—Tranquilo, hombre. Te vas a emborrachar — Nazar tenía los ojos clavados en mí con curiosidad. No me preguntó nada cuando lo invité a tomar algo, pero yo sabía que se moría de ganas por saber qué me tenía tan alterado como para necesitar un trago a la una de la madrugada. La verdad, yo mismo me lo preguntaba. ¿De qué estaba tan enojado? ¿Por qué había una tormenta rugiendo dentro de mí por Isabela? En el estacionamiento, más temprano… no, mucho antes, cuando aún estábamos en el restaurante y ella enumeró todas las razones por las que debía mantenerse alejada de mí, una furia sin filtros se deslizó por cada célula de mi cuerpo. Estaba intoxicado por Isabela. Esa era la única explicación lógica para mi comportamiento absolutamente ilógico. Me encantaría pensar que solo me atraía, que est

