—¿Está muerto? —preguntó mi novia, temblando. Estaba asustada y no era para menos. Hasta a mí me temblaba el pulso. Ella se inclinó hacia el cuerpo del infeliz. Le tomó el pulso y nos miró—. Parece que estuviera vivo, no estoy segura.
—Mejor llamo otra vez a la policía y a emergencias. —intervino Eduardo. Tomó el teléfono local y marcó el número de emergencia. Lo colocó en altavoz para que todos escucháramos.
—911. ¿Cuál es su emergencia? —inquirió una voz masculina al otro lado de la línea.
—Llamo para reportar a dos heridos. Necesito que vengan de inmediato, por favor. No sé cuánto tiempo podrán estar vivos. Necesito que estén vivos. ¡No pueden morir! —Hablé a una velocidad estridente. La lengua chocaba con mis dientes, los labios me temblaban—. Por favor, necesito que envíen a sus ho
