Dakota estaba deliciosamente mojada por mí, justo como sabía que estaría. Hice girar mis dedos dentro de ella, rodeando el botón de su clítoris y haciéndola arquearse contra mi mano. Sus manos sobre mi rostro estaban tensas, y apenas podía mantener el beso mientras gemía contra mi boca.
Dios, lo adoraba.
Y estaba a punto de castigar a mi pequeña mocosa por portarse tan mal.
Apartándome del beso, le sonreí con arrogancia ante su mirada entrecerrada, ya tan intoxicada de lujuria y necesidad. Esa expresión era la mejor que había visto en ella hasta ahora, y agradecí a mi yo pasado por no permitirle usar ropa interior. Esto era perfecto.
—Maldita sea, cariño. Estás goteando por mí. ¿Has estado pensando en que reclame tu cuerpo toda la noche?
—Vaya, vaya, mira quién está tan necesitada aho
