—Bueno, Lucien, ya estoy aquí. Dime, por favor, ¿qué está pasando? —preguntó Elise, cruzándose de brazos frente a él. No era una actitud defensiva, sino el reflejo de la angustia que la consumía. Estaba cansada de sentir que nada en su vida salía como esperaba.
—Siéntate a mi lado… por favor —pidió Lucien con la voz quebrada, apenas audible por el peso de la tristeza que lo oprimía.
Respiró profundo, tratando de disolver el nudo en su garganta. Pero las lágrimas ya habían comenzado a caer, pesadas, incontenibles, deslizándose por su rostro como testigos de un dolor profundo.
—Lucien… me estás preocupando —susurró Elise, con un nudo también en el pecho.
Él la miró fijamente, sin apartar la vista. Un mechón de cabello caía sobre el rostro de Elise, ocultando parte de una de sus cicatrice
