Su celular comenzó a sonar. Él no atendió lo que me pareció extraño y agradable a la vez. Sin embargo, la persona que lo llamaba fue insistente en sobremanera. Al punto de que José Miguel sacó el celular, colgó la llamada y lo apagó. Le pregunté quién lo llamó tantas veces, alegó que no era nada importante. ¿Nada importante? Nadie llama quinientas veces solo por fastidiar, vamos a estar claros. ¡Si, Luis! Como decía mi mamá, yo no me chupo el dedo. Si creyó que yo me tragaría ese cuento, estaba muy equivocado. Solo que por esta ocasión se lo dejaría pasar. Ya luego averiguaría ese asunto, no arruinaría el momento solo por esa llamada. Aunque no era tanto la llamada sino quien la hizo.
Cuando miré la hora en el celular, me aterré. Ya mi tiempo de descanso culminó y yo seguía en quien sabe
