CONSECUENCIAS

1444 Words
Elise deseaba, con todo su ser, que Lucien regresara, la abrazara y la besara como tanto anhelaba. Pero él no lo hizo. Aunque su corazón se hacía trizas, su orgullo era más fuerte que el deseo, y tuvo que resignarse a verlo marcharse sin mirar atrás. Lucien, por su parte, volvió a la mansión con el alma hecha pedazos. El silencio del auto era tan denso como el vacío que sentía. Nada de su poder, fortuna ni apariencia servía de consuelo si no tenía a la mujer que verdaderamente amaba. Y al llegar a casa, la situación no era mejor: su hijo, Phillippe, había recaído en su rebeldía. Ninguna niñera lograba conectar con él; Elise había dejado un vacío imposible de llenar. —¿Papi, por qué llegaste tan tarde? —preguntó el niño con voz adormilada. —Deberías estar dormido, campeón. Mañana tienes clases —Lucien lo alzó en brazos, apretándolo con fuerza. Al menos, en los brazos de su hijo, encontraba un poco de calor ante tanta ausencia. —No puedo dormir. Greis solo me lleva a la cama, pero no me lee cuentos. Mili sí lo hacía, y ahora tengo muchas pesadillas. No quiero ir al colegio… —Tienes que ir, mi amor. Pero ven, vamos a leer una historia para que descanses —le respondió mientras subían las escaleras. Al pasar frente a la habitación de Olivier, Lucien se detuvo unos segundos. Tenía cuentas pendientes con su hermano, pero su hijo era prioridad. —A ver, dime, ¿qué historia quieres que te lea? —Una en la que tú y Elise se casan… y Ángel viene a jugar conmigo —las palabras de Phillippe congelaron a Lucien. —¿Qué estás diciendo, mi amor? —Es que quiero tener una mamá, una como Elise. Ella me quiere y yo también la quiero, papi. ¿Por qué no le dices que regrese? Lucien sintió un nudo en la garganta. —Hay cosas que no puedo controlar, mi amor. Tu mami está en el cielo, pero sigue siendo tu madre, y te ama. Te prometo que algún día vamos a tener una familia hermosa y seremos muy felices, ¿sí? —Está bien, papi… Sin saber cómo, Lucien se inventó una historia para consolar a su hijo. En el fondo, él también soñaba con formar esa familia. Y aunque no se atrevía a admitirlo del todo, deseaba que fuese con Elise. Las palabras de su pequeño le retumbaban en la cabeza como un eco persistente. Una vez Phillippe cayó dormido, Lucien se dirigió con determinación a buscar a Olivier. Golpeó su puerta, pero no hubo respuesta. Lo llamó por teléfono, y tras unos tonos, su hermano contestó. Había música de fondo; claramente no estaba en casa. —Hermanito querido, qué sorpresa. Tú no llamas nunca… ¿me extrañabas? —respondió Olivier con su sarcasmo habitual. —Déjate de estupideces. ¿Dónde diablos estás? Necesito hablar contigo ahora mismo. —Estoy en una fiesta, no tengo planes de volver hoy. ¿Qué urgencia traes? —¡Eres un maldito miserable! Me mentiste. Sabía que eras basura, pero lo que hiciste con Elise fue imperdonable. ¡La drogaste y abusaste de ella! —¿Otra vez con eso? ¿En serio vas a seguir con el drama de la niñera? Supéralo. Esa mujer no vale nada. Ya te lo dije: es una cualquiera. —¡Cierra la boca! No vuelvas a hablar de ella así. Te espero mañana en la mansión. Esto es grave, Olivier. Lo que hiciste es un delito. —Te dije que vuelvo mañana. No me molestes —cortó la llamada sin más. Lucien, completamente alterado, se quedó mirando el teléfono. Quería echarlo de la casa de inmediato, sacarlo de su vida para siempre. Estaba furioso. Pero no tuvo tiempo de asimilar lo que acababa de pasar, porque su teléfono volvió a sonar. —Hola, querido… me quedé pensando en lo que me dijiste esta tarde. Y, sinceramente, no me rindo —era Lía, con su voz dulce, pero cargada de intención. —Lía, fui claro contigo. Te dije la verdad. Entre tú y yo no hay futuro. —Sí, lo sé… pero me cuesta aceptarlo. Yo te amo, Lucien. Quiero estar contigo. ¿Puedo ir a tu casa? Hablamos tranquilos… Él se quedó unos segundos en silencio. Estaba emocionalmente agotado, y su juicio, empañado. Cediendo a la fragilidad del momento, aceptó. Veinte