—¿Estás bien? —preguntó mi mejor amiga, Valeria, asomándose por encima de mi cubículo—. Has estado durmiendo mucho en el trabajo, y estás pálida... como si hubieras visto un fantasma o algo así. Me cubrí la boca con una mano mientras bostezaba. —Estoy bien. No estaba bien. Habían pasado dos semanas desde que descubrí que Andrés me engañaba y que le había propuesto matrimonio a otra mujer justo en el aniversario de la muerte de mi madre. Intenté superar la traición después de pasar una noche con aquel hombre atractivo del club, pero la realidad me golpeó días después, cuando supe que Andrés y su prometida ya estaban planeando la boda. —Llevas así más de una semana, Sofí. ¿No crees que deberías ver a un terapeuta? —preguntó en voz baja, preocupada, para que nuestros compañeros no la e

