Recordé cómo llegamos a ese punto, qué llevó al sexo. Había ayudado a ese hombre a vivir, deteniendo su hemorragia. Porque…
Estaba viviendo con un criminal. Había sido secuestrada por un criminal.
Tu padre es un criminal. Él maldita sea mató a tu… —Jadeé alrededor del sollozo que me ahogó—. Maldito infierno, ¿estás solo cambiando un matón por otro?
Alcanzando el jabón en el estante empotrado, exprimí una gran cantidad de gel de baño en mi palma y lo enjaboné por mis brazos y pecho. El aroma era inconfundiblemente masculino, una combinación de almizcle y madera que era demasiado familiar. Pero también había una frescura en él, y todo lo que podía pensar mientras la fragancia llegaba a mi nariz era Ivankov.
Porque olía como él, no completamente, pero lo suficiente para que el torbellino