minutos después, Lía ya estaba tocando su puerta. —Hola, Lía… No esperaba que vinieras. La verdad es que no me he sentido bien, y creí que habíamos dejado todo claro… —dijo Lucien, sin mucha energía en su voz. —Sí, Lucien… pero siento que esta puede ser nuestra última oportunidad —susurró Lía, con la voz cargada de emoción—. Yo realmente quiero estar contigo, recuperar lo que alguna vez hubo entre nosotros. Se acercó con suavidad, rodeó su cuello con los brazos y, sin darle espacio para alejarse, lo besó. Al principio, Lucien dudó. Su corazón no estaba ahí, pero tampoco pudo resistirse del todo. Cerró los ojos y, en un impulso inconsciente, se permitió imaginar que era Elise a quien besaba. El calor del momento fue envolviéndolos. Sin pensarlo, Lucien la llevó hasta su habitación. El silencio del lugar, la soledad, y la necesidad reprimida comenzaron a pesar más que la razón. Lía lo miraba con ternura, acariciaba su rostro, y él, por un instante, se dejó llevar por esa sensación de consuelo y cercanía. Pero antes de cruzar una línea, Lucien se apartó, con el corazón agitado y la conciencia luchando por imponerse. —Lía… perdóname. No sé si esto es lo correcto. Siento que debemos parar. No quiero lastimarte. Ella lo miró con comprensión, aunque su tristeza era evidente. Tomó su mano y le sonrió con dulzura. —No te preocupes por mí. Sé que ahora tal vez no sientas amor por mí, pero yo solo quiero verte bien. Y si estar aquí te alivia un poco el dolor, entonces para mí eso es suficiente. El momento se volvió más íntimo y tranquilo. Lía se acercó, lo abrazó fuerte, y se recostó a su lado. No hicieron falta más palabras. Solo el silencio compartido de dos almas rotas, intentando no sentirse tan solas. Lucien cerró los ojos. No estaba seguro de qué sentía, ni de qué quería realmente. Pero en el fondo, sabía que su corazón seguía perteneciendo a alguien más. —Estuviste espectacular Lucien. —No, en realidad, la que estuvo increíble fuiste tú —dijo Lucien con una media sonrisa—. Ya ni recuerdo cuándo fue la última vez que estuve con una mujer. —No quiero entrar en detalles —respondió Lía mientras acariciaba su pecho—, pero sí quiero decirte que estuviste justo como lo imaginaba. ¿Puedo quedarme esta noche contigo? Lucien dudó. Su mirada se desvió al techo por un momento antes de responder. —No lo sé… Nunca he compartido esta habitación con nadie desde que… —pero Lía lo interrumpió antes de que terminara. —Sí, lo sé. Desde tu adorada esposa. Pero tienes que dejar atrás ese capítulo, Lucien. Ella ya no está, y seguir atado a su recuerdo solo te impide avanzar. Es momento de empezar de nuevo, tú y yo… podemos ser felices, te lo juro. Lucien respiró hondo. Agradecía el cariño que Lía le ofrecía, pero algo dentro de él le advertía que debía tener cautela. —Lía, valoro mucho lo que estás haciendo por mí, pero creo que lo mejor es que vayamos con calma. Sé que lo que pasó fue importante para ti, pero… —No necesitas justificarte —lo interrumpió de nuevo, con una mirada firme—. Estoy dispuesta a esperar el tiempo que necesites. Después de todo, he esperado más de nueve años por este momento. No me importa si vamos despacio… lo único que quiero es estar contigo. Con esas palabras, volvió a besarlo. Esta vez, Lucien no resistió. Sus emociones se entrelazaron con el deseo, y fue él quien, con pasión renovada, la abrazó con fuerza y la hizo suya una vez más. Tiempo después, Lía se duchó y se despidió. Aunque le habría gustado quedarse, se marchó con la sensación de haber ganado terreno en el corazón del hombre que siempre amó. Había cruzado una línea que creía imposible. En cambio, Lucien permaneció solo en su habitación, incapaz de conciliar el sueño. Una incomodidad lo carcomía por dentro. No era culpa, ni remordimiento por Lía… era vacío. Sabía que lo que acababa de pasar no era amor. Y se odiaba por haberse dejado arrastrar por un deseo momentáneo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD