—El diablo recorre las calles de Nueva York, acechando en la oscuridad y esperando el momento perfecto para devorarte—.
Dejé caer mi bolígrafo sobre el escritorio, levanté la vista del contrato que estaba leyendo y suspiré.
—¿Puedes no leer tan fuerte, Raquel? Estoy tratando de concentrarme.
Mi mejor amiga cerró de golpe el libro de pasta dura y color oscuro que estaba leyendo, y me sonrió.
—Sabes que no estarías tan gruñona todo el tiempo si simplemente cedieras a tus deseos más profundos y oscuros, ¿verdad?
Raquel, mi mejor amiga de toda la vida, era una mujer de veintiséis años, pelirroja y de piel bronceada, con una extraña obsesión por el romance oscuro… y por poner a prueba mi paciencia.
Y cuando me sonreía, con sus ojos oscuros brillando y sus mejillas regordetas, tenía más ga
