Había un odio subyacente en la forma en que Sofia me miraba, y no era algo que hubiera visto antes en sus ojos. Había visto miedo y rabia en ellos. Determinación, pero nunca odio. Apreté la mandíbula, y mi corazón oscilaba entre querer consolarla y averiguar por qué estaba tan enfadada, o simplemente dejarla en paz. Había sido así desde aquella noche en la que llegué a la desconcertante conclusión de que mis emociones por Sofia iban más allá de lo que había imaginado. Era algo más que deseo. Era una necesidad, y lo odiaba. Toda mi vida, nunca había necesitado a nadie. Mis hermanos y yo habíamos estado el uno para el otro, pero nunca había sentido que mi existencia entera se derrumbaría si ellos no estuvieran. ¿Por qué sentía eso por Sofia? Mis venas se hincharon de rabia. —Me voy —d

