No sabía si era posible estar tan frustrada con Semion y también por Semion como lo estaba en este preciso instante. Maldije mis mejillas por arder tan fuerte cuando pronunció esas palabras, y cada centímetro de mí estaba alterado, por dentro y por fuera. Alterada. Yo. ¿Alterada de verdad? ¿Por un tipo? ¿Por un criminal? Ugh. —Hmm —tarareó Semion desde el asiento del conductor, y lo miré—. Parece que mi información era buena. Va camino al parque para una reunión. —¿Qué? Miré a mi alrededor, fijándome en el cruce delante. Estábamos cerca del parque del valle, en la 9ª calle. Pero ¿cómo había conseguido Semion —o su contacto, para el caso— información sobre las reuniones de Elliot? Obviamente, no era por medios legales, y volví a maldecir por haberme permitido trabajar con este hombre.

