Más de cuatro meses transcurrieron desde que Stefanía despertó, y aún no conseguía que recordara algo. Miguel me dijo que lo mejor era presentarme como su amigo, que ella me conociera "de nuevo". Al principio creí que no funcionaría. Stefanía mostraba cierto grado de miedo hacia mí. No entendía el porqué. Yo solo me mantenía aferrado a la esperanza de que ella despertara una mañana y me dijera que recuperó la memoria, que lo recordó todo. Sabía que no sería fácil, que debía tener paciencia.
Esta era la peor pesadilla que pudiese vivir en carne viva. Era frustrante verla así, tan vulnerable. Tres veces a la semana iba al psiquiatra, y de lunes a viernes iba a visitarla con los pequeños. A ella le encantaba pasar tiempo con ellos. Los ojos se le iluminaban cada que los veía. A mí se me acel
