Dakota estaba ahí arriba. En mi cama. Con mi camiseta. Sin malditas bragas.
Estaba perdiendo la cabeza, y lo había hecho yo mismo. Simplemente no podía dejar de provocarla, de jugar con ella para poder verla saltar a través de todos mis ridículos obstáculos y disfrutar del espectáculo.
Sabía que había estado coqueteando y molestando a Dakota desde que la traje aquí, pero ella era mía, y necesitaba que despertara y lo viera. La había observado por toda la ciudad, había hecho toda la investigación posible para conocerla al detalle en papel, y ahora quería hacer todo lo posible para conocer el sabor íntimo de ella mientras montaba mi lengua.
Mi polla palpitaba, todavía al límite por la negación anterior, y joder, si no quería devolverle el favor: llevar a Dakota al borde y luego arrebatárs
