El rostro de mis compañeros se descompuso. La expresión de cada uno transmitía pura confusión. No quise dar más explicaciones, no era el momento. Le pedí a Paúl que se ocupara de Rómulo, llamé a la policía para hacerles saber que un reo se había fugado y atentó contra la vida de mi mejor amiga. Alejandro se acercó al sitio, y, aunque evitaba dirigirle la palabra, yo era el único que podía declarar sobre lo ocurrido. Para cuando Alejandro llegó, Paúl ya estaba atendiendo a Rómulo.
Alejandro trató de sacarme conversación sobre un tema distinto. Lo evité a toda costa, pues aún me dolía que me fuese ocultado su amorío con mi hermana. Un colega de Paúl se hizo cargo de atender a Mandy, de devolverle el poco hilo de vida que el miserable de Rómulo intentó quitarle. En la espera de alguna noveda
