Angelo No recordaba haber dormido tan bien en años. Cuando desperté esa mañana junto a Emiliana todo se tornó tan raro y sensual que me hizo salir disparado de la cama, directo a una ducha de agua fría. No esperé encontrarla en mi habitación esa noche, mucho menos que se hubiese colocado mi ropa para luego acostarse a dormir conmigo. Soportar estar a su lado sin siquiera tocarla fue el reto más grande de mi vida. Cuando la dejé durmiendo tras despertarme, la camiseta se le había subido hasta el plano abdomen dándome una muestra de su ombligo. ¡Maldita mujer! ¡Pretendía engatusarme! –¿Angelo? La voz de mi madre me trajo de sopetón al mundo real. Cuando quité la vista del enorme ventanal frente a mí la observé en el marco de la puerta, lanzándome aquella mirada de preocupación que