Fingí no ver cómo ella tomaba el cuchillo y seguí comiendo. Fue un intento inútil de negar lo que ya sabía. Olivia me odiaba, y no dudaría en blandir el cuchillo en mi dirección. Aun así, esperaba que no lo hiciese. No podía contarle toda la verdad sobre su madre ahora; no lo creería a menos que tuviera pruebas, y aún no las tenía. Pero iba a encontrar a la persona que mató a su madre, y la muerte no le llegaría fácilmente. La vi fijar su mirada en mí desde el rabillo del ojo. Levantando la cabeza, le sonreí. —¿Por qué no estás comiendo? Su garganta se movió al tragar, su mirada saltando hacia la comida y de nuevo hacia mí. El cuchillo seguía apretado entre sus dedos, oculto bajo la mesa. Por la expresión en su rostro, podía ver que estaba en conflicto. La parte de ella que pensaba que

