la vuelta, y salió de la habitación. Regresé mi mirada al espejo y ahí estaba él. «¿Viste el miedo con el que te vio tu padre? Así te verán siempre. Vayas a esas terapias yo siempre seguiré aquí, para todos, tú eres un maldito enfermo. ¿Por qué bajar las manos y ser aquel niño esperando a que sus hermanos lo quisieran más? Ya no eres un niño, eres un hombre que tiene que hacerse respetar de todos y por todos. Es mejor ser odiado que amado.» —Eso lo puedo lograr siendo Ian. —viró sus ojos y esa copia mía en el espejo, se fue. Me recosté sobre la cama y sin que pudiera evitarlo me quedé dormido. Al despertar, miré en la mesa de al lado una fotografía de Liam, mis hermanos y mis padres. Liam tenía abrazado a Martin y le desordenaba el pelo, mientras todos ríen en su dirección, mientras yo veía hacia la cámara. Una de las mayores razones por las cuales no toleraba a Liam era por ser mi reflejo de carne y hueso. Con el tiempo no solo tenía que lidiar con esas voces en mi cabeza, sino también con él. La envidia fue dominando mi corazón y mi mente mientras crecimos, convirtiéndo una parte de mi en este monstruo. Un monstruo que solo deseaba destruir a todo y todos los que le robaron su oportunidad de brillar o al menos así lo miré a lo largo de mi vida. Ahora me tenían miedo y con justa razón. Me levanté a tomar un baño, mientras el agua caía sobre mi cuerpo mi mirada fue hacia mis manos cada vez que las movía o apretaba me dolían, quería saber qué había pasado con Liam y si estaba bien. El día anterior estábamos hablando con mi hermano después de hacer ejercicio; sin embargo, la conversación se salió de control y Liam comenzó a hablar de muchas cosas que no recuerdo, porque no era yo en ese momento. Lo único que recuerdo fue ver a Ángel intentando ayudar a Liam en el suelo, con su rostro todo lleno de sangre. Salí del baño, tomé mi teléfono y tenía un montón de mensajes, de algunas chicas y de ella, Libby. La única que me conoce por Ian, con ella todo fue diferente desde el primer momento. Sin embargo, ella no merece tener cerca a una persona como yo. Ella era luz y yo oscuridad, ambos lo sabíamos por lo que solo nos hablábamos cuando nos necesitábamos mutuamente. Hace meses no la veía y leer lo siguiente me sorprendió muchísimo. -Ian, podemos hablar. Ayer a las 10:32 am. -Ian, es importante no me ignores. Ayer a las 3:54 pm. -Ian cuando puedas llámame. Ayer a las 8:59 pm. -De acuerdo no te volveré a llamar. Hoy 1:02 am pm. Marqué su número, pero en ese momento mi madre abrió la puerta y colgué la llamada. —Buenos días, te traje tu desayuno. —dijo poniendo la bandeja en la mesa de estudio. Me puse de pie y la abracé. —Lo siento, lo siento por no ser el hijo que tanto esperabas. —dije para luego alejarme al ver a uno de los de seguridad afuera de la puerta de mi habitación. —Cariño, ven aquí. —dijo acariciando mi brazo. —No, está bien es mejor así. Gracias por la comida. —dije caminando a mi armario para buscar algo de ropa. Al salir ella seguía ahí. —¿Dónde vas? —preguntó al ver que colocaba mi camisa blanca. —Quiero ir a ver a Liam. —estaba por dar el paso cuando su pequeña mano de nuevo me sostuvo del brazo. —Liam no está en la casa. El ya no vivirá aquí con nosotros. —¿Por qué? —Pregunté apretando mis nudillos, sin importar el dolor que sentía en ellos. —Porque es lo mejor para los dos, vivir separados. Lo recomendó el doctor, tu hermano se quedará con tus tíos un tiempo. «Te lo dije, Liam es el que sale y es tratado como rey por otras personas, mientras tú, te quedas aquí en tu nueva cárcel.» —Como siempre él es el preferido ¿no es así? Sal de aquí, mamá. —dije sintiendo la ira recorrer mi cuerpo. Caminé de un lado para otro y ella solo estaba siguiéndome. —No, eso no es así Ian. No me voy a ir, no voy a volver a dejarte solo. —Intentó abrazarme, pero me hice a un lado. Caminé hasta la puerta, pero el guardia se puso justo enfrente de mí. —Lo siento joven, pero no lo puedo dejar salir de aquí. —Sal de mi camino. —él negó—. ¡¡Que salgas de mi camino Hij0 de put4!! —No saldrás de aquí hasta que aceptes la ayuda que necesitas. No dejaré que lastimes a nadie más, ni a ti mismo, lo siento hijo, pero tengo que hacerlo. —Ella salió de la habitación dejando que el mastodonte cerrara la puerta. «Bienvenido a la locura.» Mi teléfono sonó mostrando el número de Libby, pero estaba tan molesto que lo único que hice fue estrellar el teléfono contra la pared. «Era nuestra única manera de salir, no cabe duda de que eres un idiota. Ahora es entendible por qué tu familia no te quiere.» Era imposible hacer que se callara, siempre diciéndome que hacer y qué decir, pero en este momento lo único que más dominaba mi mente era ¿qué es lo que sucede? ¿que es tan importante para Libby? -------- Nos leeremos el viernes. Copyright © 2023 Valery Archaga / Valarch Publishing LLC Todos los derechos reservados. Obra protegida por Safe Creative bajo el número 2407153751839
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