~Capitulo 1~

3225 Words
Dasha     Llegar a New York fue sencillo.   Tener millones de dólares en tu cuenta bancaria debe ser una de las cosas más extraordinarias que existen en la tierra.   En cuanto salí del aeropuerto, el flash de las cámaras me cegaron por completo, pues habían demasiados paparazzi alrededor.   Ignorando sus presencias, acomodé mis gafas de sol y aceleré mi paso, mientras que mis guardaespaldas se encargaban de hacer su trabajo: cuidarme la espalda y alejar a todo aquel que se me acercase.   No suelo tener mucho contacto con las personas. Sólo cuando es necesario.   —Llévame directo al Hotel, Boris.—le ordeno a mi hombre de confianza, quien se encarga de ayudarme en el trabajo.   —De acuerdo —asiente.   —¡Señorita Kuznetsov!—escucho que me llama uno de los reporteros.—¿Es cierto que es socia de la compañía G&D?—pregunta.   —Fuentes cercanas afirman que aún no se ha contactado con el señor Gael Moore personalmente.—sigue otro.   —¿Es cierto el rumor donde se afirma que está mantenimiento una relación amorosa con el modelo Richard Fuller?—pregunta esta vez una mujer.   —¿Cómo se siente frente a las duras críticas que ha estado recibiendo acerca de que usted no está lo suficientemente capacitada para dirigir un negocio de esta magnitud, por ser mujer?—pregunta un moreno poniéndose frente a mí.   Detengo el paso y lo miro directamente a los ojos. Me quito los anteojos y le sonrío ante la semejante pregunta estúpida que hizo.   —He recibido constantes reclamos y comentarios machistas a lo largo de mi vida como empresaria, por ser mujer—comento con total calma.—Sin embargo, he llegado demasiado lejos en todos estos años, y lo sigo haciendo cada día. Así que, ese tipo de comentarios no me importan ni los tomo en cuenta. Es más, me resbala que me crean incapaz por ser mujer. Justamente, muchos de esos comentarios provienen de hombres, los cuales ni siquiera han llegado a la mitad de lo que yo. Así que, ustedes verán si el género de la persona es impedimento o no para alcanzar lo que uno se propone. Con permiso.—dicho eso, me coloco nuevamente las gafas de sol y me alejo de ellos.   A partir de ahí, los ignoro completamente hasta que llegamos al vehículo, donde están esperando por mí.   En cuanto subo, le indico que acelere.   Me quito las gafas de sol y me deshago del pesado abrigo que traigo encima.   —¿Te encuentras bien?—habla Boris.   —El viaje fue agotador.—me quejo.   —Lo digo por las cosas que dijeron los reporteros—aclara.   —¿Dijeron algo que ya no sabía?—cuestiono.   —Lo de los comentarios machistas...   —¿Qué?   —Esa gente solo quiere perjudicarte. Si quieres podemos poner una denuncia en su contra y...   —¿Piensas que a esta altura del partido me molestan ese tipo de comentarios? Las mujeres los recibimos constantemente que se ha vuelto parte de nuestra vida, Boris. Vivimos con ello implementado en nuestra rutina.—zanjo.—Yo no los tomo en cuenta porque sé que no son ciertos. He logrado más que ese montón de envidiosos, y sin la ayuda de nadie.   —Lo sé. Pero, de todas maneras tus negocios no son...   —¿legales?—termino por él.—¿Eso qué? Corro más riesgo estafando, ¿lo sabías? Tengo más trabajo aún. Porque no solo robo, sino que me aseguro de no dejar huellas que me puedan perjudicar luego. Ahora dime, ¿qué hombre tiene mi inteligencia y astucia?—pregunto elevando ambas cejas.   Él se queda en silencio.   —Ninguno—respondo por él.—Porque son todos unos estúpidos que no pueden ni sumar dos más dos. Los hombres, Boris, no tienen la misma mentalidad brillante que las mujeres, justamente por esa razón es que viven menos que nosotras. Nosotras sí somos independientes y no los necesitamos para subsistir.—zanjo.   Él ha quedado mudo.   —Nadie es digno de tu confianza.—habla al cabo de unos segundos de silencio.—Disculpa por intentar ser amable, señorita Kuznetsov. —ironiza.   —No te pedí amabilidad, no la necesito. Mejor haz tu trabajo, o tendré que contratar a alguien más.—le dejo en claro.   —Cómo desees.—suelta.   —¿Dónde está Celine Willis?—cambio de tema.—No la estaré esperando todo el día.   —Está en el Hotel, cómo acordamos. —indica. Saca su tableta y le echa un vistazo.—Además de eso, tus nuevos socios esperan por ti en la compañía.   —Eso no es tan importante. Necesito hablar con esa ex convicta. —aclaro.—Si es tan astuta cómo dijiste, es perfecta para mi plan.   —Estuvo en la cárcel por 8 años, debes tener cuidado con ella.—me recuerda sin prestarme atención.   —Sé tratar con personas como ella, ¿lo olvidas? He pasado casi toda mi vida estafando y robando en muchos sitios y a muchas personas, y si no he sido detenida por esos crímenes, significa que sé ser precavida.—comento con obviedad.   —Sólo digo que...   —Nada, tú no opinas si no lo ordeno.—le interrumpo.—Sé detectar cuando alguien es confiable o no, lo llevo haciendo desde hace años. Y hasta el día de hoy, nadie me ha fallado.—zanjo.   Él asiente sin decir nada.   —¿A qué hora es la fiesta de inauguración? —pregunto.   —A las 8 de la noche.—responde.   —Quiero todo listo a las 4 en punto. Hay que hacer magia con esa chica; si es tan horrorosa como se ve en la fotografía... llevará tiempo que se vea decente.—añado.   —Bien. Tu vestimenta estará allí también.   —De acuerdo. No llegues tarde.   —¿Qué?—cuestiona una vez que el vehículo se detiene frente al Hotel.   —A las 8 en punto te quiero en la puerta de mi habitación, vistiendo tan elegante como siempre, ¿de acuerdo?—le guiño un ojo al momento en qué abren la puerta.   Él, un tanto aturdido, asintió con la cabeza y me ayudó a descender del vehículo.   Los encargados del equipaje ingresaron mis maletas al Hotel y rápidamente me entregaron la llave de mi suite presidencial.   —La joven Willis está esperándote en el Hall.—me indica Boris.   —Bien, estate cerca por si se descontrola.—le advierto.—Y tráeme un café, sin azúcar.—pido.   —Como ordene, madame.—se burla y se aleja de mí.   Yo me dirijo al Hall del Hotel y frunzo el ceño al ver a una chica con los brazos tatuados, vistiendo una remera y pantalón n***o, a juego con unas botas militares de igual color. Su cabello castaño estaba recogido en una coleta despeinada y unas gafas de sol decoraban su descuidado rostro.   Su postura totalmente desaliñada, me indicó lo poco femenina que era; sus pies estaban sobre la mesa central, y un cigarrillo depositado entre sus labios rojos.   —Vaya, estás peor que en las fotografías.—suelto acercándome a ella.   —Y tú más estirada y... delicada.—arruga la nariz, quitándose las gafas. Me observa de pies a cabeza y tuerce sus labios en una mueca.—Cuanta elegancia, madeimoselle—se burla.   —Fumar aquí está prohibido, al igual que poner los pies sobre la mesa.—le indico con fastidio.—Aunque sé que no estás al tanto... éste tipo de lugares no frecuentas seguido, ¿no?—me burlo.   Tomó asiento en un sofá frente a ella y dejo mi cartera a un lado. Acomodo mi cabello y arreglo mi vestido.   —Que engreída eres, mujer.—se queja y rueda los ojos.   —No me trates como si nos conociéramos de toda la vida.—zanjo.—Si te cité aquí, es para hacer negocios.   —Lo sé. No creo que te interese ser mi amiga.—se ríe y apaga su cigarrillo, pisándolo.   —Como sea, vayamos al punto.—sentencio. Suspiro y le observo—Sé todo sobre ti.   —¿Debería tener miedo?—pregunta, recostándose en el sofá.   —Estuviste en la cárcel 8 años, por matar a tu padre.—comento, ojeando la libreta dónde tengo toda su información.   —Oh, qué novedad.—dice con sarcasmo.   —Tengo una propuesta de trabajo para ti.—suelto.—Te garantizo que si te unes a mí, tendrás dinero asegurado. Obviamente todo es confidencial.   —Una propuesta de trabajo... ¿Qué tipo de propuesta tendrías para una ex convicta?—frunce el ceño.   Yo suelto una carcajada.   —¿Por qué crees que acudí a ti? Las personas creen que mis negocios son totalmente legales...—elevo mis hombros —Lo cuál no es cierto.—digo en un susurro cómplice.—Pero, ya sabes... hay que arriesgarse de vez en cuando.   —Vaya... Estoy sorprendida.—dice con franqueza.—La poderosa y reina de los negocios, Dasha Kuznetsov, navega por aguas contaminadas.—eleva ambas cejas.   —Tengo entendido que tú no dejas "rastros" en tus delitos... Pero, estuviste encarcelada por 8 años,—niego fingiendo pena.—lo que me lleva a dudar respecto a tus habilidades.   —¿Qué has hecho tú, niña rica?—se cruza de brazos, desafiante.   —He pasado casi toda mi vida robando y estafando a las personas, siempre me fue bien. Como podrás comprobar, jamás he estado en la cárcel. Siempre me encargué de hacer bien mi trabajo y no dejar ningún cabo suelto. He creado una excelente imagen de mí, logrando que la gente no sospeche nada.—digo con total seguridad.   —Habla la señorita millonaria, quien puede extorsionar a cualquiera con sólo mostrar su chequera. Teniendo tus malditos millones en la cuenta bancaria, resulta muy simple no dejar ni un rastro.—se excusa.—Así cualquiera puede estafar a los demás.   —Buen punto.—agrego.—El caso es que tengo un plan en mente, y necesito de tu ayuda. Más allá de que pasaste detenida varios años, no dudo de tus conocimientos.—digo.   —A ti te llueven los billetes, ¿por qué no buscas a alguien mejor que yo?—pregunta.   —Podría trabajar con el mejor estafador, sí. Pero en cuanto me hablaron de ti, quise darte la oportunidad. Además, tienes un punto a favor: aquí nadie te conoce y eso es algo que debo aprovechar.   —Ya entiendo... quieres una cara poco conocida para que nadie sepa de tus sucios negocios.—afirma.   —Lo has entendido a la perfección.—asiento.   —Bien, cuéntame de qué va esto.   —Es simple: estafaremos al principal magnate de todo Estados Unidos: Gael Moore, el dueño de los casinos más prestigiosos del país.—le cuento.   —¿Gael Moore? Tú te volviste loca.—suelta poniéndose derecha.—Ese hombre tiene mucho poder en el país, es mega millonario. No podremos con él.   —¿Por qué dudas de mis conocimientos? Él tiene poder, sí, pero yo también lo tengo. Además, siempre consigo lo que me propongo, y robarle a él no será la excepción.—aclaro.   —¿Crees que ese hombre es estúpido? Se dará cuenta. ¿Piensas que jamás han intentado robar su fortuna? ¡Muchas personas están tras las rejas por eso!—exclama riendo con nerviosismo.—Te van a describir, y terminarás en ese pozo sin salida.   —He estafado a personas aún más poderosas que él, y aquí sigo.—me encojo de hombros.—No me subestimes.—elevo ambas cejas.   —Tu idea es totalmente tonta. —dice.   —¿Por qué?   —Porque te quieres meter en el camino de alguien que podría destruirte con sólo chasquear los dedos, mujer. Él con una mirada puede hacer que te caiga una bomba encima, así de sencillo.—comenta con seguridad.—Te vas a meter en la boca del lobo.—me advierte.   —Sin arriesgarse no hay recompensa.—respondo.   —Pues si por recompensa te refieres a terminar tras las rejas, adelante.—señala.—O peor aún, terminar muerta.   —Llevo ideando el plan muchos meses, no es algo de días.—aclaro.—Solamente tengo que seducirlo y hacer que él esté en la palma de mi mano.—le digo con firmeza.—Tú dominas muy bien la tecnología, puedes hackear su sistema de seguridad. Podemos desviar dinero de una cuenta a otra. Hacerlo poco a poco para no generar sospechas.—comento en voz baja.—Por eso me asocié con su compañía, para estar cerca de sus negocios, seguir sus pasos…—explico.   Ella guarda silencio, pensando en lo que acabo de decirle, mientras me observa con atención.   —Tenemos hasta que finalice la temporada para finalizar el robo.—aclaro.—Exactamente 6 meses. La idea es que se vuelva cercano a nosotras. Le robaremos sin que sospeche.—continúo.—Tenemos tiempo suficiente para terminar con el trabajo.   —¿Y qué me garantiza que al finalizar no me mandaras a la cárcel?—suelta de repente.   —Soy una mujer de palabra.—afirmo.—Mis negocios siempre salen a la perfección porque trabajo con las mejores personas.   Ella duda y me observa, analizándome. Permanece en silencio por unos segundos en los que yo me limito a mostrarle el contrato que he preparado, donde dejo en claro ciertos puntos que se deben respetar si decide trabajar para mí.   —Lee el contrato si tienes dudas. —aliento.—Piensa en todo el dinero que tendrás a partir de ahora, más la cantidad que obtendrás al finalizar.   Ella lo mira con desconfianza y luego me observa.   —No debo mencionar nada de esto. Nadie se puede enterar.—lee.—Tengo que cambiar mi nombre, ¿es una broma? ¿A quién se me ocurre hacer una petición de éstas?   —Si a alguien se le ocurre investigar sobre ti, ¡Boom! En tu historial saltaría toda la mierda delictiva que te rodea.—le recuerdo.—Y yo no quiero problemas, ¿comprendes? Lo mejor será cambiar tu apariencia y nombre. Todo. Absolutamente todo será confidencial.   —¿Qué gano yo de todo eso del cambio?—cuestiona.   —Tener una apariencia presentable, obviamente.—le sonrío.   —Debo obedecer todas y cada una de tus órdenes.—continúa.   —Eso está muy claro—apunto—: yo soy la jefa, yo mando.—sentencio.   —Si no cumplo con lo estipulado en el contrato, inmediatamente voy a la cárcel.—frunce el ceño y deja la hoja a un lado.—O sea, a la mínima falla... ¿me denuncias?   —Si noto que me estás traicionando, lo haré.—afirmo.—No creo que sea necesario aclarar que estoy ante una ex convicta.—elevo una ceja.   —Yo también podría demandarte si me fallas.—amenaza.   —Lee el siguiente punto. Ahí se redacta lo que acabas de mencionar.—le indico.   Y así es, ahí dice que yo tampoco le puedo fallar a ella. Obviamente no lo haré, esto es a mi beneficio, no dejaré que ella me derrote.   —¿Qué estás tramando, eh?—pregunta buscando indicios de mentira en mi rostro, los cuales no encontrará obviamente.   —Sólo hacer negocios.—respondo con simpleza.   —Sé que escondes algo detrás de todo ese maquillaje y ropa cara que traes encima. —afirma.—A mí no me engañas.—me señala con su dedo.   —¿Realmente lo crees? Sé que te tienta la idea de trabajar para mí. El dinero te atrae.—deduzco.—Acepta, es lo mejor para todos. Aquí ganamos todos.   Termina de leer todo el contrato y me lo tiende.   —Quiero más dinero del que dice aquí. El doble y acepto.—dice sin rodeos.   —Bien.—accedo.   Ella eleva una ceja sorprendida y sonríe con gracia.   —Vaya... ¿qué tipo de negocios haces, muñeca de porcelana, para tener tanto dinero en tu cuenta bancaria?—pregunta con interés.   Yo sonrío con suficiencia. Veo la intriga en ella. Sé que quiere aceptar el trato, pero algo se lo impide.   —Acepta y descúbrelo.—digo sin más.—Si cumples con el primer trabajo, te daré el dinero personalmente. El doble de lo estipulado en el contrato.—propongo.—Conforme pase el tiempo, el dinero aumentará para ti. Puedes darte la gran vida, en donde sea.   Duda por unos segundos y finalmente firma el contrato.   —Bienvenida al club.—digo en cuanto cierra la carpeta y me la entrega.   Le hago señas a Boris, él se acerca y toma la carpeta entre sus manos.   —Es hora de cambiar tu imagen.—le informo a ella y me pongo de pie.—Primero iremos de compras, luego te dejaré en manos de mis estilistas.—comento.—¿Crees en la magia?   Ella me mira desconcertada.   —¿Qué?   —Magia, brujería... lo que sea.—ruedo los ojos.—¿Crees o no?   —No.—zanja.   —Pues, luego del cambio—señalo su apariencia—creerás.—afirmo.   —¿Así será en todo el camino: tú tirando mierda en mi dirección?—cuestiona cruzándose de brazos.   Yo suelto una carcajada.   —¿Te ofende la verdad?—digo acomodando mi bolso.   —No, pero me estás incomodando con esos comentarios tan estúpidos.—espeta.—Yo no me meto contigo.   —Y no lo harás.—sentencio.—La gente no se mete conmigo porque sabe que no les conviene.—le advierto.—Igualmente, me tiene sin cuidado lo que cada uno piense de mí.   Avanzo hacia la salida del Hall sintiendo los pasos de Boris a mi espalda y los de la ex convicta a mi derecha.   —Bien, madeimoselle.—sigue.—¿A dónde vamos?   —A las mejores boutiques.—respondo.—Boris, dile a Harry que prepare el auto.—ordeno.   —Enseguida.   De reojo veo las muecas que hace Leyla, intentando imitarme.   —Que mandona eres.—se carcajea.   —Es bueno que lo tengas claro.   Escucho como bufa con cansancio.   —Mira, no me quiero poner agresiva contigo, pero no me estás dejando de otra.—intenta acercarse pero Boris de interpone en su camino.   —¿Dijiste algo?—pregunto observándola sobre el hombro de Boris.   —Oh, pero si es Superman rubio.—se burla ella.—¿Crees que le tengo miedo? Puedo dejarlo inconsciente en menos de un minuto.   —Mira, si vamos a estar en el mismo equipo debes respetarme, ¿bien?—zanjo.   Boris se hace a un lado y ella le guiña un ojo con descaro.   —Bien, bien.—dice finalmente.—Pero yo también quiero uno como él.—señala al rubio.   —Te conseguiré a alguien—suspiro.   —Que sea rubio.—pide.—E igual de musculoso que él.—lo señala.   —Ay, sí, sí, ya deja de hablar.—espeto harta.   Dios, ¡qué mujer más insoportable!   **
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD