Eve El restaurante es un lugar elegante y acogedor. Las luces tenues y cálidas acarician las paredes de ladrillo visto, mientras una música suave se mezcla con el murmullo constante de conversaciones animadas. Las copas tintinean, las risas se escapan como burbujas y, por un instante, todo parece fluir con una naturalidad envidiable. Pero yo… Yo siento que estoy nadando contra corriente. La ansiedad todavía me roe por dentro como si fuera una corriente eléctrica atrapada bajo la piel. Me cuesta respirar con normalidad, y la comida, que luce impecable sobre el plato, me resulta ajena. No puedo concentrarme, no mientras las palabras de ese imbécil siguen resonando en mi cabeza como una herida abierta que se niega a cerrar. “Estoy seguro de que te abres de piernas con facilidad. Y debe s

