Estaba harto de tantas tragedias. Stefanía y yo decidimos estar juntos, y los zamuros hicieron acto de presencia. El día del juicio de Rómulo, él juró que nos haría pagar por encarcelarlo. Se ocupó de destruirnos la vida quitándonos a las personas que más amamos. Personas que formaban parte de nuestra vida, personas inocentes, que nunca ofendieron o actuaron en contra de alguien. Ahora tocaba darles cristiana sepultura a dos seres humanos extraordinarios cuyas vidas fueron arrebatadas de la forma más cruel posible.
Sólo a Rómulo se le ocurría quemar viva a una persona. Su corazón estaba lleno de puro odio y sed de venganza. Venganza por hacerle pagar de la forma más justa el daño que hizo. Estaba seguro que de la cárcel no saldría hasta cumplir su condena, a la que, por cierto, le agrega
