Después de la escandalosa salida de Lía y el caos que dejó tras de sí, Lucien no tuvo más opción que buscar a Elise. Sentía un profundo compromiso moral con ella y, más allá de eso, sabía que le debía una explicación honesta. —Elise, ¿podemos hablar, por favor? —dijo desde el otro lado de la puerta. Apenas escuchó su voz, ella no dudó en abrir, aunque su expresión dejaba claro que la herida seguía abierta. —Por supuesto, señor Lucien. Al fin y al cabo, esta es su casa —respondió con una punzante ironía. —No se trata de quién es la casa, Elise. Lo que quiero es que me escuches. Sé que lo que pasó hoy fue incómodo… doloroso, incluso. Especialmente porque era tu regreso. Me siento realmente mal por eso. —No tiene por qué sentirse mal. Para empezar, yo no debería estar aquí —replicó, dánd

